En el artículo de El País de 4/1/05 titulado "La democracia es buena para la salud". se hace referencia a un estudio de un grupo de epidemiólogos españoles (Álvaro Franco, Carlos Álvarez-Dardet y Maria Teresa Ruiz, profesores del Observatorio de Políticas Públicas y Salud de la Universidad de Alicante) publicado en el último número de diciembre de 2004 del British Medical Journal.
El artículo original (Effect of democracy on health: ecological study) se acompña a de diversos comentarios, tanto del editor del BMJ (Please Santa, bring me freedom), como de otros expertos en los que se hacen críticas positivas y negativas a los resultados obtenidos y a su validez y la oportunidad de publicación en una revista científica. La epidemiología política es un área muy nueva y parece que aún polémica entre los científicos.
Los resultados del trabajo parecen muy consistentes y demuestran que, tras corregir el efecto de otras covariables como niveles de renta y de desigualdad y tamaño del sector público, los derechos políticos y libertades cibviles explican una parte siginificativa de la tasa de mortalidad infantil, esperanza de vida y mortalidad materna. La libertad influye positivamente en la salud, oscilando entre el 6 y el 13% su efecto en el cambio de las variables dependientes.
Tanto en El País como en el BMJ se discuten las posibles explicaciones a estos resultados. Una idea parece general: en sistemas democráticos los ciudadanos tienen mayor capacidad de organización e influencia sobre los gobernantes lo que redunda en la mejora la atención sanitaria.
Esto me recuerda la idea que plantea James Surowiecki en su último libro The Wisdom of Crowds: Why the many are smarter than the few, y que revisa Ramón Pueyo en Libertad y Organización (La sabiduría de las masas; publicado previamente en Cinco Días). En resumen: grandes grupos (de inexpertos) son capaces de tomar decisiones o realizar predicciones colectivas mucho más acertadas que expertos aislados.
Volviendo a la salud pública, podríamos plantear la hipótesis de que la existencia de mayores libertades favorece la participación de la población en la creación de estados de opinión y la toma de decisiones, y esta opinión colectiva generada por la aportación de los ciudadanos inexpertos llevaría a tomar decisiones políticas que mejoran los sistemas sanitarios. Si esto fuese así, la democracia se revelaría como un sistema muy eficiente de toma de decisiones y gestión pública. Algo que mucha gente ha dudado, incluso siendo defensores de la democracia.