El número de Febrero de 2005 de Frontiers in Ecology and the Environment, publicada por la Ecological Society of America, es monográfico y lleva por título Visions for an ecologically sustainable future. [En este enlace se puede acceder a los artículos; la ESA anuncia ahí que este número estará accesible libremente, pero por el momento desde no es posible el acceso a texto completo].
Este número analiza como utilizar el concomiento ecológico para conseguir una transición hacia ecosistemas sostenibles. Es el resultado de una serie de iniciativas de la ESA, y en espcial del Ecological Visions Project:
We are in an era of unprecedented environmental change that demands bold and creative science by ecologists to solve or lessen the effects of these environmental problems.
Ecologists must harness existing technological and computational tools, develop new instruments and methods, and stimulate effective cooperation among diverse groups of researchers, managers, and policy makers.
The ecology of the future must explain and predict our shared environment, apply that predictive power to address environmental problems from local to global scales, and increase fundamental knowledge about humans and the natural world.
Accomplishing these visions will require revolutionary changes within the ecological scientific community and in ESA's future agenda.
Por tanto, se propone hacer de la ecología en el S. XXI una ciencia "más dura" que permita realizar predicciones de los resultados de las acciones humanas sobre los sistemas ecológicos y aportar herramientas operacionales en la toma de decisiones. Este será un paso decisivo con respecto a su papel en el S. XX donde sus (muchos) éxitos se han centrado en describir y explicar los patrones observados en los sistemas ecológicos. [Recordemos que la economía, una ciencia de mucho mayor impacto social, se ha limitado hasta el momento a hacer básicamente lo mismo: explicar el pasado pero fallar estrepitosamente en la predicción del futuro].
El número especial de Frontiers analiza diversos casos de estudio (pesquerías y acuicultura, enfermedades infeccionsas, agricultura, servicios ecosistémicos), pero me ha resultados especialmente interesante el artículo Spatially explicit tools for understanding and sustaining inland water ecosystems de Mary E Power; Nicholas Brozovi; Collin Bode; David Zilberman (Abstract). Mary E. Power es una conocida ecóloga de la Universidad de Berkeley y especialista en redes tróficas de ecosistemas dulceacuícolas que ha trabajado últimamente en grandes proyectos interdisciplinares con el objetivo último de mejorar la gestión de ecosistemas.
Este artículo es el que, desde mi punto de vista, más se aproxima a las claves para convertir a la ecología en una ciencia operacional. Se centra en ecosistemas de aguas dulces (aunque sus planteamientos son perfectamente válidos para otros hábitats) y discute brevemente diversas herramientas espacialmente explícitas disponibles hoy en día para la observación y gestión de ecosistemas. Se centra en las tecnologías de teledetección que permiten realizar cartografías y monitorizaciones en escalas temporales y espaciales antes no imaginadas, el uso de trazadores (químcos, como los isótopos, los elementos traza o los xenobióticos, o genéticos) que permiten cuantificar flujos de materiales y organismos en el espacio y en el tiempo, y las redes de sensores ambientales inalámbricos (por ejemplo, el Center for Embedded Network Sensors de UCLA).
Las tecnologías de la información permiten hoy en día integrar, en muchos casos en tiempo real, el volumen de información que generan los nuevos métodos, e interpretar los patrones dinámicos observados. Por último la colaboración entre biólogos y economistas (a otros científicos sociales ampliaría yo esta idea) permite utilizar esta información en el diseño de estrategias y sistemas de gestión de ecosistemas. Además presentan diversos ejemplos de grandes proyectos interdisciplinares que aplican estas metodologías.
Los autores defienden una foma de hacer ecología basada en la integración de dos aproximaciones: 1) observaciones a gran escala para captar los patrones espaciales y temproales de los ecosistemasen las escalas relevantes para la gestión, y 2) experimentos para entender los procesos clave que gobiernan el funcionamiento de los ecosistemas (y que determinan por ejemplo los cambios entre estados alternativos).
El artículo es una revisión que no dice muchas cosas nuevas, pero tiene la virtud de integrar ideas y herramientas, aparentemente no relacionadas, en una metodología y objetivo común.
Comparto la filosofía expuesta en este artículo. Nuestro grupo, dentro de nuestras posibillidades, trata de trabjar en los ecosistemas costeros de esa manera. De hecho, estamos trabajando en sistemas de teledetección (incluyendo sistemas acústicos), trazadores basados en isótopos estables, y utilizamos en cierta medida sensores mediante telemetría ultrasónica (aunque en este campo tenemos mucho camino que recorrer). Además, tratamos de integrar nuestra información en modelos ecológicos de los sistemas que estudiamos, y desarrollamos estudios puntuales para entender procesos de interés. Finalmente nuestro grupo integra biólogos con científicos sociales y mantenemos un enfoque y objetivo común colaborando en todas las fases de nuestros proyectos.
Está claro que esta aproximación está resultando exitosa en países, como Estados Unidos, con importantes recursos dedicados a la investigación y sistemas científicos que permiten (y favorecen; o al menos no la penalizan) la interdisciplinariedad. Tengo mis dudas, más que razonables, de su viabilidad en entornos como el español con unos recursos muy inferiores y una cultura científica radicalmente distinta: grandes restricciones de acceso a la información e infraestructuras (por ejemplo, bases de datos cartográficas y ambientales), barreras (mentales, administrativas y curriculares) a la interdisciplinariedad y falta de una comunidad científica suficientemente desarrollada para contar con la diversidad de intereses científicos necesaria y suficientemente madura para que se comprenda la necesidad de un diálogo transdisciplinar.