La política científica española ha estado ocupada en las últimas décadas en reducir la brecha existente con los países más avanzados. El objetivo primordial ha sido cuantitativo: incrementar la masa crítica de científicos y la producción científica que aparece en revistas internacionales de prestigio. Este modelo empieza a dar señales de fatiga.
Rolf Tarrach, antigüo Presidente del CSIC y profesor de física en la Universidad de Barcelona (y que desde hace unos meses ocupa el cargo de rector de la Universidad de Luxemburgo), publica hoy en El País el artículo "Investigación de éxito incierto" donde defiende un cambio de modelo de política científica para incentivar la investigación con riesgo. Constata el agotamiento del modelo descrito más arriba, que en la actualidad es prisionero de un círculo vicioso. Los investigadores son evaluados por sus publicaciones, y la mejor manera de asegurarse publicaciones es no arriesgar en los temas de trabajo. Además la financiaón se concede en base a programas de líneas prioritarias a nivel regional, nacional o europeo que se han definido en función de la investigación (y las publicaciones) ya existentes, lo que incentiva la continuidad. Por último, los programas de financiación buscan maximizar su propio éxito, medido, de nuevo, como publicaciones generadas por los proyectos financiados.
Tarrach defiende un modelo alternativo: "publicar menos pero mejor", buscando los temas de mayor repercusión científica y económica, aunque presenten mayores riesgos (fracaso que implica no publicar, al menos en el sistema tradicional). No olvidemos que el fracaso también genera conocimiento y puede abrir nuevas vías muy productivas (siguiendo la teoría de la creación destructiva de Schumpeter).
Para ello se necesitan sistemas de financiación alternativos, menos burocráticos y regulados pero mucho más exigentes con los resultados. Además, se precisan sistemas de evaluación que permitan valorar las investigaciones fallidas, de modo que el riesgo que asume el científico no lo penalice cuando los fracasos no dependen de la calidad de su trabajo si no del elevado riesgo asumido.
Pone como ejemplo a un viejo conocido de este blog: Neil Gershenfeld, del Center for Bits and Atoms del MIT, y uno de los creadores de los Fab Labs. Y aprovecho para dedicar esta entrada a esos "admiradores" de mi "obsesión" con los fablabs.