Internacional Herald Tribune publicó el 27 de Mayo un artículo (Mongolians test allien idea: Privatizing the land) que cuenta una historia y experimento fascinantes (al menos para los que no lo sufrimos). Los mongoles han sido tradicionalmente ganaderos nómadas por lo que el desarrollo urbano es hoy en día muy escaso (prácticamente inexistente más allá de la capital Ulan Bator) y no existen derechos explícitos de propiedad de la tierra. Aunque en realidad si existen derechos tradicionales de uso que permiten a los diferentes grupos repartirse las rutas de tránsito y las zonas de alimentación del ganado.
Ahora, el gobierno mongol desea (o al menos ese es su fin reconocido) desarrollar ciudades e introducir a su población en la economía de mercado. Para ello está concediendo derechos de propiedad (en la línea de las teorías de Hernando de Soto) a los individuos con la idea de fijarlos al territorio, eliminar sus hábitos nómadas y desarrollar nuevas actividades económicas más modernas. Hasta el momento, parecen existir bastantes problemas en la respuesta de la población que sufre graves problemas culturales de adaptación y es poco eficiente en las nuevas actividades económicas.
El artículo de IHT parece concluir que este experimento demuestra que la economía de mercado y los derechos de propiedad pueden no ser adecuados para Mongolia. No creo que este sea el problema, más bien todo lo contrario. Para mi el problema está en tratar de crear un sistema de mercado (por definición auto-organizado y descentralizado) a través de un proceso de planificación centralizada (y en este punto, el gobierno mongol no sigue en absoluto las ideas de Hernando de Soto). En realidad, ya existían previamente mercados y derechos de propiedad de facto, que habían surgido históricamente por las relaciones de las diferentes comunidades nómadas y que parece ser funcionaban correctamente para los fines que perseguían. Lo que se crea ahora son otro tipo de derechos de propiedad que fuerzan a un cambio de actividad económica (y de modo de vida) y se impone un tipo de mercado determinado. Como en tantas otras ocasiones, los gobiernos parecen confundir los términos impidiendo que sean los ciudadanos los que tomen sus propias decisiones libremente.