He participado en un grupo de trabajo sobre la gestión informativa en las catástrofes marítimas, motivado por la marea negra del Prestige. En este contexto he preparado un pequeño ensayo con algunsa reflexiones; supongo que en breve se publicarán los textos que se han elaborado incluyendo el mio. Por lo de pronto, lo he colocado en el blog de investigación de nuestro grupo y también lo incluyo aquí para los lectores interesados. Esta es la versión pdf
Reflexiones sobre la gestión informativa de las catástrofes marítimas
Los últimos meses y años han sido, por desgracia, pródigos en catástrofes naturales de diversa naturaleza que han puesto a prueba nuestros sistemas de previsión, respuesta temprana, ayuda humanitaria, restauración ambiental y recuperación socioeconómica. A pesar de las idiosincrasias propias de cada catástrofe (causas, condicionantes socioeconómicos, instituciones involucradas), de todas ellas se pueden desprender enseñanzas de gran interés para el futuro.
Así como la experiencia de otras catástrofes puede sernos
extremadamente útil, los sistemas de gestión y organización diseñados para
“tiempos normales” suelen ser de utilidad limitada. Y esto es así por una serie
de características que comparten las catástrofes naturales, y que las
diferencian de otros problemas con los que se enfrentan la sociedad y los
gobiernos: previsibles de un modo muy limitado y sólo estadísticamente tanto en
el espacio como en el tiempo; medios de respuesta casi siempre escasos respecto
a la magnitud de los daños; una tendencia inicial al pánico por parte de la
ciudadanía; y un déficit de conocimiento científico y técnico para evaluar
daños y dirigir
A la complejidad de la gestión de una catástrofe se une la complejidad de nuestras sociedades, difíciles de controlar y organizar. Por ambas razones, los modelos de gestión adaptativa, que aprenden de la experiencia y se modifican (adaptan) sobre la marcha, son cada vez más relevantes como sistemas de gobierno en situaciones nuevas y caracterizadas por una gran incertidumbre. Pero, en general, las instituciones públicas, presentan grandes inercias burocráticas que les impiden dar respuestas rápidas a entornos cambiantes y utilizar eficazmente la información y experiencia que ellas mismas y el resto de la sociedad civil pueden aportar (en el caso de catástrofes, prácticamente en tiempo real).
En cualquier caso, la información juega un papel crucial en
la prevención y respuesta a catástrofes y por tanto la gestión de la
información va ser determinante del éxito o fracaso.
El papel de la
información: poder duro vs. poder blando
En muchas ocasiones las autoridades públicas siguen creyendo en la utopía del control total de la información y de las acciones de respuesta a una catástrofe. Suelen olvidar que las sociedades democráticas tienen mecanismos de toma de decisiones colectivas por los ciudadanos que funcionan de forma autónoma. Las administraciones deben asumir esta realidad, que debería alegrarles como ejemplo de madurez social, y actuar en consecuencia. Por el contrario, y la catástrofe del Prestige supuso un buen ejemplo, el poder político suele actuar como un poder duro que intenta establecer un control férreo y jerárquico de la información, utilizando a la sociedad civil (y a sus componentes relevantes como ONGs, científicos, etc) sólo como apéndices útiles para articular acciones concretas dirigidas siempre “desde arriba”.
Pero, a pesar de los intereses políticos más o menos confesables, nuestras sociedades están escasamente jerarquizadas y forman redes en las que la información es ubicua y juega un papel organizativo clave. Así los medios de comunicación aparecen como actores principales constituyendo un poder blando. Ellos son los que, al menos hasta el momento, seleccionan y amplifican los problemas que acaban preocupando a los ciudadanos y los que, de una forma difusa, acaban conformando la opinión y la toma de posición de los ciudadanos. Por tanto, entender el comportamiento de los medios es fundamental para comprender la respuesta ciudadana a las catástrofes. Finalmente la respuesta política acaba estando también influida por lo medios, dado que los políticos acaban actuando como respuesta al estado de opinión social que, a pesar de sus esfuerzos, ellos no controlan al menos totalmente.
El tratamiento de la información científica y técnica en la prensa
Una parte de la información en juego en una catástrofe tiene una naturaleza científica y técnica (recordemos a modo de ejemplos el comportamiento químico del fuel del Prestige o los sistemas de predicción climatológica y su aplicación potencial a los tsunamis). Los medios de comunicación suelen tratar esta información de un modo parcial introduciendo diversos sesgos motivados por el interés mediático que, en muchas ocasiones, no se acopla adecuadamente con la importancia objetiva de los hechos.
En primer lugar existe un claro problema de horizontes temporales. Los medios se mueven en el corto plazo (días y en ocasiones unas pocas horas) mientras que muchos daños derivados de una catástrofe y la mayor parte de los estudios científicos sólo son observables y realizables en el medio y largo plazo (meses y, en general, años). En segundo lugar, existen sesgos en los temas de interés para los medios: ¿los más importantes social, económica o ambientalmente?, ¿los más urgentes?, ¿los más atractivos mediáticamente? Finalmente, muchos de los problemas suscitados son intrínsecamente complejos y difíciles de explicar; ante esta situación o bien son obviados o bien se simplifican peligrosamente favoreciendo interpretaciones populares erróneas. En general, todos los problemas que implican un riesgo son difícilmente comprensibles por la población: no existen certezas, sólo una probabilidad más o menos precisa, de que un determinado suceso ocurra o no. El caso de la seguridad alimentaria en las mareas negras puede ilustrar este problema. Los criterios de seguridad alimentaría se establecen en función de la relación compleja entre múltiples factores que incluyen datos científicos objetivos (pero que en sólo se conocen de modo parcial o son muy difíciles de medir) y decisiones “arbitrarias” sobre los niveles y tipos de riesgo admisibles. Unamos todos estos factores, situémoslos en una crisis y entenderemos las dificultades de, primero, tomar decisiones, y segundo, explicar esas decisiones a la sociedad. Y en esa explicación el papel de los medios es imprescindible.
Por si el problema no fuese suficientemente complejo, y volviendo a algo ya comentado anteriormente, nos movemos en redes sociales con flujos de información multidireccionales. Ni las autoridades políticas cuentan con todo el conocimiento (ni están dispuestas a proporcionarlo), ni los medios se deben restringir a una única fuente “oficial”. A pesar del escaso interés mediático por la información científica, en casos de crisis los medios acuden a la comunidad científica “independiente” buscando respuestas, muchas veces rápidas y simples, a los problemas suscitados. Pero, ¿cuál es la relación de los científicos con los medios?: normalmente se mueven entre el miedo a la banalización o simplificación excesiva y la necesidad de ayudar en la resolución de problemas. La escasa cultura de divulgación científica de calidad y su poca experiencia en foros públicos suele retraer a los científicos a posturas más cómodas y menos arriesgadas (inhibirse o apoyar acríticamente y en la sombra a las autoridades).
Por otra parte, se suele acudir a los científicos esperando la verdad absoluta. Pero no existe la ciencia objetiva y aséptica. Toda investigación, desde su diseño y financiación hasta su difusión contiene elementos con una intencionalidad o susceptibles de ser empleados políticamente. Esto nos lleva a otro problema: ¿Como evaluar la calidad de la ciencia que se utiliza para informar a los ciudadanos?. Los medios deberían contar con asesores científicos, con una relación de confianza mutua asentada en un trabajo previo. Complementariamente, sólo la diversidad de opiniones científicas puede permitir generar una opinión completa y robusta.
El uso de la información científica por los propios científicos
Pero las necesidades informativas ante una catástrofe no se restringen a la comunicación con la sociedad o la organización de respuestas de emergencia. Los propios científicos en su trabajo de evaluación y respuesta requieren del uso de información científica y técnica. Esta información, aunque en muchas ocasiones existe, no suele estar disponible para su uso, al menos en España. Vivimos en una paradoja poco conocida pero muy grave. Buena parte de la información científica que se genera con fondos públicos no está accesible para su uso por la sociedad. En el mejor de los casos, esta información se hace pública como artículos científicos en que se resumen resultados, pero no se aportan los datos originales. En el peor de los casos, la información permanece oculta en los archivos privados de centros, grupos de investigación o científicos individuales. Y en general el científico no tiene mayor interés en dificultar el acceso, simplemente no existe una infraestructura organizativa y administrativa que lo permita; las autoridades nunca se han preocupado de la posible utilización para el bien común del trabajo que ellos mismos han financiado.
La solución a esta paradoja podemos encontrarla al otro lado del Atlántico. Países como EEUU cuentan con una legislación y unas instituciones públicas que garantizan la existencia de bases de datos abiertas y públicas que recopilan los resultados de investigaciones científicas y que se ofrecen para su uso libre en nuevos estudios. Estas bases proporcionan la infraestructura informativa adecuada para por ejemplo el desarrollo de trabajos urgentes de evaluación y lucha contra la contaminación. Por el contrario, en España, ni tan siquiera la infraestructura cartográfica básica (elemento imprescindible en respuestas a catástrofes) es accesible (ni mediante pago previo en muchos casos). Podíamos resumir esta situación con una ironía muy real. Hoy en día es más fácil obtener datos cartográficos y ambientales de una localidad cualquiera de Florida o Iowa que de cualquier ría gallega. Los datos americanos puede usted conseguirlos gratis desde su casa con una buena conexión de banda ancha. Para obtener los datos gallegos debe identificar a su interlocutor (tarea casi siempre imposible), solicitarlos y esperar (a menudo indefinidamente) una respuesta, sólo para descubrir semanas o meses después que alguna oscura ordenanza o reglamento impide su utilización pública. No debemos preocuparnos por estos impedimentos, cuando obtenemos una respuesta ya la catástrofe ha finalizado.
El papel emergente de
las tecnologías de la información y del periodismo ciudadano
Pero, a pesar de todo lo dicho anteriormente, posiblemente gran parte de las enseñanzas de la catástrofe del Prestige (iniciada en Noviembre de 2002) no sean válidas a día de hoy. Las tecnologías de la información y, en particular, Internet, la telefonía móvil y las herramientas de software social están modificando (inviertiendo) los flujos de información y descentralizando su control. El tsunami que asoló el Índico en Diciembre de 2004 marcó la puesta de largo pública de los “periodistas ciudadanos” (“grassroots journalists”). Ciudadanos “normales” que “armados” con acceso a la red o teléfonos móviles y blogs y wikis pueden difundir a todo el mundo textos, imagen y sonido de la información que consideren relevante. En el caso del tsunami del Océano Índico, estos “nuevos medios” permitieron organizar la localización de víctimas y desaparecidos y la asignación eficiente de una parte de la ayuda humanitaria. Muchas de estas iniciativas fueron espontáneas y auto-organizadas. La colaboración y ayuda mutua están en la propia naturaleza humana y las nuevas tecnologías están simplemente ayudando a eliminar las barreras que antes impedían este tipo de respuestas.
¿Cómo deben actuar las instituciones y los medios tradicionales ante esta nueva forma de gestión de la información? Puede surgir la tentación del control o de la indiferencia. Mucho más rentable y oportuna puede ser la incorporación de estos nuevos sistemas de información tanto en los protocolos de gestión de catástrofes (por primera vez se pueden gestionar ágilmente y en tiempo real los datos proporcionados por un elevado número de personas distribuidas en la zona geográfica afectada) como en la difusión de la información a la sociedad. Las alianzas entre medios tradicionales y los informadores amateurs pueden ser especialmente útiles para proporcionar una información relevante, diversa y en tiempo real.
Algunas reflexiones para
la gestión de la información científica tras la catástrofe del Prestige
La catástrofe del Prestige
supuso una crisis social y generó un movimiento de contestación muy importante.
En este sentido, el clima sociopolítico existente en las primeras semanas y
meses después del inicio del vertido creó, sin lugar a dudas, unas condiciones
totalmente inadecuadas para el trabajo científico, poniendo de manifiesto al
mismo tiempo las limitaciones que la organización de la ciencia española y gallega
imponen a la hora de dar respuesta a problemas de este tipo. La actividad científica estuvo
en ciertos momentos en el centro del debate público y de los enfrentamientos
políticos, y las actitudes y respuestas de los científicos fueron condicionadas
por este contexto sociopolítico. Posiblemente, esta situación ha creado el peor
contexto posible para la realización del trabajo científico.
Los efectos ecológicos de una marea negra (y sus consecuencias socioeconómicas) dependen de multitud de factores de difícil predicción, lo cual da pie, en un caso como este, a valoraciones totalmente contrapuestas debidas a especulaciones basadas en información parcial y/o intereses sociopolíticos más o menos legítimos (desde la precaución para no producir alarmas innecesarias, a la ocultación interesada de información con el fin de proteger una determinada acción política o sector económico). Además, el nivel de interés social disminuye casi exponencialmente con el tiempo, mientras que la obtención de información objetiva requiere de plazos largos, y es precisamente en la primera fase donde las valoraciones tienen un carácter más especulativo.
Dos ejemplos de acciones de comunicación nacidas en el seno de las universidades y centros de investigación constituyen buenos ejemplos de algunos de los fallos existentes en la gestión informativa por parte de las autoridades públicas y los métodos tradicionales. Profesores de la Universidad de Vigo crearon el 21 de Noviembre de 2002 una página web "co obxectivo de recoller, de forma rigurosa e obxetiva, información técnica e científica sobre a marea negra producida polo Prestige", ante la falta de información oficial. Esta página se constituyó rápidamente en una referencia para el seguimiento de la marea negra mediante las aportaciones de diversos científicos y la síntesis de información y monitorizaciones de instituciones francesas, portuguesas y españolas. Por otra parte, 422 científicos marinos españoles de todo tipo de instituciones publicaron una carta en la revista Science en la que presentaban un análisis de las claras evidencias científicas que desaconsejaban el alejamiento del buque y que permitían predecir fácilmente la trayectoria de la marea negra. Esta carta generó una abundante polémica tanto en los medios de comunicación como a nivel político al denunciar un hecho muy concreto y estar avalada por un elevado número de profesionales. Todo esto sucedió hace menos de tres años; no es difícil imaginar la repercusión que este tipo de respuestas podrían tener hoy en día utilizando de un modo inteligente las nuevas tecnologías de comunicación y el software social en auge.
En un plano más técnico, es evidente hoy en día que se necesitan sistemas de gestión de la información existente sobre los recursos naturales y ecosistemas de las zonas de interés. En la actualidad la información existente sobre estos aspectos es importante cualitativa y cuantitativamente y potencialmente muy útil, pero su escasa sistematización hace muy difícil un acceso rápido. En este sentido, no existen iniciativas de creación y mantenimiento de bancos de datos de acceso abierto sobre ecosistemas y recursos marinos, ni tan siquiera cartografías digitales de acceso abierto. Estas herramientas son imprescindibles para poder tomar decisiones rápidas y bien informadas por parte de los gestores y grupos de trabajo en situaciones de crisis.