José Antonio Millán ha creado una página (Google y Europa: la saga continua) con 'un pastiche de noticias y artículos aparecidos en esta web más extractos de mi pieza "..Y Google Raptó a Europa", publicada en El País, el
22 de marzo del 2005'.
Millán recopila información y opiniones de todo tipo sobre el proyecto Google Print en Europa y la furiosa respuesta de algunos intelectuales y dirigentes culturales franceses (seguida sin el menor atisbo de autocrítica por muchos otros países europeos). Yo ya escribí en su momento tanto del artículo en El País de José Antonio Millán como del tema de la polémica (reconozco que usando la ironía, pero visto el panorama es lo único que nos queda).
Yo, de toda la recopilación, me quedo con un comentario de Javier Candeira, Candyman, en Barrapunto, quizás pueda sonar un poco "brusco" pero afronta el problema sin rodeos y detalla las verdaderas razones (y peligrosas consecuencias) de la oposición al proyecto:
Yo seré menos sutil que José Antonio Millán. Vaya merluzo que tenemos los europeos dirigiendo una de nuestras grandes bibliotecas.
La respuesta francesa es un plan digitalizador centralizado, y que podría considerar incluir a Microsoft en el proyecto (porque si alguien entiende los beneficios de la diversidad cultural es Microsoft), hacer su propio motor de búsqueda (porque Google tiene demasiada capitalización bursátil, como se puede leer en el artículo original) y, por supuesto, un montón de ampulosa retórica sobre la "diversidad cultural". Pero quién interpreta a Jeanneney en esta película, ¿Louis de Funes?
A mi juicio, lo que no entiende el director de la Biblioteca Nacional Francesa es que no hace falta hacer un "Google Europeo", que la mera idea de algo tan restrictivo es una memez. Lo que tienen que hacer las bibliotecas nacionales de cada país es digitalizar sus fondos y ponerlos a disposición del mundo, para que los alberguen Archive.org o biblioweb.cc, los distribuyan los propios ciudadanos con bittorrent, kazaa, emule, freenet; los indexen Google o Yahoo (o Teoma, o Nutch), y los reediten Planeta o Traficantes de Sueños, o la fotocopiadora de la esquina. Para esto hay que digitalizarlos en estándares abiertos, y no poner trabas tecnológicas a su acceso ni cortapisas legales en forma de copyrights restrictivos.
Para mí esta queja es como decir que "vaya faena que en Suecia den atención dental gratuita a todos los ciudadanos, que así vamos mal porque los Suecos tendrán la supremacía dental del planeta, y que la solución es hacer obligatorio el uso de fundas de cemento y alquitrán para los dientes de la población, que así no les saldrán caries, se van a enterar estos Suecos cómo las gastamos los latinos". Hacia la diversidad dental, vaya.
Pues sí, porque la idea francesa ha sido hacer un proyecto como Gallica, que desde la propia Francia se ha criticado como "quizá no el mejor ejemplo de indexación abierta": frames dentro de frames, cada libro escaneado en pdfs de una sóla página; en muchos casos los libros son páginas escaneadas en calidad ligeramente superior a la calidad fax, no es texto.
Pero lo peor es el copyright (perdón, "los droits d'auteur") de lo más restrictivo: toda reproducción no privada que no sea de citas breves requiere de permiso previo de la Biblioteca Nacional de Francia para su uso. ¿Qué demonios es esto y por qué se tolera?
Incluso si aceptamos al 100% el modelo de copyright tradicional, la función de las bibliotecas públicas, pagadas con el dinero del erario público, es proporcionar acceso a los libros al público, sin discriminación alguna, sea cual sea su propósito. Si un escolar quiere hacer un trabajo de clase o un editor publicar un libro, eso no es asunto de una Biblioteca Nacional en el mundo de los objetos físicos. ¿Por qué habría de serlo en el mundo virtual de la pura información?
Nada sería mejor para la cultura francesa y para la diversidad cultural que los editores pudieran usar los contenidos de Gallica comercialmente, de la manera que fuera. Sin permiso previo. Como nota aparte, es importante señalar hasta qué punto de nuevo el copyright y los derechos de autor, muchas veces señalados como motores de la difusión cultural, son aquí de nuevo un freno.
Sinceramente, me gustan la cultura francesa, la diversidad cultural y las Grandes Bibliotecas Nacionales tanto como al que más. Pero en esta trifulca idiota estoy del lado de Oxford, Harvard, Stanford, la Biblioteca Pública de Nueva York, Google. Por lo menos lo están haciendo bien, y sus productos me son útiles, que es mucho más que lo que puedo decir de los de Gallica.
Por cierto, la viñeta apareció en The Economist el 2 de abril del 2005.