Uno de las propuestas centrales del artículo de Jiry Engeström para las ciudades creativas (en Cities, technology, and ceativity) es el desarrollo de redes wifi abiertas. Ramón
Sangüesa discutió en Reflexiones inseguras las propuestas de Engeström, y yo mismo he comentado como usar política y tecnología para lograr ciudades creativas, dejando para esta entrada la cuestión de las redes wifi.
La creación de redes wifi de acceso universal (por cobertura espacial y precio) en las ciudades ha sido un tema de muy amplio debate en los últimos tiempos. El debate hasta el momento ha enfrentado a los defensores de la
iniciativa privada para la provisión de acceso inalámbrico y los
partidarios de iniciativas públicas, y se ha desencadenado como consecuencia de diversas iniciativas municipales que han sido denunciadas como competencia desleal por los operadores privados. Dentro de los defensores de la iniciativa pública podemos encontrar dos grupos: los que consideran que la iniciativa pública debería abarcar
tanto la creación de la infraestructura básica como el servicio a los
ciudadanos, y los que, defeniendo el papel público en el primer
tramo, proponen que el servicio a los ciudadanos sea prestado
por operadores privados que exploten la infraestructura pública.
Una tercera opción son las iniciativas ciudadanas con ejemplos como NYCWireless a nivel internacional o ZaragozaWireless a nivel nacional. Las iniciativas "CiudadWireless" son innumerables, pero parece que en ningún caso han logrado la masa crítica necesaria para convertirse en un modelo de acceso wifi universal. Posiblemente su gran mérito ha sido poner de manifiesto la necesidad de estas redes, actuar como revulsivo a administraciones y empresas, y crear un modelo que si es operativo a más pequeña escala. Aún así, han sido otro objetivo de las denuncias de los operadores "tradicionales".
En el debate entre iniciativa pública y privada, ambos bandos defienden que su propuesta es la que mejor promueve la innovación. Los "pro-iniciativa privada" defienden que las reglas del mercado se bastan por si mismas para crear servicios wifi de calidad (y si no existen ahora mismo en muchos lugares es precisamente por las perversiones que introduce la intervención pública).
Los "pro-iniciativa pública" (el sitio MuniWireless constituye un buen lugar para conocer más sobre estas iniciativas) defienden que las redes wifi constituyen una infraestructura/servicio básico imprescindible para el desarrollo de otras actividades innovadoras y creativas y que una ciudad no se puede permitir esperar a que la iniciativa privada cree las redes. Además, este bando argumenta que, dada la historia de los operadores de telecomunicaciones en muchos países, este sector constituye hoy en día un monopolio u oligopolio con escaso interés por competir en el sector de las redes inalámbricas. Por eso, y dado que el problema del oligopoplio en las telecomunicaciones no parece que esté en vías de solución, defienden la iniciativa pública como única alternativa rápida.
Los argumentos de los partidarios de las redes de operadores privados se basan en la aplicación de la ortodoxia de la economía de mercado a este asunto y son fáciles de comprender. Más sutiles son los argumentos que utilizan muchos defensores de las redes wifi municipales públicas que a su vez son emprendedores y defensores de la competencia y de los mercados. Así, merece la pena consultarse los argumentos de gente como:
- el propio Jiry Engeström, que en Mini Wi-Fi creates growth, defiende (para el caso de Helsinki) que la creación de esta infraestructura permite el desarrollo privado de nuevos proyectos basados en el acceso universal y de alta velocidad a Internet.
- Joi Ito, en Municipal networks, the great equalizer, apoya la propuesta de Micah Sifry
- que defendió Wifi as equalizer en Rasiej for Public Advocate. Andrew Rasiej es un candidato demócrata a Public Advocate de la ciudad de Nueva York y su campaña tiene como uno de sus ojos la defensa del acceso abierto a Internet mediante iniciativas públicas. Todos ellos defienden las redes wifi abiertas y públicas como una forma de devolución de poder a los ciudadanos y de fomento de la innovación bottom-up. Sus argumentos defienden el poder de cambio que proporciona el acceso a Intenet, en especial entre los más pobres y marginados. Por otra parte, Joi Ito comenta que dada la reducción de costes que ha experimentado la creación de redes wifi y la simplificación de la tecnología que las soporta, las redes wifi están pasando de convertirse en un servicio a ser un simple producto (que requiere un mínimo mantenimiento que casi cualquiera, hasta una administración pública, podría realizar; la ironía sobre la capacidad de los gestores públicos es mía). A modo de ejemplo, en ALT1040 nos presentan a la empresa Lumin LLC que fabrica puntos de acceso Wi-Fi con paneles solares integrados (de este modo ya es posible conseguir redes y puntos de acceso totalmente autónomos que podrían operar de modo indefinido con muy escasa supervisión).
- Thomas Friedman en su columna de The New York Times de 3 de Agosto (Calling all luddites) defiende las propuestas sobre acceso a Internet de Andrew Rasiej al comprobar el atraso de EEUU en comparación con otros países que han llevado este objetivo al centro de su estrategia política y han desarrollado iniciativas públicas.
Sobre si las wifi municipales afectaban a la libre competencia ya dejé aquí mi opinión hace un tiempo (apoyando un comentario de Enrique Dans en defensa de las iniciativas públicas). Tras este comentario, he seguido reflexionando sobre el tema y, debo confesar, mi postura fluctúa sin decantarse entre el apoyo a las wifi municipales, como método más rápido para lograr un objetivo prioritario y urgente, y la defensa de las iniciativa privada, por su mayor eficacia y verdadero motor de la innovación.
Sopesando los argumentos de ambos bandos, para mi existe una respuesta teórica clara al problema: la iniciativa privada. Pero esta solución teórica sólo funcionará cuando se den una serie de condiciones que permitan configurar un mercado verdaderamente libre y competitivo de operadores de redes inalámbricas. Creo que estas condiciones no se dan en muchos casos. Por tanto la respuesta práctica no puede ser única: en función de las circunstancias locales existen diferentes soluciones válidas si queremos generar una infraestructura wifi universal de un modo rápido. Por tanto todo dependerá de los objetivos; para mi diferentes opciones son válidas si el objetivo fundamental e inmediato es conseguir rápidamente una muy amplia cobertura y proporcionar un acceso barato a los ciudadanos.
Haciendo un ejercicio de síntesis, creo que se pueden identificar cinco formas básicas en las que se puede gestar la creación de redes wifi en las ciudades :
- iniciativa privada por operadores de telecomunicaciones (o nuevos actores que puedan entrar en este mercado) de modo que la competencia, que proporciona capacidad de decisión al ciudadano, permite obtener una amplia cobertura y precios competitivos.
- iniciativa pública (municipal) para crear la infraestrctura básica que será explotada por operadores privados que ofrecerán el servicio de acceso a los ciudadanos (a su vez los operadores deben pagar por el uso de la infraestructura lo que permite su mantenimiento y mejora). Este es el modelo que, por ejemplo, se sigue en España con el mercado de la electricidad.
- iniciativa pública para crear tanto la infraestructura como para proporcionar acceso a los ciudadanos. En este caso, el operador público debería permitir el uso de las infraestructuras a cualquier operador privado que esté interesado en entrar en este mercado. Idealmente, los operadores privados podrían ir haciendose con cuota de mercado "obligando" al operador público a retirarse del negocio del servicio a los ciudadanos.
- operadores de telecomunicaciones, en situación de monopolio u oligopolio, que empiezan a ofrecer acceso vía Wifi. La escasa, o nula, competencia origina "vacíos" en la cobertura e impide la reducción de precios.
- un operador público se convierte en único proveedor de acceso de un modo ineficiente (con un coste muy elevado) e ineficaz (una parte de los ciudadanos no acceden al servicio y/o este es de mala calidad).
La ordenación que he utilizado es en realidad mi ránking desde la opción ideal a la peor posible. Desde mi punto de vista cualquiera de las tres primeras opciones es válida y deseable (si las circunstancias lo aconsejan), mientras que las dos últimas constituyen los escenarios indeseables que deberíamos evitar.