Mario Vargas Llosa, en su artículo Hacerse el sueco publicado en El País, utiliza el trabajo e ideas del exiliado chileno, historiador y parlamentario liberal sueco Mauricio Rojas para revisar el modelo sueco de crecimiento económico y bienestar social. El artículo merece ser leído con detenimiento para descubrir tanto la historia vital e intelectual de Rojas como un análisis "diferente" del caso sueco.
Sobre Mauricio Rojas:
Como muchos de sus compatriotas chilenos, al establecerse la dictadura de Pinochet en su país Mauricio Rojas partió al exilio y obtuvo refugio en Suecia. Pero, a diferencia de otros exiliados, que permanecen en esta condición -física y mental- hasta que pueden reintegrarse a sus países, él decidió integrarse a la sociedad que le había abierto las puertas. Lo consiguió, me figuro que al cabo de enormes esfuerzos. Aprendió sueco, se doctoró en Historia Económica en la Universidad de Lund, donde ha enseñado en la Facultad de Ciencias Sociales. Ha sido presidente del think tank Timbro, creado para defender la economía de mercado y propiciar la reforma del Estado de bienestar y, desde septiembre de 2002, es diputado en el Parlamento sueco por el Partido Liberal. Allí se ha especializado en políticas de inmigración y desarrollo y es autor de un ambicioso proyecto para la abolición de la política agrícola de la Unión Europea, que propone la apertura irrestricta de los mercados europeos y la abolición de todos los subsidios a los productos agrícolas y agroindustriales, medida que de adoptarse favorecería al África y al Tercer Mundo en general más que todas las condonaciones de deuda prometidas.
Con respecto al modelo sueco, Vargas Llosa hace referencia al último libro de Rojas (Suecia después del modelo sueco), donde se ponen de manisfiesto una serie de características poco conocidas del sistema de bienestar social que fueron claves para superar la crisis de los 90:
- ¿Cuántos de los lectores de este artículo sabían que en Suecia funciona desde hace años y con absoluto éxito el sistema de vouchers o cheque escolar promocionado desde hace tantos años por Milton Friedman para estimular la competencia entre colegios y escuelas y permitir a los padres de familia una mayor libertad de elección de los planteles donde quieren educar a sus hijos?
- ¿Cuántos de mis lectores sabían que los trabajadores suecos ya han conquistado el derecho de disponer libremente de parte de sus ahorros para la jubilación colocando estas sumas en una gran variedad de fondos alternativos?
- Las reformas han desmantelado una serie de monopolios estatales, privatizando total o parcialmente numerosas empresas en el área de telecomunicaciones, transportes urbanos, infraestructura y producción de energía y mediante la desregulación de otros campos donde, en la actualidad, las empresas públicas se ven forzadas a competir con las privadas en condiciones más o menos equitativas. Todo lo cual, dice Mauricio Rojas, ha ido convirtiendo "a Suecia en una sociedad de bienestar mucho más humana y libre, donde una multiplicidad de actores tanto públicos como privados participan como productores y donde el consumidor ha logrado una libertad de elección cada vez más amplia".
Seguro que además de Vargas Llosa, la inmensa mayoría de la población (incluyendo muchos de los defensores del sistema nórdico) desconocían estos aspectos del esatdo de bienestar sueco.
Aún así, se argumenta muchas veces que, en cualquier caso, el estado de bienestar socialdemócrata clásico funcionó en Suecia durante décadas y permitió un gran crecimiento económico. Esto es cierto, pero parece más discutible la relación causa-efecto (el estado de bienestar fue posible por el crecimiento, pero no promovió el crecimiento):
El sistema funcionó en Suecia porque allí la bonanza económica precedió a la asunción por el Estado de todas las responsabilidades de protección social, y porque el intervencionismo estatal, ecuménico en lo relativo a la prestación de servicios sociales-educación, salud, jubilación, protección a la vejez- tuvo un límite que nunca traspasó: el de la creación de la riqueza, donde la empresa privada gozó de un amplísimo margen de libertad para ejercer todas las iniciativas y desarrollar toda su creatividad, regulada sólo por las reglas del mercado. Lo cual da una tardía justificación a una tesis de Marx que sus discípulos luego olvidaron: el socialismo será la última etapa del capitalismo, no la primera. En países pobres y preindustriales el socialismo fracasa irremisiblemente porque no hay riqueza que repartir, sólo más pobreza. Y el estatismo y el colectivismo jamás han sido capaces de desarrollar y modernizar un país.
En resumen, hagámonos los suecos, pero de verdad, y en dos sentidos: 1) no hagamos oídos sordos a la realidad del sistema escandinavo, y 2) apliquemos la receta completa si realmente creemos en su sistema.
El sitio del think-tank Timbro y el blog de Johan Norberg son buenos lugares para conocer esta perspectiva del modelo sueco y más detalles del trabajo de Mauricio Rojas.