Juan Carlos Rodríguez, en Globalización y cultura, comenta un reciente artículo de Tyler Cowen, uno de los cerebros detrás de Marginal Revolution, publicado en The New Zealand Herald y titulado Free of the tyranny of place. El artículo divulga las ideas de Cowen sobre los efectos de la globalización en la diversidad cultural. Juan Carlos hace un buen resumen y traduce parte del artículo, por lo que sólo destacaré aquí dos temas que me parecen especialmente relevantes:
- la globalización tiene un efecto complejo sobre la diversidad cultural: incrementa la diversidad existente (ofertada) en una localidad que además de sus formas culturales "nativas" pasa a tener acceso a otras "culturas", pero, como consecuencia, disminuyen las diferencias entre regiones.
- la cultura es (o debería ser mal que le pese a algunos) un proceso dinámico y vivo y por tanto está sometida al proceso de creación destructiva que ya propuso Joseph Schumpeter como motor de la innovación. Esto implica que algunas formas culturales tienen éxito y se expanden, mientras que otras fracasan y desaparecen. La globalización no hace más que acelerar este proceso de creación destructiva, provocando tasas de creación y destrucción mayores que en situaciones de aislamiento cultural.
Estos son en realidad efectos obvios pero no bien entendidos. Así se puede comprender por que los partidarios bienintencionados de las "excepciones culturales" aleguen que la ausencia de barreras o de subsidios ponen en peligro las culturales locales y por tanto disminuyen la diversidad cultural. [Los partidarios malintencionados buscan en realidad su propia subsisntencia evitando la competencia]. El efecto de la globalización sobre la diversidad cultural es una cuestión de escala; deberíamos preguntarnos por qué y para qué (o quienes) deseamos mayor diversidad cultural. Si nos interesa la diversidad cultural por que permite una mayor riqueza intelectual y capacidad de opción y disfrute de los individuos entonces el efecto de la globalización es claramente positivo.
Algunos críticos aún alegarán que estas ideas no dicen nada de la "calidad" de la cultura resultante. Es cierto, el proceso de creación destructiva no tiene por que seleccionar a aquellas formas culturales que se correspondan con unos parámetros específicos que los especialistas (¿los críticos?) puedan definir como calidad. Pero desde mi punto de vista, la calidad es algo subjetivo que sólo puede ser definido por cada individuo y por tanto nadie debería arrogarse el derecho a definir los "estándares" de la calidad cultural para imponer esa calidad a los demás. Pensemos que sólo necesitamos una definición explítica de calidad si queremos promocionar unas formas culturales en contra de otras; si dejamos que los individuos elijan libremente la cuestión de la calidad es irrelevante.
Juan Carlos Rodríguez, en otro comentario, utiliza mi entrada Una dieta global como ejemplo de las ideas de Cowen. Este otro sobre el merkén chileno puede ser otro buen ejemplo en un tono menos irónico. El que unos españoles comenten un artículo de un estadounidense publicado en un periódico neozelandés es otro buen ejemplo de los efectos de la globalización.