Arcadi Espada escribió el pasado 28 de Julio una crítica descarnada, pero profundamente acertada, al artículo que el día anterior había publicado en la edición catalana de El País el arquitecto y urbanista Oriol Bohigas (Cloaca de miseria). Puede parecer una cuestión muy local y sin interés, pero, desde mi punto de vista, refleja muy claramente como, desde posturas presuntamente progresistas, se defienden en realidad privilegios y como nos preocupamos por la pobreza y marginación sólo cuando nos molesta personalmente.
Bohigas criticó el estado en que se encuentra la Plaza Reial de Barcelona (donde, nos descubre Arcadi Espada, vive el arquitecto), inundada por colectivos marginales que traen asociada delincuencia, inseguridad y deterioro del entorno. Bohigas llegar a echar de manos la "mano dura" de la derecha que no permitiría esta situación y pide una solución urgente al ayuntamiento (en realidad la expulsión de los marginales para restaurar la calidad de vida de los habitantes "legítimos" de la plaza).
¿Qué me transmite el artículo de Oriol Bohigas?: que no se preocupa de la marginalidad por si misma si no por sus consecuencias para otros habitantes de la ciudad (no me atrevo a afirmar que le preocupe sólo su propia calidad de vida, pero si la del grupo social donde se incluye). Su artículo no incluye una sola propuesta o preocupación sobre que hacer con los "indeseados" que deterioran la Plaza Reial.
Todo esto, hipocresías aparte, nos lleva a otra cuestión. Todas las ciudades tienen vávulas de escape, barrios más o menos marginales ocupados por colectivos marginales y donde las autoridades permiten ciertas actividades dudosamente legales (y que no permitirían ni por un minuto en otras zonas "más nobles" de la ciudad). Pero, culpabilizar sólo a las autoridades sería una simplificación: el problema de fondo es la existencia de esos colectivos; mientras existan, existirán sus actividades (que constituyen su modo de vida) y los gobernantes locales, en muchos casos, pueden sólo regular su localización espacial. El problema se hace visible sólo cuando los marginales se sitúan en los espacios o tiempos equivocados (como parece suceder en Barcelona).
Como otro ejemplo local, aquí en Coruña (y en otras ciudades gallega) existe un colectivo de mariscadores furtivos muy grande, ligado a la delicuencia y drogradicción. En realidad, son marginales que utilizan el marisqueo como una forma rápida de obtener recursos económicos. ¿Por qué?, por que esta actividad suscita menor rechazo y se realiza en los márgenes de la ciudad (donde es poco visible) y las autoridades (aunque no lo admitan públicamente) prefieren que existan mariscadores furtivos que delincuentes en el centro de la ciudad. La alternativa, controlar de modo efectivo a cientos o miles de personas, no se considera viable.
ACTUALIZACIÓN: Félix de Azúa crítica también en El País (Canícula elemental y fúnebre), de una forma muy ácida (y de nuevo acertada), el artículo de Oriol Bohigas. En este caso, coloca la protesta de Bohigas dentro del declive que está sufriendo la sociedad catalana que ha pasado de la intolerancia del patriotismo franquista a la intolerancia del nacionalismo, tras disfrutar tan sólo de "unas breves vacaciones".