La conservación de la biodiversidad ha pasado por diferentes fases a lo largo de su corta historia. En una de ellas, que aún domina en muchos países (incluyendo España), el objetivo fundamental era conservar especies emblemáticas (normalmente grandes mamíferos o aves) que se encontraban en peligro de extinción. Buenos ejemplos los tenemos en España con los casos del oso pardo o del lince ibérico, especies al borde de su extinción (y posiblmente condenadas a desaparecer por la fragmentación y reducción de su hábitat, un proceso imparable) en que se invierten grandes recursos para su mantenimiento, incluso ex-situ (con acciones como cría en cautividad, bancos genéticos, etc). En la inmensa mayoría de casos, estas especies, precisamente por su escasa abundancia, juegan un papel poco relevante en la funcionalidad ecológica y en los servicios que nos prestan los ecosistemas. Por el contrario, la tendencia más reciente en conservación busca conservar funciones y procesos más que hábitats y especies, con el objetivo de mantener servicios de los ecosistemas fundamentales para los humanos.
Los conservacionistas y la mayor parte de científicos no suelen aplicar un análisis de coste-beneficio y de asignación de recursos para priorizar las necesidades de conservación. Su planteamiento es simple: "todo" es importante y merece ser conservado y no es su función entrar a discutir sobre prioridades (más bien consideran que su papel es reclamar al estado el incremento de fondos para poder cubrir todas las necesidades). Pero la realidad es que la financiación disponible (sobre todo si sólo es pública) siempre es limitada. Teniendo en cuenta esto y asumiendo que el objetivo prioritario de la conservación deba ser la funcionalidad y servicios de los ecosistemas (esta sería otra discusión), cabría plantearse si es positiva o contraproducente la inversión en conservación en especies emblemáticas y poco relevantes funcionalmente. La respuesta a esta pregunta depende de si la finanaciación de la conservación es o no un juego de suma cero:
- si es un juego de suma cero, la financiación de proyectos de conservación de espeies emblemáticas va a detraer recursos de otros objetivos más importantes.
- si no es un juego de suma cero, estos proyectos "emblemáticos" pueden atraer una mayor atención sobre los problemas de conservación y de este modo se pueden generar nuevos recursos que pueden dedicarse a nuevos proyectos (algunos de ellos dedicados a la conservación de los ervicios de ecosistemas).
En mi opinión, la conservación basada en la iniciativa (y financiación) estatal es en gran medida un juego de suma cero. Esto es así por dos razones: la inversión en conservación no suele ser una prioridad gubernamental y las decisiones estatales no suelen basarse en los resultados previos de ciertas políticas (más bien todo lo contrario; no se invierte más en los proyectos que tuvieron resultados positivos en el pasado, pero si se suele gastar más cuando la mala gestión ha agravado un problema).
Por el contrario, la iniciativa privada no es un juego de suma cero, dado que lel incremento de atención social proporciona una mayor visibilidad a los proyectos, lo que atrae la inversón sin ánimo de lucro, y una mayor rentabilidad económica (por ejemplo, en actividades comerciales asociadas a la conservación como ecoturismo o venta de productos), que atrae inversión con ánimo de lucro.
Siguiendo este razonamiento, las iniciativas públicas de protección de especies emblemáticas son contraproducentes (detraen recursos de objetivos más importantes), y deberían dejarse a la iniciativa privada (donde si serían positivas por su poder de atracción y captación de nuevos recursos).
Por supuesto todo el razonamiento anterior supone una serie de simplificaciones que complican el análisis:
- En realidad, la iniciativa pública no es del todo un juego de suma cero. Los políticos dedican más inversión a aquellos temas que les producen más réditos electorales, y la publicidad positiva que pueden otorgar los proyectos emblemáticos provocaría la asignación de más recursos, pero seguramente estos nuevos recursos irían de nuevo a otros proyectos emblemáticos, creándose un círculo vicioso.
- La postura de conservacionistas y científicos ha evolucionado (y sigue haciendolo) hacia el pragmatismo y la necesidad de priorización.
- Aunque en España, la conservación está en buena parte en manos del estado, si existe iniciativa privada, sobre todo en lo que respecta a la financiación, aunque la elección de proyectos y su desarrollo sigue siendo preponderantemente gubernamental.