El número de 10 de septiembre de la revista The Economist incluye su análisis anual del estado de la educación superior en el mundo ("A survey of higher education"). Los artículos analizan la universidad desde diversos puntos de vista y revisa su estado en diferentes lugares del mundo. En conjutno, el informe proporciona una visión en profundidad de la evolución reciente de las instituciones universitarias, sus principales retos y oportunidades actuales, y las tendencias de futuro.
Como casi siempre en esta revista, el análisis es riguroso y equilibrado sin caer en excesos y simplificaciones. Aún así, seguro que las conclusiones del informe serán polémicas para muchos (especialmente entre los académicos y gestores universitarios europeos): el modelo americano es más exitoso y las universidades estadounidenses (y algunas asiáticas) están convirtiéndose en los actores dominantes en el "mercado global" de la formación universitaria. Pero un aviso a navegantes: todos aquellos críticos deberían reflexionar sobre las razones de su crítica (¿dudan que las cosas sean realmente así o les gustaria que el mundo fuese de otra manera?).
Desde mi punto de vista los argumentos y conclusiones de The Economist son muy acertadas y, nos guste o no, dibujan el escenario en el que las universidades deben moverse. En Abundando, Pablo Martínez Almeida comentó ya hace unos días estos artículos de The Economist para apoyar su opinión de que las universidades estadounidenses son mucho mejores que las europeas. Los comentarios a este post ilustran bien la diversidad de respuestas (y los argumentos críticos) que se generan sobre este tema.
Dos de los artículos que componen el informe de The Economist están accesibles libremente en la red, How Europe fails its young y el introductorio The brain business, pero otros sólo se pueden consultar por suscriptores o leerse en la revista "en papel".
El informe utiliza el Global ranking of top universities que publica la Shanghai Jiao Tong University como indicador de la calidad de las principales universidades. Baste decir que entre las 20 primeras 17 son americanas, y sólo Oxford, Camrbidge y Tokyo lograr posicionarse en esta "primera división global". Si analizamos las 50 ó 100 primeras, la situación no cambia apreciablemente y las universidades europeas siguen siendo muy escasas. Hay que esperar al puesto 170 para encontrar a la primera española, Autónoma de Madrid. Esta clasificación ha sido criticada por que se centra en instituciones dedicadas tanto a docencia como a investigación (gran parte de los indicadores utilizados miden la excelencia de los investigadores) y da mucho peso al tamaño (los indicadores no se normalizan por el número de profesores o alumnos de la universidad). Aún así, la clasificación que propone es aceptada como un buen indicador de la calidad relativa de las instituciones de educación superior.
Las universidades nacieron en Europa y el modelo de universidad investigadora tiene su origen en Alemania o el de comunidades universitarias organizadas alrededor de campus en Inglaterra. Pero, hoy en día son las instituciones de EEUU las que más éxito han tenido con la aplicación de los modelos nacidos en Europa. The Economist explica esta situación por la falta de capacidad de adaptación de la universidad europea a los recientes cambios sociales y económicos generados por la globalización y el desarrollo socioeconómico. Por el contrario, la universidad americana se ha adaptado perfectamente a los nuevos mercados y sociedades globalizadas, en gran parte gracias a su falta de modelo que les ha permitido adaptar su organización y estrategia de desarrollo. En Europa el modelo de universidad está fuertemente tutelado por el estado que se inmiscuye en todos los aspectos de la gestión universitaria, mientras que en EEUU no existe ningún tipo de planificación centralizada y estatal.
En The brain business se proponen 4 razones para explicar esta "superioridad" norteramericana:
- la democratización de la educación superior (lo que a veces se denomina masificación, que refleja claramente la tradición elitista de estas instituciones)
- el desarrollo de la economía del conocimiento que hace que las universidades sean actores claves del desarrollo económico, tanto por la formación de estos trabajadores del conocimiento como por su papel en la generación de resultados de investigación que se traducen en innovaciones
- la globalización que favorece la movilidad de estudiantes y profesores
- la competencia entre universidades, cada vez más dura (y derivada de los tres factores anteriores), para obtener estudiantes y financiación para la investigación
En este escenario, las universidades europeas han tenido muy escasa capacidad de adaptación por tres razones fundamentales:
- su financiación es fundamentalmente pública y el estado no les permite buscar fuentes altenativas de recursos (por ejemplo, a través de las matrículas de los estudiantes).
- Al mismo tiempo el estado les ha obligado a adptarse a la mayor demanda de estudios universitarios (acoger más estudiantes), pero no ha hecho el esfuerzo econonómico correspondiente.
- Además, la planificación estatal se ha traducido en modelos uniformes de universidad en cada país europeo (y con escasa diversidad entre países): la universidad investigadora muy diversificada en los estudios que ofrece es casi monolítico en Europa.
Desde mi punto de vista The Economist acierta plenamente al criticar la hipocresía con que la universidad europea ha defendido su supuesto igualitarismo y defensa de la pureza intelectual o falta de implicación en el desarrollo económico y social (el aumento del conocimiento como única y suficiente razón de su existencia y financación pública). Esta postura surge en momentos en que la demanda de estudios universitarios es escasa, sólo las élites pueden acceder, y el conocimiento no es el ingrediente básico de la economía. En este contexto, el igualitarismo y la financiación exclusivamente pública tuvo como consecuencia el sinsentido de que toda la población financiase la educación de la élite económica.
En EEUU, las fuentes de financiación (sean las universidades públicas o privadas) son múltiples: en especial los propios estudiantes y los filántropos (muchos de ellos antiguos alumnos) aportan la mayor parte de recursos (por contra en España, muchas universidades no conocen ni siquiera quienes son sus antigüos alumnos). Además las universidades americanas están enormemente diversificadas, desde Harvard o Stanford (la Ivy league) a los community colleges, y cada institución tiene una organización adaptada a sus objetivos específicos.
Aún así, en Europa existen iniciativas de cambio. Las más desarrolladas
son las británicas (y de hecho son algunas de sus instituciones las que
casi exclusivamente se incluyen en el ránking global en los primeros puestos).
Así, las universidades inglesas han flexibilizado sus posibilidades de
financiación (incluyendo subidas drásticas de las matrículas) y
racionalizado la gestión. Todo esto conllevó crisis drámaticas y
protestas generalizadas, pero, algunos años después, parece que ha sido
la razón de su resurgimiento. En Alemania han apuntado, pero no desarrollado aún, otra solución: mantienen la estricta gratuidad de la enseñanza y,
como el estado no puede aportar financiación suficiente, se ha
propuesto apoyar un pequeño grupo de instituciones de élite que
reciban mayor financiación y puedan competir con las universidades más
importantes del mundo. El modelo aleman es sólo una propuesta, pero es
un ejemplo claro de intervencionismo estatal, que decide que
universidades se deben primar y en éstas cmo deben gestionarse en todos
sus detalles.
En Asia, los países emergentes están desarrollando algunas universidades que tratan de competir en esta liga global. Una vez que la educación superior y la investigación pasa de ser un "lujo para ricos" a una necesidad para el desarrollo muchos países han decidido cambiar su modelo universitario que tradicionalmente formaba a los burócratas de la administración pública. Las nuevas universidades asiáticas (y algunas africanas) forman a los emprendedores y la élite tecnológica y empresarial. Esto está sucediendo en China, India o Malasia, entre otros, de modo que, según The Economist, Europa debería preocuparse más por no ser alcanzada por Asia que por superar a EEUU en el horizonte de 2010 (como proponía la UE en Lisboa).
Uno de los aspectos más interesantes del informe de The Economist es su visión crítica que no les impide, a pesar de decantarse claramente por el modelo americano, resaltar los grandes problemas que aquejan hoy a las instituciones de EEUU (y que por cierto se parecen mucho a los que sufrimos en otros países): escaso interés por el profesorado por la docencia (en especialmemte de grado) que se decanta claramente por la investigación (que está más reconocida social y saarialmente); los desequilibrios ideológicos en el profesorado que hace que en algunos casos la libertad de opinión esté amenazada al ser fieramente atacadas las opiniones discrepantes respecto a los grupos dominantes; el papel creciente en la financiación de la investigación por empresas que exigen la cofidencialidad de los resultados obtenidos; el excesivo precio de los estudios al ofertar servicios no esenciales para atraer a las élites económicas; y, relacionado con lo anterior, la reducción de la importancia de la meritocracia como criterio fundamental en la selección de estudiantes.
The Economist dedica también un artículo, Higher Ed Inc, a las universidades con ánimo de lucro (recordemos que la gran mayoría de universidades, incluso en EEUU, son públicas o privadas pero sin ánimo de lucro). Este tipo de instituciones, empresas dedicadas a los servicios educativos, están surgiendo en los últimos años con gran fuerza. No realizan investigación (o es muy escasa), se centran en nichos concretos de (por ejemplo la educación de adultos) dando formación a medida; y utilizan de modo intensivo Internet como herramienta (aunque pocas son universidades estrictamente virtuales).
Para acabar, la receta The Economist para la universidad del futuro es clara:
- libertad (y responsabilidad) para desarrollar su propio modelo (sin intervención estatal),
- diversificación de fuentes de financiación (especialmente pagos de los propios estudiantes y búsqueda de benefactores sin ánimo de lucro),
- posicionamiento en un mundo global (tanto en la captación de estudiantes como de profesores),
- especialziación de actividades (investigación y/o tipos de enseñanza) y de tipos de estudiantes objetivo (pero no necesariamente especialización geográfica), y
- búsqueda de la calidad (o como se tiende a denominar ahora excelencia) en todas sus actividades