Quizás en Europa, Norteamerica o Japón no seamos conscientes de los radicales cambios en el paisaje y ecosistemas que han acompañado a nuestro desarrollo. Quizás por eso estemos tan preocupados por la degradación ambiental de las economías emergentes, entre ellas Brasil que por suerte o desgracia alberga la mayor masa forestal mundial.
En los últimos tiempos diversos dirigentes, desde algún representante del gobierno de EEUU al actual presidente de la OMC, Pascal Lamy, han reclamado la internacionalización de la Amazonia, dado que parece que los brasileños y su gobierno no son capaces de conservarlo para que cumpla "su función" de "pulmón planetario.
Hace poco el corresponsal de El País en Brasil Juan Arias publicó un artículo sobre Las plagas de la Amazonia (acceso de pago, pero puede encontrarse la versión completa en acceso abierto aquí). El artículo recordaba la deforestación que está sufriendo esta región, la sobreexploatción de sus recursos hídricos o los grandes incendios forestales que la asolan.
En respuesta al artículo de Juan Arias, Tasso Azevedo, Director de Montes de Brasil, ha dirigido una carta al Director (Aclaraciones; reproduzco la carta completa en la continuación a este post). Una vez leída cabe preguntarse dos cosas: ¿está haciendo Brasil algo "especialmente mal"?, y ¿deben Brasil y los brasileños disculparse ante la comunidad internacional por el uso que están haciendo de la Amazonia?. La respuesta a ambas preguntas es, en mi opinión, no.
Leyendo la carta, y aún asumiendo que este político brasileño exagere las utilidad de las iniciativas de su gobierno y oculte algunos fallos, parece claro que Brasil está gestionando los problemas ambientales del Amazonas igual o mejor de lo que lo hacen europeos, norteamericanos o japoneses con sus propios recursos naturales. Las comparaciones son odiosas, pero deberíamos recordar "nuestras" mareas negras, incendidos forestales, gestión del agua o deforestación (alguien recuerda que en cierta época la Península Ibérica era una masa boscosa continua).
Creo que Brasil entiende que su desarrollo pasa por la explotación sostenible de la Amazonia lo que implica la utilización comercial de sus recursos naturales en niveles que permitan su renovación. Por tanto, los brasileños defienden activamente la conservación de este ecosistema. Pero, supongamos que Brasil estuviese "sobre-explotando" el Amazonas premeditadamente para generar recursos económicos que pudiseen invertirse en el desarrollo económico de su país. Ante este escenario hipotético, acaso no sería libre para tomar esa decisión (sea o no equivocada). Esa decisión es la misma que, de una forma u otra, tomamos en muchos otros países a lo largo de nuestra historia.
Esta polémica tiene numerosos paralelismos a la del cambio climático: 1) se asumen como realidades y de forma acrítica las predicciones más catastrofistas; 2) el debate se centra casi exclusivamente en como revertir el proceso de modo que surgen propuestas que, aún en el caso de materializarse, serán inefectivas (como el protocolo de Kyoto); y 3) no se presta la menor atención a analizar los posibles escenarios de futuro y diseñar estrategias de adapatación a los cambios ambientales (sean incrementos de la temperatura o desaparación de una parte de la masa forestal amazónica).
Tasso Azevedo, Aclaraciones
Sobre el artículo "Las plagas de la Amazonia", publicado por su periódico, en la edición del 11 de octubre, les hacemos llegar algunas aclaraciones que, ciertamente, estarán de acuerdo con el interés de EL PAÍS de ofrecer a sus lectores información actualizada.
Para empezar, aclaramos que, al contrario de lo que el periódico publicó, el Gobierno brasileño ha adoptado un conjunto de acciones para luchar contra la deforestación. Se ha establecido, a nivel de la Presidencia de la República e incluyendo a 14 ministerios, el Plan de Prevención y Lucha contra la Deforestación en la Amazonia con cuatro líneas estratégicas de trabajo y 162 acciones. El Plan comenzó a implementarse en 2004 y ya presenta resultados. Los datos más recientes del sistema de detección de la deforestación en tiempo real (DETER) apuntan a un descenso del 40% de la deforestación en 2005 en comparación con 2004. Se trata de la mayor caída de ésta desde que se empezó a realizar su seguimiento por ordenador a mediados de los años 80.
Vale destacar que la Amazonia todavía es una de las biomasas con más alto porcentaje de cobertura forestal del mundo. Hoy aún tenemos cerca del 80% de la cobertura forestal del área. Aun así, el ritmo de deforestación es extremadamente preocupante y grave, especialmente cuando está provocada por actividades ilegales. La experiencia por la que han pasado la mayoría de los países desarrollados que, salvo raras excepciones destruyeron sus bosques en el pasado, nos sirve de alerta. Brasil no repetirá los errores de estos países, incluso con todas las limitaciones de recursos económicos hoy existentes.
La conservación de las riquezas de la biodiversidad, del agua y del suelo de Brasil es, en primer lugar, interés de los brasileños. Por eso, el Gobierno brasileño ha invertido en la lucha contra la deforestación, en programas de prevención de incendios, en la regulación de la explotación forestal y en la creación y gestión de unidades de conservación, entre otros.
Brasil cuenta hoy con más de 69 millones de hectáreas de unidades de conservación (ejemplo: Parques Nacionales), un área superior a la de los territorios de España, Portugal, Bélgica y Holanda juntos. Sólo en los últimos tres años se han creado nueve millones de hectáreas de unidades de conservación, lo que equivale al territorio de Portugal. Otros siete millones de hectáreas se van a crear hasta finales de año.
Con relación a las quemadas, aclaramos que Brasil se enfrenta hoy a dos problemas: el fuego causado por el propio hombre; y el causado por cuestiones atmosféricas y climáticas. Es un problema al que nos enfrentamos en varias regiones del mundo, como los incendios de la península ibérica y Estados Unidos acontecidos en las últimas semanas. Brasil cuenta con un sistema de detección diaria de puntos de fuego y un amplio sistema de lucha contra incendios que se acciona diariamente en varios puntos del territorio brasileño.
En relación a las madereras que actúan en la Amazonia, queremos apuntar como erróneo el análisis de que toda actividad maderera es ilegal. De 2002 a 2004, el área de manejo forestal soste-nible y certificado creció de 300.000 hectáreas a 1,4 millones de hectáreas, prueba de que viene aumentando la cifra de los que actúan dentro de la legalidad. Además, el volumen total de madera consumido por las industrias madereras en la Amazonia cayó de 28 a 24 millones de m3 entre 2000 y 2004.
Por otro lado, la lucha contra la ilegalidad ha sido constante, con énfasis en el combate de la corrupción. Las operaciones realizadas en los últimos dos años han metido en la cárcel a más de 140 personas que fueron arrestadas en acciones de lucha contra las irregularidades en las actividades ambientales, incluidos explotadores ilegales, empresarios y funcionarios de los organismos medioambientales.
Destacamos, no obstante, que no hay impunidad. Todos los procesos, incluyendo las multas ambientales, están en la justicia. Por la ley brasileña, cualquier cobro de multa implica un proceso jurídico en el que los acusados tienen derecho a recurrir, lo que no significa impunidad. Los procesos están en curso.
El Gobierno brasileño considera muy importante la atención que el mundo da a los temas medioambientales y considera esencial que esta preocupación se traduzca en apoyo directo, como financiación de la manutención de las unidades de conservación, apoyo al desarrollo de tecnologías de manejo sostenible de los recursos naturales y, principalmente, ampliación de las oportunidades de mercado para los productos oriundos del manejo sostenible de los bosques.
Finalmente, añadimos que el Ministerio de Medio Ambiente le habría pasado estas explicaciones a EL PAÍS si algún profesional de ese periódico se hubiera puesto en contacto con nosotros.