En Agosto, el Ministro francés de Agricultura "defendió lo indefendible" en un artículo en El País: la Política Agraria Común (PAC) es necesaria y buena para nuestra sociedad, economía y medio ambiente, y además, no perturba (y hasta ayuda a) el desarrollo de los países pobres. Ahora la Ministra española de Agricultura, Pesca y Alimentación, Elena Salgado, escribe (Los retos de la agricultura y de la PAC, versión pdf de acceso libre) en el mismo medio y reproduce (casi párrafo por párrafo) los argumentos de su colega francés:
Mi respuesta es que la UE necesita una política agraria que contribuya a garantizar el abastecimiento de alimentos en cantidad y calidad y que mantenga una actividad económica y una población agraria que contribuyan a la ocupación y ordenación del territorio, que eviten el despoblamiento y que mantengan el medio ambiente, el medio natural y el paisaje.
No nos entretendremos en analizar los argumentos (ya lo hicimos en Agosto), pero es triste constatar que seguimos con la idea de la autarquía alimentaria (¿para cuando la autarquía en la automoción o en la electrónica?), la conservación del modo de vida rural como una forma de museo viviente y del paisaje agrícola como un jardín botánico (después de la razón de ser de la actividad que lo originó), y de las bondades de la PAC para el desarrollo del Tercer Mundo (por que limita las fuerzas globales del mercado que son las que realmente impiden el desarrollo).
Mal lo tiene la agricultura española si su estrategia de futuro pasa por anclarse en el pasado y por mantenerse al margen de la racionalidad social y económica de la que que las democracias liberales nos hemos marcado como reglas de juego. Y peor aún lo tienen los "países pobres" si su futuro depende del proteccionismo del primer mundo (para su desgracia este no es el único ni principal problema que deben afrontar).