La Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN) y el sitio Crisis Energética organizaron el 5 de Noviembre la II Jornada Crisis Energética / AEREN. En esta jornada Marcel Coderch realizó una presentación sobre el declive del petróleo (analizando las evidencias sobre si hemos pasado ya o no el famoso "peak oil" o pico de Hubbert) [versión pdf de la presentación], mientras que Pedro Prieto analizó la viabilidad y futuro de las energías alternativas a los combustibles fósiles [versión pdf de la presentación].
David de Ugarte, en su artículo Crisis energética y falacia ricardiana, comenta ambas presentaciones y realiza un análisis crítico de lo que dijeron (y sobre todo de lo que dejaron sin decir) ambos ponentes. Lo más interesante del análisis de Ugarte es su crítica a la ausencia, en todos los análisis prospectivos, de la innovación tecnológica como factor determinante. Las futuras (algunas ya inmimentes) innovaciones científicas y tecnológicas pueden modificar drásticamente los escenarios, bastante pesimistas, que dibujan Coderch y Prieto en cuestiones como la velocidad de descubrimiento de nuevos yacimientos fósiles y su rentabilidad económica, y la viabilidad de las energías renovables. Además la rentabilidad de los nuevos yacimientos se incrementa, sin necesidad de avances en las tecnologías de extracción, por el simple incremento de los precios.
Pedro Prieto realiza una interesante evaluación del presente y futuro de las energías eólica y fotovoltaica y del uso de hidrógeno como almacén y transportador de energia. Repasa la situación mundial y española y llega a la conclusión de que estas energías no son alternativas "completas" a los combustibles fósiles por una serie de factores, como su especialización (sólo generan energía eléctrica en un mundo que consume sober todo energía "no eléctrica"), su escasa eficiencia, su dependencia de combustibles fósiles para la construcción de las infraestructuras necesarias, su elevado impacto ambiental si se quieren escalar para cubrir grandes demandas, o la imposibilidad de almacenamiento de la energía eléctrica generada (que se podría solventar con el hidrógeno, un sistema que a su vez conlleva otra serie de problemas). Ugarte apunta acertadamente que muchos de estos inconvenientes pueden ser superados mediante avances tecnológicos (y proprociona algún ejemplo de innovaciones muy recientes que ya están emepzando a dar respuesta a estas limitaciones, como los filmes fotovoltaicos basados en nanocristales). Además, en mi opinión, el análisis de Pedro Prieto es incompleto al no incluir a la energía nuclear dentro de las alternativas potenciales.
En resumen, este es un nuevo ejemplo de cómo la exclusión de la innovación de la ecuación de la sostenibilidad puede llevar a escenarios de futuro demasiado alarmistas. Las predicciones de los 1970 sobre los límites del crecimiento de la población humana ya olvidaron esta misma variable (el hecho de que estemos ahora aquí es una buena señal de la magnitud del error). Pero, la capacidad de innovación no debe ser tampoco utilizada como excusa: el desarrollo de nuevas alternativas (bien para el descubrimiento y la extracción de yacimientos fósiles bien para utilizar energías renovables) implica tiempo y crear los incentivos que favorezcan la I+D necesaria.