Los científicos tendemos a confundir los modelos con la realidad y los buenos ajustes estadísticos retrospectivos con la capacidad de predicción del futuro. Cuando los modelos "salen a la calle", estas confusiones hacen que nos olvidemos de la incertidumbre y pensemos en las predicciones como resultado del trabajo de "pitonisas" en "oráculos de Delfos"
Por eso me ha gustado especialmente el artículo de Xavier Sala-i-Martin, El oráculo de Delfos, publicado en La Vanguardia el 7 de Enero, donde explica para que sirve y para que no sirve el trabajo de los economistas (y podríamos ampliarlo al trabajo de cualquier otro científico):
Es cierto que para tomar algunas decisiones –por ejemplo, para hacer un presupuesto- se tiene que hacer previsiones de ingresos y gastos futuros y que esas previsiones van a depender de las circunstancias económicas que rodean a la empresa, el gobierno o la familia que está haciendo el presupuesto. Y sí, también es cierto que los expertos se han inventado diferentes métodos estadísticos (ellos los llaman “econométricos”) para hacer predicciones económicas. El problema es que sólo funcionan cuando las cosas no cambian demasiado. La razón es que todos los modelos econométricos de previsión utilizan los datos del pasado para vaticinar el futuro. Y, como ya he indicado en alguna otra ocasión, eso es como conducir un coche mirando por el retrovisor: si la carretera es recta y no giras el volante, no pasa nada y todo el mundo piensa que sabes lo que haces. Ahora bien, si giras cuando no hay curva o tiras recto cuando la hay, te vas directo a la cuneta y la gente se ríe de tu incompetencia. Eso exactamente lo que pasa con los modelos econométricos de predicción, por más sofisticados que sean.
Sólo nos queda recordar cuando comunicamos nuestras predicciones que las estamos basando en una mirada fugaz por un pequeño espejo retrovisor ...