El Cluetrain Manifesto definió lo que debía ser la filosofía de la economía y la sociedad del conocimiento: "los mercados son conversaciones". Conversemos para generara conocimiento y actividad económica.
Pero en ocasiones nuestro beneficio, el objetivo, no está en el mercado, es la propia conversación. Entonces debemos darle la vuelta a la frase: "las conversaciones son mercados". Creemos mercados que incentiven la conversación.
[Existen otras acepciones para esta frase: a veces las conversaciones pueden convertirse en mercados como parece está sucediendo con la blogosfera. Doc Searls, uno de los autores del manifiesto, se preguntaba hace poco si las conversaciones son mercados al reflexionar sobre la evolución y papel de la blogosfera].
Todos los que nos dedicamos a la educación nos lamentamos, más o menos, de la falta de participación de los estudiantes. La participación no es una opción, no es una alternativa pedagógica. Es la punta del iceberg de un modelo de ciudadano por el que casi nadie trabaja pero todos dicen defender. Políticos y "agentes sociales" alaban al emprendedor, la innovación o la solidaridad. Pero, ¿alguien se pregunta como se puede aprender a tener iniciativa, a ser emprendedor, a ser innovador, a colaborar y compartir?.
Volviendo a la (falta de) participación de los estudiantes, una (gran) parte de la responsabilidad es nuestra (como profesores individuales y como parte de instituciones) por trabajar con métodos que conducen, casi necesariamente, a la pasividad. En el colmo de la perversión, que por desgracia aparece en demasiadas ocasiones, el estudiante participativo se ve penalizado por su trabajo. ¿Por qué?. Si la particpación no se traduce en un beneficio directo y si los métodos de calificación no discriminan al estudiante que se ha formado para participar de aquel que se ha limitado a un aprendizaje mecánico, el estudiante activo perderá su tiempo miserablemente en lugar de "hincar los codos" en el sentido más clásico (y triste) del término; el único que muchos profesores valoran ...
Pero otra parte de la responsabilidad la tienen los propios estudiantes. No pocos profesores (que intentan ser) innovadores se frustran cada año al enfrentarse a un colectivo apático que, en el mejor de los casos, no aprovecha las oportunidades de participación y, en el peor, huye (si la organización académcia se lo permite) de las materias "innovadoras".
Ambas responsabilidades están íntimamente relacionadas: en un sistema que globalmente penaliza la participación, la mejor estrategia es la adaptación a este modelo general y la supervivencia o huída en las excepciones "participativas".
Llegados aquí creo que en lugar de lamentarnos por las perversiones del sistema o la falta de iniciativa de los estudiantes (cada uno pondrá el acento en el culpable que prefiera; tristemente pocos profesores se criticarán a si mismos o a su colectivo), debemos inventarnos métodos activos para lograr el cambio. Y aquí llegamos a que "los mercados son conversaciones". Démosle la vuelta: las conversaciones también son mercados. Dos conversan si quieren, y quieren si obtienen un beneficio mútuo (económico, psicológico, social o de puro placer). Es un ejercicio de reciprocidad que en ocasiones llamamos mercados y en otras hedonismo, atruismo o solidaridad.
Si queremos que nuestros estudiantes conversen con nosotros y entre ellos (y yo entiendo la participación de ese modo) necesitamos generar incentivos explíticos y agresivos para lograrlo. Pensemos en un grupo docente como un mercado donde se comercializan unos productos finales (las calificaciones) mediante transacciones entre profesores y estudiantes (los estudiantes nos ofrecen conocimientos, aquellos que nosotros les demandamos) y nosotros les pagamos (en forma de calificaciones).
En mi experiencia personal, no es suficiente con proponerles a los estudiantes que su participación será valorada positivamente al final de proceso. Si la afirmación es genérica, simplemente no se la creerán (casi nunca se convierte en realidad en su entorno). Aún si es específica (con criterios cuantitativos y sistemas objetivables de medición) serán reacios a participar: son simples receptores de una propuesta, no tienen capacidad de iniciativa.
Por tanto, al menos como terapia de choque, deberíamos ir a métodos más agresivos, donde se les hagan propuestas más arriesgadas y directas a los estudiantes. Yo he experimentado (en breve dispondré de nuevos resultados) con la evaluación por pares entre estudiantes, en la que el propio evaluador recibe notas en función de "lo bueno que sea" calificando a sus compañeros. No es más que un sistema de reputación comunitaria que, en mi corta experiencia, ha funcionado bastante bien: los estudiantes discriminan perfectamente la calidad de las contribuciones de sus compañeros (para lo qe necesitan conocimientos y trabajar) y paricipan activamente en todo el proceso (y su interés personal les obliga a no engañar).
Pero existen muchas otras alternativas. En nuestras manos está la posibilidad de diseñarlas, utilizarlas experimentalmente, aprender de los resultados y compartirlas con la comunidad. En realidad este post está inspirado por un experimento de este tipo (en este caso basado en subastas) que está ahora desarrollando Marcelino Fuentes, un profesor y amigo de mi Facultad y un blogger incisivo y siempre interesante. El experimento aún está empezando y es demasiado pronto para poder analizarlo. Sirva este post de "incentivo perverso" para que, en el momento oportuno, Marcelino nos lo explique. Algunos lo estamos esperando para poder aplicar la regla de oro de la creatividad: "rip, mix and burn". Si no diseñamos experimentalmente y no pirateamos creativamente las experiencias de otros, acabaremos convirtiendonos en "planificadores de mercados" y, en lugar de vencer al monstruo, nos inventaremos uno nuevo.
ACTUALIZACIÓN: Julen Iturbe, en Consultoría artesana en la red, se hace eco de este post y comenta su experiencia con un curso de la licenciatura de administración y dirección de empresas en la Universidad de Mondragón, donde organizaron grupos de trabajo que se autoevaluaron. En Administraciones en red, que tuvieeron la oportunidad de conocer de primera mano la experiencia, dan más detalles. Me parece un gran trabajo y desde aquí animamos a Julen a que explique el proyecto y sus resultados con más detalles.
Julen critica mi post, con razón, al percibir mis propuestas pueden perpeturar la jerarquización de responsabilidades dentro de la clase colocando a profesores y alumnos en "su papel". Julen defiende un modelo más abierto y plano de organización. Comparto esta idea, pero creo que se necesita, al menos en algunos casos (muchos de los que yo conozco), un tratamiento de choque y esta puede ser una opción. Una vez conseguido el efecto inicial se debería gestionar la transición a esos otros modelos organizativos.