Empezamos esta serie de posts con una crítica a los partidos y a su visión y uso de los blogs (la única herramienta de la web 2.0 que realmente están utilizando en alguna medida). En este nuevo post trataremos de comprender el papel del político hoy en día para, en sucesivos posts, presentar propuestas alternativas para la introducción de la web 2.0 en el mundo de la política.
Empezemos siendo realistas, y por tanto, de nuevo, críticos. ¿En que consiste la acción política?. Alguien dijo que un político divide su tiempo en tres actividades prioritarias y jerarquizadas:
- Conseguir poder y controlar su propia organización (lo que suele consumir la mayor parte del tiempo)
- Ganar elecciones, o sea vencer electoralmente al contrario (externo) y “controlar” a los electores
- Gobernar (sólo si los resultados electorales lo permiten y queda tiempo suficiente tras completar las dos primeras actividades)
Esta debe ser la agenda de cualquier político en activo y,
como consecuencia, la de cada partido. Estrategias alternativas están
condenadas a la extinción por que, simplemente, no son adaptativas (quién las
adopte no alcanzará el poder).
En este escenario es donde debemos analizar y podemos especular sobre el papel de las herramientas que nos proporciona la web 2.0. Lo interesante, en mi opinión, es que una aplicación inteligente podría:
- darle al “innovador” (sea un partido o un político) una ventaja competitiva que le permita mejorar su influencia dentro y fuera de su organización, y
- al mismo tiempo generar un cambio de mentalidad, de modelo de relación con la sociedad, y hacer viables proyectos mucho más interesantes para los ciudadanos. Este segundo punto es el aspecto clave para los que no nos dedicamos a la política, pero debemos preocuparnos por la rentabilidad en términos de influencia y poder para que la adopción del modelo política 2.0 pueda ser un éxito (de hecho, hoy en día este es el cuello de botella para la implantación de nuevos modelos como discutimos en el post anterior).
Pero este cambio requiere que se acepte la transición del político tradicional (1.0)
“hipercontrolador” de “todo lo que se mueve” dentro y fuera de su organización,
al político 2.0 que es un nodo importante en una red social altamente
diversificada y muy dinámica. El político
1.0 juega a la suma cero y actúa como un filtro que frena la iniciativa
ciudadana. Es un filtro cualitativo (decide que proyectos interesan, sin
que casi nunca esté capacitado o tenga las ayudas adecuadas, dado que vive en
un mundo cerrado y configurado por procesos de selección negativa) y
cuantitativo (sólo permite el desarrollo de un número de proyectos que pueda
controlar). El político 2.0 pierde
control pero gana influencia y relevancia; es el catalizados o facilitador
de proyectos que ya no dependen tanto de él.
Como ciudadano prefiero el modelo 2.0, pero cada político debería reflexionar sobre su visión de si mismo. Me temo que en nuestra sociedad la inmensa mayoría de políticos en activo y muchos ciudadanos preferirán el modelo 1.0: la mentalidad colectiva está modelada por la filosofía de suma cero y el papel benefactor, absoluto y siempre positivo del estado, y por la desconfianza, casi irracional, en la iniciativa ciudadana.
Pero este escenario puede cambiar. Basta observar la dinámica económica y social para darnos cuenta de que todas las empresas y culturas están condenadas a la extinción, los modelos en que se basan acaban derrumbándose tarde o temprano. La razón es la aparición de innovaciones que se abren camino y cambian profundamente a las sociedades. En este proceso de creación destructiva se encuentra el progreso de nuestras sociedades.
[Continuará]