Uno de los principales problemas de muchos políticos, académicos e intelectuales que viven en democracias liberales con un sistema económico basado en el libre mercado (y disfrutan de las ventajas que les ofrece) es que no reconocen esta realidad pero tampoco se oponen frontalmente a ella proponiendo una alternativa viable. Esta esquizofrenia lleva al maniqueísmo de demonizar todo lo que suene a estadounidense mientras se alaban (o al menos se silencian) anacronismos totalitarios como el de régimen cubano. Estas "anteojeras ideológicas" llevan a la idealización del Estado y a la demonización de los empresarios, con consecuencias graves para nuestro futuro.
Por suerte existen intelectuales como el mexicano Enrique Krauze, director de la revista Letras Libres, que desde posiciones de izquierda denuncian estas incongruencias ideológicas y defienden un modelo de izquierda moderna y liberal. Acaba de publicar el artículo Anteojeras ideológicas en El País (suscripción requerida, pero puede accederse libremente al mismo texto aquí). Se refiere al caso mexicano, pero buena parte de lo que plantea es extensible a muchos políticos y grupos sociales occidentales:
La izquierda mexicana, que como en todas partes nació con la crítica a una burguesía inconsciente del modo en que su posición material determinaba sus ideas, ha sido a su vez inconsciente del modo en que su propia posición material (alejada de la producción efectiva de riqueza, dependiente de los mil tentáculos del Estado) se proyecta en su visión de mundo, hasta imaginar que esa posición particular es generalizable. Esta condición la lleva a esperar demasiado del Estado. Nadie en su sano juicio (salvo los neoconservadores, que no están en su sano juicio) pone en duda la necesidad de que el Estado atienda la educación, la salud, la vivienda, etcétera... Tampoco está a discusión la rectoría (no la gestión y distribución monopólica) del Estado en materia de generación de energía. No es pues la existencia de ese Estado proveedor ni su papel rector lo que está en juego cuando se crítica a la izquierda. Lo criticable es la anacrónica persistencia de una mentalidad que no ve la necesidad de someter esa oferta y esa rectoría del Estado a las pruebas elementales de eficacia, productividad y transparencia. La fe ciega en la vocación proveedora y rectora del Estado (como si fuese un ente suprahistórico que se justifica a sí mismo por encima de los tiempos y las circunstancias) está en el fondo de muchas de nuestras confusiones.