Una visión alternativa de la sostenibilidad: mecanismos de mercado en la gestión y conservación de los recursos naturales
[Documento de trabajo preparado a partir de diferentes contribuciones previas publicadas en este blog y material original] (versión pdf completa)
- Las limitaciones de la iniciativa pública. Alternativas basadas en derechos de propiedad y sistemas de mercado
- Los mercados de bienes y servicios ecológicos, la sostenibilidad y los movimientos ecologistas
- Ejemplos de iniciativas privadas y sistemas de mercado para la conservación
- Galicia: un futuro ambiental alternativo (y realmente sostenible)
2. Los mercados de bienes y servicios ecológicos, la sostenibilidad y los movimientos ecologistas
The Economist, en su número de 21 de Abril de 2005, publicó una serie de artículos (encabezados por uno de opinión titulado Rescuing environmentalism), que constituyen una de las mejores y más lúcidas presentaciones de las opciones reales que existen hoy en día para conjugar la conservación ambiental y el desarrollo económico, logrando de este modo el objetivo de la sostenibilidad. Lejos de dibujar un futuro pesimista, se propone un nuevo escenario “sostenible” que conjugue el conocimiento y herramientas que los desarrollos científicos y tecnológicos nos proporcionan con la creación de nuevas oportunidades de negocio que pueden aprovechar bancos y aseguradoras.
El ensayo “The Death of Environmentalism” publicado en 2004 por dos líderes ecologistas, Michael Shellenberger and Ted Nordhausque, ha suscitado un amplio debate y puede considerarse el origen de la discusión que retomó The Economist. Sus argumentos se basan en que los movimientos ecologistas no han logrado cambiar a la sociedad tal como querían (situando en la agenda como cuestión previa y fundamental el problema ambiental) y se han acabado convirtiendo en un grupo de presión más. Pero si han ayudado a que el medio ambiente sea considerado como un recurso clave como nuestro soporte vital y que se desarrolle investigación, tecnología y sistemas de gestión para su uso sostenible.
Parte del fracaso ecologista (con respecto a sus grandes expectativas) se debe a sus planteamientos utópicos y fuertemente críticos con el papel de la economía y los mercados en la gestión ambiental. De este modo, los movimientos ecologistas se han convertido en muchos casos en grandes defensores de los modelos de gestión gubernamental (“ordenar, regular y litigar” ha sido su leif motiv según The Economist). Normalmente estos grupos se han opuesto firmemente a la introducción de mecanismos de mercado en la gestión de los recursos naturales. En otros casos, como el protocolo de Kyoto, los movimientos ecologistas si han acabado aceptando un sistema de mercado, pero sólo para evitar “un mal mayor”. De hecho, el caso del protocolo de Kyoto es curioso: buena parte de sus defensores se oponen en realidad al mecanismo (mercado de emisiones) mientras que buena parte de sus opositores defienden el mecanismo pero lo atacan por ser insuficiente para generar un efecto positivo reseñable.
El cambio de paradigma, ya en marcha en el mundo occidental y en la filosofía de muchas ONGs, implica tres transiciones:
- Los precios deben ser establecidos correctamente, para lo que se precisan mercados líquidos. Los gobiernos deben definir las reglas de juego, pero después deben ser los mercados los que “decidan” los precios de los bienes y servicios ambientales.
- Se necesita información objetiva y completa para que los precios puedan se definidos correctamente. El desarrollo de esta “contabilidad verde” se ve facilitado por los avances científicos (comprendemos cada vez mejor el funcionamiento de los ecosistemas) y tecnológicos (disponemos de mejores sistemas de observación y de gestión de la información).
- Aplicación de sistemas de análisis coste-beneficio, traduciendo bienes y servicios ambientales en su valor económico. Aunque este punto es sumamente criticado en numerosos ámbitos, la economía de mercado mueve el mundo y sólo si valoramos el medio ambiente podemos gestionarlo eficazmente.
En resumen, se propone cambiar un movimiento ecologista utópico y bienintencionado por otro realista y basado en datos y conocimiento.
Aunque los bienes ambientales (como los productos de la pesca o la
silvicultura) tienen una larga tradición comercial, en el caso de los servicios
el desarrollo de mercados es aún muy incipiente. Estos mercados no se han desarrollado
hasta el momento por dos razones básicas: 1) la falta de conocimiento preciso y
cuantitativo de la naturaleza de estos servicios, y 2) la conectividad espacial
entre ecosistemas (de modo que muchos servicios y bienes que disfrutamos en un
punto dado dependen de procesos ecológicos que se desarrollan en otra zona
geográfica).
La mejora en el conocimiento científico (por ejemplo, ahora entendemos que la
calidad del agua en una ciudad depende de los usos del territorio y prácticas
agrícolas en las zonas rurales situadas en la misma cuenca hidrográfica) ha
permitido diseñar instrumentos financieros que 1) valoren estos procesos y
2) creen mercados donde se puedan comercializar. Así, bancos y compañías de
seguros aparecen como actores claves para el desarrollo de instrumentos de
evaluación y comercialización. La gestión sostenible se puede considerar como
una consecuencia (no planificada) de la dinámica de estos mercados.
Es conveniente repasar algunas iniciativas en marcha para valoración económica de servicios ecológicos y el desarrollo de mercados asociados:
La ciudad de Nueva York paga para mantener una prácticas agrícolas en Catskill Mountains que garanticen la calidad del agua y les evite enormes inversiones en saneamientos (no confundamos esto con un subsidio; Nueva York paga por un servicio y obtiene un beneficio con ello; se calcula que por cada dólar invertido se ahorran entre 7.50 y 200 US$).
ForestRe es una empresa que ha lanzado bonos a 25 años por los que la compañías interesadas en conservar la buena calidad del agua del Canal de Panamá (y evitarse los costes de su limpieza; los aportes excesivos de nutrientes conllevan el desarrollo de vegetacióna acuática que impide la navegación) invierten en al reforestación de la cuenca del canal.
Existen iniciativas privadas de conservación de insectos polinizadores en zonas agrícolas. Por ejemplo, en Costa Rica una explotación de café puede ganar hasta 60,000 US$ más al año si cuenta en sus proximidades con zonas naturales con una elevada abundancia y diversidad de polinizadores.
The Ecosystem Marketplace es una empresa que utiliza Internet para proporcionar herramientas y datos para realizar valoraciones de los servicios ecológicos (calidad del agua, retención de carbono o conservación de hábitats) y por tanto poder comercializarlos. Los mercados financieros, que nunca han tenido demasiado interés por los productos financieros “verdes” tradicionales (aquellos que trabajan con los mismos mercados y que simplemente aseguran que las inversiones no supondrán una degradación ambiental), se están volcando en estos nuevos productos que generan nuevos mercados y oportunidades de negocio.
Entre estos productos financieros se encuentran, por ejemplo, bonos a medio o largo plazo, que permitan la inversión en la conservación de los ecosistemas. Así, todo aquellos interesados (individuos, ONGs, empresas o los propios gobiernos) podrían invertir en este tipo de bonos que a su vez invertirían parte de sus fondos en mantener las actividades agrícolas que sostienen esos ecosistemas. ¿Por qué alguien podría querer hacer esto?, por muchas y variadas razones: por pura ética o placer (la misma razón por la que mucha gente es socia de una ONG o invierte para visitar un parque natural), por interés económico (por ejemplo, empresas turísticas, de alimentación o distribuidoras que basan su negocio en esos productos agrícolas), por imagen (una empresa podría “vender” su inversión en la defensa de la naturaleza), por preocupación social (o para evitar conflictos en el caso de los gobiernos), por rentabilidad financiera (si muchos están interesados e invierten, y razones no faltan, será un buen negocio por si mismo).
Por supuesto, aún queda mucho camino por andar. Podríamos definir tres grandes tipos de problemas a resolver. Primero, el funcionamiento de muchos servicios aún no se conoce adecuadamente ni se han documentado suficientemente para que su comercio pueda ser operativo. Segundo, la utilización de sistemas de mercado suscita grandes reticencias y rechazos en amplios sectores (incluyendo muchos políticos y gobernantes). Tercero, en algunos casos el análisis coste-beneficio, y la dinámica de los mercados, favorecerá la explotación no sostenible del producto o servicio ecológico. ¿Se permitirá su explotación (lo que supone una pérdida ambiental pero un beneficio social y económico) o se intervendrá por parte de los poderes públicos (rompiendo de este modo las reglas de juego del sistema, con los efectos secundarios que se deriven)?.