Ayer se celebró el Día de la Tierra y escuchamos los habituales lamentos por el “estado calamitoso del planeta” lanzados por la mala conciencia de los humanos, responsbles últimos de la insostenible explotación de nuestros recursos naturales. Nada nuevo. Más preocupante resulta la fuerza emergente con que empiezan a aparecer opiniones que pasan del lamento catastrofista a la (propuesta de) acción catastrófica. Ya hablamos hace unos días de esta evolución en De los neomalthusianos al exterminio de la población humana: ¿científicos manipulados o iluminados?. Estamos pasando de la autocrítica al sucidio colectivo como respuesta responsable a nuestros pecados. Como una nueva prueba de que el debate sobre la reducción de la población humana, los neomalthusianos y demás catastrofismos se activa, en el último número de Frontiers in Ecology and the Environment (la revista de divulgación de la Ecological Society of America, la sociedad académica de ecología más reputada internacionalmente) se ha publicado el forum Overpopulation and sustainability (versión pdf accesible aquí), en el que casi todas las opiniones, empezando por la introducción de David Pimentel, van en la dirección de la necesidad de reducir la población dando por sentadas lo que son hipótesis sobre agotamiento de recursos. Además, en muchos casos se invoca el control demográfico no directamente, sino de modo implícito al presentarlo como la única salida a una situación dramática. Resulta sorprendente (tratandose de un foro académico y supuestamente objetivo) y preocupante (al dar la impresión de que esta es la opinión unánime de la comunidad académica) que ningún autor discuta el papel de los avances tecnológicos y la innovación en la mejora de la eficiencia en el uso de los bienes y servicios de los ecosistemas o en la creación de alternativas sostenibles.
Por todas las razones anteriores, es especialmente importante que se oigan voces como las de David de Ugarte que en su post Por un Día de la Tierra anticatastrofista y tecnófilo desenmascara las posiciones catastrofistas (y próximas al sectarismo religioso) y defiende la tecnofilia como la alternativa de futuro. [El post de David cita el forum de Frontiers in Ecology and the Environement y a mi, que le puse sobre la pista de esta publicación hace unos días]. En muchas ocasiones se asocia la defensa de la tecnología con una fe simple y peligrosa que pretende que la técnica solventará los problemas que los humanos no somos capaces de resolver. Nada más lejos de la postura de David; la “tecnofilia” es una visión positiva y basada en datos empíricos de la capacidad de innovación y colaboración de los seres humanos que nos permite resolver problemas y mejorar nuestras condiciones de vida.
A estas alturas, sabemos ya que bajo el cada vez más poderoso y agresivo discurso catastrofista se enmascara en realidad un nuevo movimiento eugenésico que hace de la pretendida necesidad de reducir drásticamente la población mundial, su dogma fundacional.
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Hoy, en el día de la Tierra si de verdad queremos hacer algo por el futuro de nuestra especie y su entorno, lo que toca, es denunciar más fuerte y claro que nunca el catastrofismo falsamente ecológico. De seguir creciendo en influencia nos llevaría sin duda a un verdadero desastre. Porque o bien, su inevitable repudio general, que llegará tarde o temprano, consigue dejar como marcianada la verdadera y sensata preocupación por el medio ambiente, la gestión de los recursos y el cuidado del entorno, o bien se asume políticamente como parte de los mitos sociales. ¿Y se imaginan un mundo en el que los estados han asumido que el principal objetivo de la política es reducir la población mundial en 5000 millones de personas en un plazo de cien años?
Para mi lo más preocupante es que este discurso catastrofista sea abrazado sin asomo de duda por los políticos “víctimas” de la correción política y desu analfabetismo científico. En España tenemos ejemplos cotidianos en todas las orillas partidistas. No estamos condenados a la autodestrucción pasiva (por destrucción de nuestro soporte vital) o activa y premeditada (para evitar la destrucción del planeta). Bien al contrario, mal que le pese a muchos, las condiciones de vida de la población humana han mejorado constantemente en las últimas décadas y el “estado del planeta” muestra signos de recuperación. Por supuesto, el crecimiento de la población humana se ha hecho en el pasado a expensas de la explotación de la naturaleza, en muchos casos hasta niveles preocupantes, pero, al mismo tiempo, la innovación científica y tecnológica (que crece exponencialmente con el aumento de la población, una ley básica de las redes) y las mejoras en los sistemas de gobierno (desde la extensión de la democracia a los modelos colaborativos pasando por la aplicación de incentivos económicos) han mostrado como se puede revertir este proceso de degradación ambiental. Ya lo han hecho en algunos casos (agricultura, contaminación industrial, etc) y muchas evidencias científicas apuntan a que lo harán en un futuro próximo en otros ámbitos (energías renovables, biodiversidad).
En lugar de lamentarnos, la clave es trabajar activamente tanto en ciencia y tecnología como en política y gestión. Es reconfortante, ante tanto catastrofismo, leer estos días comentarios de gente que, desde posiciones conservacionistas y preocupadas por el estado de la Tierra, aportan ideas y proyectos para construir un futuro sostenible. Así lo hace Agroblogger que nos explica como la tecnología permite pasar de una agricultura altamente contaminante (basada en fertilizantes y pesticidas) a una agricultura intensiva en información y sostenible (“Using information as the primary farm system input will allow farmers to develop innovative strategies for soil management, organic pest control, and market penetration with all the efficiency and wisdom of a globalized, human-centered network”). Del mismo modo, Worlchanging publicó ayer un largo ensayo donde, desde una preocupación profunda por el estado del planeta, propone un futuro abierto basado en la innovación radical y un gobierno eficiente y eficaz donde todos nos involucremos.