Los investigadores universitarios no suelen ser buenos emprendedores, generalmente son incapaces de visualizar las posibilidades comerciales de los resultados de su trabajo y casi nunca cuentan con las conexiones precisas en el ecosistema empresarial para convertir una idea primero en un buen proyecto y finalmente en una realidad empresarial. Por esas razones las universidades se han dotado de oficinas para la transferencia de tecnología (o resultados de investigación) que tratan de cubrir esas carencias y conectar la investigación (y los investigadores) universitaria con el entorno empresarial. Pero su eficacia es cuando menos dudosa. En un reciente editorial de Nature (More than the money) se plantea claramente las críticas que los propios científicos hacen de sus oficinas de transferencia:
Scientists sometimes complain that these offices are unresponsive to immediate demands, or that their generalist staff lack knowledge in specific scientific or technical fields. Once they do start working together, researchers too often view the hapless technology-transfer officer as a potential obstacle to the dream deal they had been plotting with industrial partners or financiers outside the university.
Pero también identifica los avances que se han sucedido en los últimos tiempos:
Staff in these offices have, over time, built up valuable expertise in helping to negotiate deals with outside parties. Although people sometimes assume that the offices are just there to earn cash for the university through royalty arrangements, the thinking of university administrators has moved on. It is now widely accepted that … technology-transfer offices are unlikely to generate large income streams. Instead, their principal role is to develop universities' ties with business in ways that should benefit students, staff and the surrounding community.
Por desgracia, al menos en Europa y especialmente en España, el papel jugado por estas oficinas ha sido mínimo o incluso negativo (al introducir una nueva capa de burocracia). Estos servicios univeristarios suelen “dotarse” de las mismas cargas burocráticas que el resto de la universidad y sus responsables suelen ser personas con escasa experiencia empresarial, que por tanto no aportan el know-how necesario para la creación de una nueva empresa o la transferencia de una tecnología a una empresa ya existente que la haga llegar al mercado. En mucha menor medida estos servicios son capaces de actuar como facilitadores que posibiliten el trabajo conjunto de científicos universitarios y del sector privado para generar innovación conjuntamente. Por tanto, estas oficinas ni cumplen un papel relevante en la innovación tradicional unidireccional ni en los nuevos modelos organizativos que permiten configurar redes de innovación mixtas. Dicho en pcoas palabras, donde se necesitarían figuras próximas a la de los business angels nos encontramos con funcionarios.
Además suele existir un cierto rechazo en la parte más conservadora de la comunidad universitaria a este tipo de oficinas dado que significan para este sector la mercantilización de la universidad y el “ánimo de lucro”, o sea mercado y competencia que suelen ser considerados como enemigos totales del modelo de universidad pública. Como consecuencia los responsables universitarios suelen actuar tímidamente a la hora de diseñar las estrategias de estas oficinas (y dotarlas de instrumentos de gestión) cortando de raíz cualquier posibilidad de cambio que, para ser eficaz, necesitaría ser radical.
El editorial de Nature acompàña a una noticia (University challenge) que se hace eco de un proyecto de la Universidad de Cambridge que supone un cambio drástico en el modo en que se realiza la transferencia de tecnología. En concreto han creado Cambridge Enterprise, una empresa propiedad de la universidad que sustituye a la oficina de transferencia de tecnología. Esta empresa puede actuar de modo independiente de la universidad a todos los niveles: está obligada a ser rentable, competirá con otros actores públicos y privados para la captación de tecnología generada en la propia universidad y podrá utilizar modelos de gestión empresariales:
Last December, the university revised its rules to give it first option on the patent rights for any discovery made in its labs. And Cambridge Enterprise, the unit established to run technology transfer and help young firms at the university, will be spun off later this year as a free-standing company. It will be run by Teri Willey, a US technology-transfer specialist with a strong track record in leading research universities in the US midwest. Her brief is to boost royalty income while providing a level of service for academics that will match the best in the world.
…
Fully owned by the university, the new company will negotiate licensing agreements for patents held by the university — although academics will be allowed to go elsewhere with any patents that it doesn't license out. It will also advise academics on setting up their own companies, provide some of them with seed capital, and help them source larger amounts of venture capital.
Por supuesto, este cambio de modelo es una apuesta importante, sobre la que hay muchas voces discrepantes:
… and some academics remain sceptical about its role. "I don't actually believe that the technology-transfer efforts have that much impact on how these things happen," says Henning Sirringhaus, a Cambridge physicist and co-founder of electronics firm Plastic Logic. Sirringhaus and others argue that entrepreneurial expertise inside academic departments counts for more.
Realmente existen dos tipos de críticas al papel de las oficinas de transferencia de tecnología universitarias: sobre su necesidad y sobre su modelo. Cambridge Enterprise es una buena ocasión para poder contestar a ambas críticas. Cuenta con la ventaja de trabajar en una universidad con una gran producción científica y situada dentro de un gran cluster regional de empresas tecnológicas. Por tanto cuantan con una masa crítica importante, pero aún así muchos dudan de su rentabilidad. Otras voces defienden que el objetivo final no es tanto la rentabilidad financiera como la creeación de conexiones entre científicos universitarios, capital riesgo y empresas. En cualquier caso, la rentabilidad puede ser necesaria para asegurar la sostenibilidad del proyecto y permitir el desarrollo de estas redes de transferencia de tecnología.
Situándonos en España, con un tejido empresarial más débil y menos conectado con la universidad y un captial riesgo prácticamente inexistente, las oficinas de transferencia de tecnología, de ser necesarias, necesitan redefinir casi desde cero su modelo organizativo y “de negocio”, pero parece poco probable que nuestras universidades se atrevan a innovar en este aspecto tal como lo ha hecho Cambridge.