Cuarente años de dictadura, de mediocridad y aislamiento no pasan en balde. Sobre todo cuando unos siguen añorando un mundo autárquico y perfecto (no había otro mejor por que no se conocía nngún otro) y los otros siguen pensando que su único objetivo es oponerse a un enemigo ya enterrado hace varias décadas. Ni unos ni otros parecen comprender que el mundo ha cambiado radicalmente en los úlitmos treinta años. A estas alturas muchos lectores ya se imaginarán que hablo de España, y me acusarán de exagerado. Tienen razón; digo unos y otros, pero existe una inmensa mayoría de ciudadanos que descubireron la democracia y disfrutan de la libertad y han ayudado a crear un mundo mejor. Esa mayoría es consciente de vivir en el siglo XXI. Ese mismo colectivo supo, en los años 80, hacer una revolución que explica Mario Vargas Llosa:
En los ochenta fue la gran revolución española, algo de lo que no se habla mucho, pero ha sido una de las más auténticas y extraordinarias transformaciones que a mí me ha tocado ver. Los jóvenes españoles no tienen la más remota idea de lo que era la España que yo conocí cuando vine como estudiante a fines de los años cincuenta. Una España pueblerina, en la que, igual que en el Tercer Mundo, se vivía una dictadura. Había una enorme desigualdad de tipo social y económico, las barreras eran gigantescas, y las costumbres estaban marcadas por la represión y los prejuicios, una rigidez tan estricta que era fuente de infelicidades. Con la transformación política y la democratización de España, se produce una revolución extraordinariamente exitosa.
O las agendas de los políticos eran otras o tenían menor capacidad de control sobre la sociedad. Lo cierto es que avanzados los 90 y, sobre todo, con el nuevo siglo, algo ha cambiado. El franquismo regresa entre nosotros. No me refiero a los franquistas nostálgicos que siguen añorando la resurrección de su único líder. Me refiero a los neo-franquistas de todas las ideologías y partidos que, desde posiciones aparentemenete democráticas, reinventan día a día los viejos dogmas franquistas para actualizarlos y cambiarlo todo para que, de ese modo, nada cambie. Algunos ejemplos nos ayudarán a calibrar hasta que punto este escenario, un tanto pesimista, es real o sólo una distorsión de la realidad:
– De nuevo se legisla de forma explícita y específica para cada sexo. Los hombres y mujeres dejan de ser considerados individuos para constituirse en parte indivisible de un todo superior y más importante. Hablando del nuevo “sexismo lingüístico” políticamente correcto (y lingüísticamente catastrófico), nos lo explica la La Petite Claudine:
El verdadero cáncer de nuestra lengua no son los SMS sino la agenda política, una agenda que no es la igualdad sino la segregación, el mecanismo de censura y de distraccón social mas efectivo de los últimos treinta años. Y esta normativa que define lo que se puede decir y lo que no, lo que se puede mostrar y lo que no, que cambia con las estaciones y se extiende como una plaga, infestándolo todo, es convenientemente apadrinada por las universidades y los medios de comunicación y tristemente defendida por millones que creen luchar por algo distinto, algo mejor.
– Se renueva el viejo odio visceral al capitalismo y la libertad de mercado. Antes eran los enemigos por que significaban democracia y libertad. Ahora … ahora ¿por que siguen siendo tan odiados?.
– El poder político y empresarial apuesta (y negocia en privado) para seguir “disfrutando” de los campeones nacionales empresariales, heredederos directos de los viejos monopolios públicos (que seguimos sufriendo, ahora controlados por un poder político privado).
– Seguimos defendiendo el intervencionismo en los precios “de primera necesidad” y la autarquía en la producción de alimentos.
– Se ”consagra” el matrimonio como institución fundamental en nuestra sociedad, extendiendo sus beneficios a todas las formas de relación sentimental, en lugar de eliminar los anacrónicos privilegios que se obtienen al acudir a un juzgado o una iglesia.
– Por supuesto, seguimos disfrutando, como hace más de 60 años, de una iglesia católica financiada por el estado y una enseñanza que mezcla fe y razón. Además los ateos, laicos y laicistas “como Dios manda” han conseguido ampliar los privilegios a otras iglesias.
– Si algo caracterizó el franquismo fue su exacerbado nacionalismo y sun defensa de los innumerables hechos diferenciales españoles. Este maravilloso invento permitó décadas de victimismo gracias al que disfrutamos de nuestra pobreza pensando que todo lo español era “lo mejor” y que todas nuestras penurias estaban causadas por la maldad intrínseca del mundo exterior. Ahora, esa actitud se ha reinventado, ampliado y mejorado: ahora algunos siguen considerando a España como algo diferente, mientras que otros muchos proclaman la diferencia de sus regiones, nacionalidades, realidades nacionales o naciones sin estado, e incluso algunos se declaran nacionales de su ciudad o pueblo.
– Por supuesto sigue existiendo RTVE, sigue aumentando su déficit, aportándonos su objetividad y su vocación de servicio público (como si no podemos interpretar el festival de Eurovisión). Pero además, han surgido las nuevas RTVE autonómicas corregidas y ampliadas.
– … Y por supuesto la pertinaz sequía, que sigue siendo “la culpable” de la subida de los precios de los productos agrícolas (véase aceite de oliva en estos días), mientras impedimos la entrada (ahora en toda Europa!!) de productos extranjeros (por supuesto de menor calidad). Y mientras seguimos pagando más por nuestro propio interés, nos permitimos “preocuparnos” por el hambre en el mundo con el mismo folklore y desconocimiento que hace décadas.
No me preocupa tanto que buena parte de los políticos de buena parte de los partidos sigan este modelo ideológico, me preocupa más su capacidad para acabar con una sociedad emprendedora, abierta y libre.