Al hilo de mi posts sobre neo-franquismo en la política y sociedad españolas y sobre el caso boliviano y el efecto de la nacionalización de los recursos naturales y de la estatalización de la economía, han aparecido dos artículos en prensa que ilustran perfectamente las dos visiones del mundo que se enfrentan en Occidente y que tienen mucho que ver con el papel y el poder del estado y con la libertad y responsabilidad de los ciudadanos. Quizás el concepto clave sea el de “pueblo”, una entidad intermedia que para muchos ostenta unos derechos que deben prevalecer por encima de los ciudadanos y que sólo puede ser representado por el estado. Que cada uno lea y saque sus propias conclusiones (¿quién se encuentra más próximo a las posiciones neo-franquistas?):
Xavier Sala-i-Martín, La maldición de los recursos naturales (publicado en La Vanguardia el 17 de Mayo de 2006). Diferencia claramente los derechos de las personas del intervencionismo estatal y pone en evidencia la nula capacidad gestora de las empresas públicas que no hacen más que malgastar las oportunidades de creación de riqueza que supone la existencia de los recursos naturales:
… Ahora bien, que las mayorías indígenas hayan sido explotadas por las minorías españolas no implica que la expropiación de empresas sea deseable. No porqué me importe el dinero de las multinacionales sino porqué no conseguirá mejorar la situación económica de los ciudadanos.
Tiene razón Morales cuando afirma que los recursos naturales son de los bolivianos. De eso no debe haber (y me parece no hay) ninguna duda. Pero eso no quiere decir que las empresas que los han estado extrayendo estén “saqueando” el país. Que se sepa, las empresas como Repsol están comprando (repito, comprando) el derecho de explotación y lo están haciendo a un precio que acordaron con el gobierno de Bolivia. No era el gobierno de Morales, pero era un gobierno tan democrático y tan legítimo como el suyo. Es posible que el precio no sea el que el actual presidente cree que es justo. Si es así, lo que debería hacer no es expropiar sino renegociar los contratos de acuerdo con la legislación internacional.
Que los recursos sean de los bolivianos tampoco quiere decir que deban ser extraídos por empresas públicas. Digan lo que digan los demagogos europeos (como el intelectualoide francés Ignacio Ramonet) que tanta influencia tienen en América Latina, las empresas públicas no funcionan ni en Europa ni en Latinoamérica. De hecho, sabemos que no funcionan en Bolivia porqué Bolivia ya nacionalizó el petróleo en 1937 expropiando a Standard Oil y cuando vio que el sector público no conseguía producir nada tuvo que privatizar. Y volvió a nacionalizar en 1969 (esta vez fue la Gulf Oil) y el correspondiente fracaso llevó a la privatización de 1996. Y se dirá lo que se quiera sobre las privatizaciones de los noventa, pero lo cierto es que no sólo aumentaron la productividad sino que fueron esas empresas las que descubrieron las reservas de gas natural que ahora se quieren expropiar.
Bolivia necesita tecnología extranjera. Sin ella, no sólo no podrá extraer el gas de su subsuelo sino que no podrá desarrollar su economía. Cierto: el gobierno debe asegurarse que las empresas cumplen la ley. Pero si éstas la cumplen, expropiarlas ahuyentará la inversión exterior y los más perjudicados no serán los accionistas de España sino los consumidores bolivianos que se pueden quedar sin teléfonos, sin ordenadores, sin maquinaria industrial y sin posibilidad de progresar.
Finalmente, que los bolivianos sean los propietarios de los hidrocarburos no quiere decir que el gobierno deba ser el destinatario de los ingresos que éstos generan. Es sabido que los recursos naturales tienden a arruinar a los países que los tienen ya que, al ser fáciles de “robar”, generan peleas y corrupción entre los políticos que intentan apropiarse de ellos. Bolivia todavía está a tiempo de evitar esta “maldición de los recursos naturales” que afecta a tantos países pobres. Para ello, el gobierno de Evo Morales podría tomarse en serio su propio discurso y dar a los bolivianos lo que es de los bolivianos. Es decir, en lugar de quedarse él (y sus ministros) con el dinero de la venta y explotación de los recursos, que lo reparta entre la ciudadanía: que cada año todos los bolivianos reciban en una cuenta corriente la parte que le corresponda del dinero generado por la venta de gas. Esta propuesta no es una locura: actualmente el gobierno ya regala unos 250 dólares anuales provenientes de los hidrocarburos a cada jubilado a través del programa “Bonos Solidarios Bonosol”. El estado debería generalizar este sistema a toda la riqueza del gas y a toda la población. Además de permitir que las madres escolaricen a sus hijos, inviertan en sus negocios o gasten el dinero libremente, eso evitaría que una parte importante de la riqueza acabara en Suiza. Si, una vez distribuido, el gobierno quiere recursos para financiar obras públicas, que ponga impuestos como todo el mundo. Al menos de esta manera los ciudadanos sabrán lo que se saca de los hidrocarburos… y lo que malgastan sus dirigentes.
Xosé Mejuto (perodista ligado al nacionalismo gallego), GZ/Bolivia (en Xornal.com). Defiende el derecho del pueblo boliviano, a través de su estado, a nacionalizar sus recursos. Utilizando un argumento poco escuchado hasta el momento, traslada el modelo boliviano al caso gallego para defender el derecho a la nacionalización de sus recursos naturales caso de poder ejercer como nación. Para Mejuto la nacionalización de los recursos gallegos podría ser la solución de muchos de nuestros males debidos a siglos de opresión:
É o pobo boliviano un suxeito de dereitos políticos? Si. Posúe un aparato estatal plenamente soberano? Si. Está agora gobernado por un movimento político que aspira lexitimamente ao exercicio desa soberanía? Si.
Non hai posíbel Movimento ao Socialismo (MAS, as siglas do partido de Evo Morales) se previamente non se exerce a soberanía nacional, esa é unha lección da historia que o líder indixenista ten felizmente moi presente. A aliaxe entre eses dous elementos -exercicio pleno da autodeterminación nacional e construción do socialismo- é o que verdadeiramente estarrece de Evo Morales e do MAS nas chancelarías europeas e non tanto a nacionalización dos hidrocarburos que ten antecedentes na historia a cargo de gobernantes tan pouco suspeitosos de anti-imperialismo como Carlos Andrés Pérez.
O que espaventa é a vontade do exercicio do poder político proprio, porque aí está a chave para pór en cuestión o statu quo da globalización imperialista. De quen son os recursos naturais? Das transnacionais ou dos pobos? Eis a cuestión que levanta o movimento de Morales. Décadas de neoliberalismo xa vimos o que trouxeron a América Latina: a devastación do meio ambiente, a depauperación de millóns de persoas, o etnocidio das nacións indias, miles de mortes infantis perfeitamente evitábeis de existir un sistema sanitario público e universal... Nas chancelarías do Imperio e das súas provincias -eis temos ao inefábel Solbes, candidato natural a substituír a Rato no FMI- hai medo a perder plusvalías a cambio de nada, hai pánico porque desapareceu o interlocutor branco proeuropeu e prooccidental; e non é que haxa inseguridade xurídica, é que non hai costume de ter que tratar cun Goberno boliviano que aspira a estabelecer relacións de igual a igual.
O eurocentrismo é unha sorte de racismo que consiste en negar aos outros o que un practica sistematicamente. Ou non exerce a súa soberanía o Estado español cando modifica as competencias da Comisión Nacional da Enerxía para que poda actuar sobre a OPA de E-ON a Endesa? Non tenta así o Estado español preservar os seus intereses sobre un sector chave da economía? Non é certo que ao facelo así vén de provocar a pauliña inquisitorial da Unión Europea?
O exercicio da soberanía, velaí a chave para o progreso dos pobos. E GZ? É Galiza un pobo definido? É unha nación? Acho que nen sequer os cadros dirixentes do PP de Galiza ignoran que si o é. O debate non está tanto no evidente, como nas consecuencias desa evidencia. Se é nación, debe poder producirse como tal. E se se produce como tal, debe poder exercer a súa soberanía, aínda que sexa en rexime de soberanía compartillada coa do Estado, nunha lóxica confederal. De ser así, un Goberno galego merecente de tal nome tería competencias para actuar como Bolivia ou o Estado español. De ser así, o Goberno Galego -con faculdades exclusivas sobre o réxime de produción e transporte da enerxía- podería tomar decisións soberanas sobre o novo gasoduto que nos fai falta ou sobre cantos megavatios eólicos queremos producir.
E así fechamos o círculo, de Bolivia a GZ: tanto en Europa como en América Latina é infinitamente mellor para un pobo e para a súa supervivencia material e humana ter soberanía -aínda que sexa compartida- que non tela.
As formas de opresión son distintas en Europa e en América Latina, mais a vía para a liberación é a mesma: ser nación e exercer sen complexos como tal.