Siguiendo con las disquisiciones sobre nuevos modelos de liderazgo, puede que los productores de jazz aporten algunas lecciones. En el jazz, como en las nuevas organizaciones, la creatividad se basa en la colaboración, en el aprendizaje sobre la marcha, en la improvisación. En estos casos el sistema es poco controlable y planificable. Pero en contra de lo que pudiese parecer, en el jazz los productores son un elemento clave actuando como líderes en lasombra. No planifican milimétricamente todo el proceso creativo como en otras músicas, pero seleccionan y enlazan las piezas necesarias, crean condiciones actuando como catalizadores. Eduardo Hojman nos da numerosos ejemplos en ABCD (Entre planificación e improvisación), para acabar defendiendo su trabajo como la clave del éxito de sus “organizaciones”:
Un rol fundamental. El papel del productor, invisible, olvidado, sigue teniendo un rol fundamental en la historia del jazz. En Argentina músicos como Fernando Tarrés (con su sello BAU), Adrián Iaies (con S?Jazz) o productores como Horacio Vargas (Blue Art) son en gran parte responsables de la excelente salud del jazz de aquellos lares. En España, Jordi Pujol consiguió crear una versión rica de la vanguardia neoyorquina en plena Barcelona con Fresh Sound donde, entre otras cosas, Brad Mehldau grabó su primer disco y que cuenta con artistas indispensables como The Bad Plus, Mark Turner, Kurt Rosenwinkel y también locales como Lluis Vidal o Josep Mengual.
Ausentes de la faz visible del disco, moviendo los hilos desde la consola de sonido, los productores de jazz (a diferencia del pop, por ejemplo) hacen historia justamente cuando consiguen despojar a su obra de cualquier resabio de tecnología y de planificación. Tal vez sea, en algún punto, una tarea ingrata: crear las condiciones para volverse, si no innecesario, al menos imperceptible.
Otro ejemplo de como los gestores pueden a veces aprender más de ámbitos alejados que de un MBA o de sus propios colegas.