Comprender la estructura y funcionamiento de las redes sociales implica una combinación de modelización matemática de sus propiedades estadísticas y de análisis etnográfico de su dinámica social. Los patrones estadísticos y las observaciones etnográficas permiten comprender las causas de su estructura y dinámica y de este modo poder diseñar métodos para evitar o promover determinadas consecuencias. Son redes los grupos armados que causan la mayor aprte de confictos armados y terroristas en nuestros días. También son redes las organizaciones civiles como empresas o instituciones. En unos casos la compresión de las redes tiene como objetivo final evitar su acción, en el otro incentivar ciertas dinámicas que maximicen su eficacia y/o eficiencia. Por tanto, a pesar del abismo existente entre ambos tipos de redes, comprender una de ellas puede ser enormemente útil para gestionar otros tipos.
Comentaré aquí algunas ideas e información sobre redes terroristas, especialmente para mostrar como su combate por parte de los gobiernos conduce en ocasiones a efectos indeseados al obligar a cambiar su estructura organizativa con consecuencias sobre la innovación que se desarrolla dentro de los grupos terroristas. Las evidencias disponibles muestran claramente la paradoja de la innovación presente en muchas organizaciones “pacíficas”: a mayor innovación mayores dificultades para gobernar las redes y para trasladar las novedades al conjunto de la organización.
David Ugarte revisa en Topologías, conflicto y terrorismo en red varios papers académicos que analizan las redes sociales que existen detrás de muchos de los conflictos armados existentes en la actualidad. Mientras que estos conflictos se sitúan en su mayor parte en una zona gris entre las guerras declaradas y los ataques terroristas clásicos, las nuevas redes terroristas que difieren radicalmente de las guerras tradicionales y el terrorismo clásico basados en ejércitos o grupos dotados de estructuras jerárquicas.
From old wars to new wars and global terrorism y Universal patterns underlying ongoing wars and terrorism (versión pdf) utilizan modelos matemáticos para explorar los patrones estadísticos de diferentes conflictos que se diferencian en las motivaciones, ideologías y geografías donde se desarrollan. A pesar de estas diferencias de escenario, los conflictos iraquí y colombiano presentan un patrón común reflejado por la ley de potencias que relaciona el número de muertos por evento (ataque terrorista) y la probablidad de que ocurran eventos con un número de muertos superior a ese valor. En estos casos el exponente negativo alcanza valores de aprox. 2.5, mientras que en las “viejas guerras” convencionales (de 1816 a 1980) y los ataques terroristas que suceden en los países del G7 presentan una pendiente menor, de sólo 1.7–1.8. Por tanto, los “nuevos” conflictos, resultado de un proceso de descomposición social y política y de una dinámica en red, presentan una mayor frecuencia de eventos con pocas bajas y menor de actos con un número elevado de muertos. Pero, para entender totalmente el impacto de estas acciones debemos pensar que el número absoluto de actos se incrementa dramáticamente en los casos de Iraq o Colombia por lo que nos situamos ante una “guerra” muy cruenta y enormemente distribuida (y por tanto más difícil de combatir).
Estos y otros resultados confirman algunas ideas que David de Ugarte ya había publicado sobre el modelo organizativo que subyace tras esta regularidad estadística:
Pues justamente aquello que hemos defendido durante los últimos años: en un mundo en el que la información se transmite cada vez más sobre una estructura de distribuida, el swarming, la guerra en red, es la forma natural de conflicto:
En este mundo reticular, con una multiplicidad de agentes que actúan autónomamente, usando las redes para coordinarse, el conflicto es “multicanal”, se da simultáneamente en muchos frentes, emergiendo del aparente caos un “orden espontáneo” (el “swarming”) que resulta letal para los viejos elefantes organizativos.
Esta coordinación no requiere en la mayoría de los casos ni siquiera una dirección consciente o una dirección centralizada. Al contrario, como señalaba el propio profesor Arquilla: la identidad de red, “la doctrina común es tan importante como la tecnología“. La guerra en la sociedad red, la netwar, es una guerra de corso, en la que pequeñas unidades “ya saben lo que tienen que hacer” y saben que tienen que comunicarse entre si no para preparar la acción sino sólo a consecuencia de ella. La definición de los sujetos en conflicto, lo implícito, es más importante en este tipo de enfrentamiento que lo explícito (los planes o estrategias de combate).
Una guerra en la que cada cual “puede apuntarse” y “hacerla por su cuenta” con su propio mapa de alianzas y enemigos y su propia y renacentista estrategia, al estudiarse de forma agregada bien puede tomar la forma de una red de libre agregación en la que opere una ley potencial de la letalidad… hacia la que según parece, convergen, con parámetros muy similares, los conflictos contemporáneos.
Como ya comenté en su momento (¿Cómo pueden crecer las organizaciones voluntarias?: la estructura celular de evangélicos, comunistas, alcohólicos anónimos y al-Qaeda) el grupo terrorista más globalizado, Al Qaeda, y otras organizaciones voluntarias de crecimiento rápido se caracterizan por una estructura en red específica en que cada nodo está constituido por una célula y no por un solo individuo. Este tipo de organizaciones pueden conseguir un crecimiento rápido gracias a su flexibilidad, autonomía y adaptación a objetivos o intereses locales, pero en contrapartida presentan una baja coordinación entre células que acaban compartiendo sólo unos objetivos comunes muy básicos, lo que provoca una gran dispersión de acciones.
Pero quizás lo más interesante es comprender por que razones organizaciones como Al Qaeda constituyen redes celulares globales. No es el resultado de una decisión planificada de sus dirigentes o integrantes si no el resultado de su historia y, en cierto modo, del éxito de sus enemigos. Calvert Jones (de SIMS Berkeley) ha estudiado la evolución histórica de su estructura organizativa y ha publicado sus resultados en Al Qaeda's Innovative Improvisers: Consequences of the Network Structure for Innovation and Learning in Global Politics (versión pdf). Como consecuencia de la desaparición del gobierno talibán de Afganistán tras el 11S, Al Qaeda perdió su consejo gestor centralizado que gobernanba de un modo jerárquico la organización. De este modo se convirtió de un modo rápido en una red descentralizada. La estructura en red descentralizada mejoró la capacidad de innovación y aprendizaje local al permitir, por propia necesidad, la exploración de rutas independientes para la resolución de problemas en cada una de las células. Esta mayor innovación se alimentó de mayores dosis de improvisación, que suplían la falta de conocimiento experto, y por tanto la organizción se volvío menos “profesional”. Este proceso podría explicar la evolución de sus acciones terroristas que en los últimos años, especialmente tras el 11S, dejan al descubierto sorprendentes "chapuzas" fruto en realidad de la improvisación con la que resuelven problemas de diseño de armas o de logística. A pesar de lo anterior, la descentralización genera una dispersión de los ataques y un aumento en su número que hace que se mantenga un "éxito" importante dado que se incrementan el número de acciones aunque se reduce su tasa de éxito (pero el número global de acciones exitosas y/o daños se puede mantener o incluso incrementar).
Las implicaciones de estos resultados son claras y trascienden el ámbito de la lucha terrorista. Existe un balance entre eficiencia e innovación de modo que las organizaciones tradicionales jerárquicas y con sistemas de gobierno explícitos actúan más “profesionalmente” (son más eficientes en el uso de sus recursos) pero mucho menos innovadoras que las organizaciones distribuidas con sistemas de gobierno de facto generados por la propia dinámica de las redes. En la lucha anti-terrorista, si no es posible destruir totalmente a la organización terrorista, el modo de atacarla puede determinar su organización futura; así podría en ocasiones interesar el mantenimiento del órgano gestor central de la organización con el fin de evitar la mutación hacia una estructura en red menos controlable y más peligrosa. Si nos trasladamos al mundo empresarial, si una empresa se dirige a un mercado maduro podría preferir mantener una estructura jerárquica eficiente, pero si desea explorar nuevos mercados (y cuenta con los recursos precisos dada la pérdida de eficiencia) deberá adoptar una estructura en red y permitir el desarrollo con un alto grado de autonomía de sus diferentes nodos. En una situación intermedia, buscar el equilibrio entre los diferentes modelos organizativos es todo un arte del que dependerá el éxito de la organización.