El protocolo de Kyoto, además de suscitar discusiones por su eficacia (e incluso por su necesidad o efectos perversos), es en muchas ocasiones mal entendido. La idea de comercializar derechos de emisión de gases de efecto invernadero es contraintuitiva para aquellos ciudadanos poco informados sobre la naturaleza del cambio global y de los mecanismos económicos basados en mercados. De la primera cuestión, es clave entender que el efecto sobre el clima de una emisión es totalmente independiente de su localización geográfica (lo cual justificaría la transferencia de emisiones de un país a otro, a pesar de las acusaciones habituales de explotación de los países pobres por los ricos). Sobre la segunda, suele ser difícil entender que comprando derechos de emisión (y por tanto emitiendo carbono) se está contribuyendo a reducir las emisiones globales (por una vía compleja e indirecta pero efectiva, o sea utilizando un mecanismo de mercado).
Pero a pesar de los problemas de comprensión, los mercados de permisos de emisiones son efectivos y una de las tendencias de futuro de la nueva revolución verde según la revista Wired. Otra cuestión es la utilidad de un mercado de emisiones muy particular, el protocolo de Kyoto. Es muy particular por su diseño que en ha sido el fruto de cuestiones geoestratégicas y resultado de las negociaciones de políticos y diplomáticos y no de economistas y científicos. Hace unas semanas comentábamos como las peculiaridades de Kyoto habían permitido a Rusia comercializar enormes cuotas de carbono que, después del hundimiento de su ineficiente y contaminante industria pesada, ya no utilizan. A pesar del caso ruso, los precios de las acciones en este mercado iban viento en popa, pasando de 6 euros por tonelada iniciales a 31 hace pocas semanas. Pero, después de que cinco países europeos hayan anunciado recientemente que sus emisiones para el 2005 fueron muy inferiores a las previstas, el valor de las acciones por emisiones ha caído a la mitad en pocos días.
Andrew Leonard explica las recientes fluctuaciones del mercado de emisiones (Carbon traders on the ledge) en el blog How the World works de Salon.com. Lo interesante de este proceso son las consecuencias para los inversores y para las emisiones globales, sobre las que se realizan predicciones contrapuestas:
In the short term, the news is pretty bad for the fledgling market. Some traders think the ETS might be crippled until 2008, when the E.U. is scheduled to tighten targets for emissions reductions. As a result, all those venture funds pouring money into renewable energy and other potential carbon credit generating mechanisms may have to wait some time before their investments pay off. You can bet that the global warming skeptics and anti-Kyoto "free market" hard-liners are chortling.
They shouldn't be. If ever there was a case that demonstrated the meaning of the term "growing pains," this is it. The most obvious problem is that allocations were set too high. That can and will be fixed. National allocations were originally set partially in response to individual lobbying by various nations, a fact that generated a lot of criticism from environmental groups that are now having a hard time restraining themselves from saying, "I told you so." But the good news is that now there are some real baseline numbers to show how much pollution is occurring. That's a feature, not a bug. As one analyst noted, "price discovery" -- the process by which a market arrives at a value for a commodity -- is especially volatile when a market is in the early stages of its creation.
La caída de precios es una mala noticia para los inversores en el corto plazo, pero no lo tiene que ser para el cumplimiento de Kyoto o para el mercado en si mismo en el largo plazo. De hecho, las recientes noticias muestran que el cumplimiento del protocolo puede ser más fácil de lo previsto, al menos en algunos países. Leonard tiene una visión positiva del problema, dado que considera Kyoto un buen punto de inicio para un mercado tan complejo como es el de emisiones globales de CO2:
Trying to combat climate change with a cap-and-trade market-oriented plan like the ETS was never going to be easy. It's an immensely complicated effort to deal with a huge, intractable problem. But the earlier you get started, the quicker you figure out what works and what doesn't and how the system needs to be tweaked. It would be nice if U.S. politicians were paying attention.
En este aspecto es donde, desde mi punto de vista, se debería centrar la discusión. El mercado de emisiones funcionará bien o mal (desde el punto de vista del cumplimiento del protocolo) en función de su diseño y de las condiciones de partida que se hayan establecido. Si las cuotas asignadas inicialmente están totalmente distorsionadas respecto a las emisiones reales se crean grandes desequilibrios entre países, lo que hace que la transición hacia un mercado eficiente sea muy complicada y traumática (para muchos inversores que se quedarán en el camino). Es lógico que genere desconfianza conocer como han tomado sus decisiones los “diseñadores de Kyoto” (véase el caso de Rusia o, en un sentido totalmente opuesto, el de España). Diferente hubiese sido si el diseño de este mercado (tras la decisión política de su creación) hubiese estado en manos de profesionales, como por ejemplo Al Roth. Este economista de la Universidad de Harvard es uno de los más reputados diseñadores de mercados (aquellos que visitéis su web no os asustéis, diseñar un mercado no tiene nada que ver con diseñar un sitio web). Por desgracia no ha sido así, y se esta constatando que muchos países reducen drásticamente sus emisiones por su crisis industrial (sin necesidad de mercados) y a otros se les impone un coste tan elevado que o bien no cumplen el protocolo o simplemente no lo firman, o lo que es peor introducen subsidios para cubrir los costes empresariales (y por tanto eliminan el incentivo para la innovación tecnológica que reduzca emisiones).