4. Algunas ideas sobre el problema de la participación activa de los estudiantes
Todos los que nos dedicamos a la educación nos lamentamos, más o menos, de la falta de participación de los estudiantes. La participación no es una opción, no es una alternativa pedagógica. Es la punta del iceberg de un modelo de ciudadano por el que casi nadie trabaja pero todos dicen defender. Políticos y "agentes sociales" alaban al emprendedor, la innovación o la solidaridad. Pero, ¿alguien se pregunta como se puede aprender a tener iniciativa, a ser emprendedor, a ser innovador, a colaborar y compartir?
Volviendo a la (falta de) participación de los estudiantes, una (gran) parte de la responsabilidad es nuestra (como profesores individuales y como parte de instituciones) por trabajar con métodos que conducen, casi necesariamente, a la pasividad. En el colmo de la perversión, que por desgracia aparece en demasiadas ocasiones, el estudiante participativo se ve penalizado por su trabajo. ¿Por qué?. Si la participación no se traduce en un beneficio directo y si los métodos de calificación no discriminan al estudiante que se ha formado para participar de aquel que se ha limitado a un aprendizaje mecánico, el estudiante activo perderá su tiempo en lugar de "hincar los codos" en el sentido más clásico del término; el único que muchos profesores valoran.
Pero otra parte de la responsabilidad la tienen los propios estudiantes. No pocos profesores (que intentan ser) innovadores se frustran cada año al enfrentarse a un colectivo apático que, en el mejor de los casos, no aprovecha las oportunidades de participación y, en el peor, huye (si la organización académica se lo permite) de las materias "innovadoras". Ambas responsabilidades están íntimamente relacionadas: en un sistema que globalmente penaliza la participación, la mejor estrategia es la adaptación a este modelo general y la supervivencia o huída en las excepciones "participativas".
Llegados aquí creo que en lugar de lamentarnos por las perversiones del sistema o la falta de iniciativa de los estudiantes (cada uno pondrá el acento en el culpable que prefiera; tristemente pocos profesores se criticarán a si mismos o a su colectivo), debemos inventar métodos activos para lograr el cambio. Si queremos que nuestros estudiantes conversen con nosotros y entre ellos (y yo entiendo la participación de ese modo) necesitamos generar incentivos explícitos y agresivos para lograrlo.
En mi experiencia personal, no es suficiente con proponer a los estudiantes que su participación será valorada positivamente al final de proceso. Si la afirmación es genérica, simplemente no se la creerán (casi nunca se convierte en realidad en su entorno). Aún si es específica (con criterios cuantitativos y sistemas objetivables de medición) serán reacios a participar: son simples receptores de una propuesta, no tienen capacidad de iniciativa.
Por tanto, al menos como terapia de choque, deberíamos ir a métodos más agresivos, donde se les hagan propuestas más arriesgadas y directas a los estudiantes. Solo a modo de ejemplo, tanto yo mismo como otros colegas hemos experimentado con la evaluación por pares entre estudiantes, en la que el propio evaluador recibe notas en función de "lo bueno que sea" calificando a sus compañeros. No es más que un sistema de reputación comunitaria que, en mi corta experiencia, ha funcionado bastante bien: los estudiantes discriminan perfectamente la calidad de las contribuciones de sus compañeros (para lo que necesitan conocimientos y trabajar) y participan activamente en todo el proceso (y su interés personal les obliga a no engañar). Pero existen muchas otras alternativas. En nuestras manos está la posibilidad de diseñarlas, utilizarlas experimentalmente, aprender de los resultados y compartirlas con la comunidad.