Existen una serie de preferencias, que adquieren casi la categoría de “valores universales”, que cualquier ciudadano, urbanista o político manifiesta sobre las característcias que debe reunir una ciudad o barrio. Dentro de estas preferencias se sitúan la abundancia de zonas verdes, equipamientos de ocio y deportivos, actividad comercial, baja densidad de tráfico, bajo coste de la vivienda, etc. Las razones de estas preferencias son obvias, dado que de una forma u otra todas ellas mejoran la calidad de vida de los ciudadanos. El problema surge al no tener en cuenta el balance (“trade-off”) que existe entre estas preferencias que, en muchas ocasiones, son incompatibles entre si. De este modo, el ciudadano se equivoca cuando busca (o se deja convencer por las promesas del político o promotor inmobiliario de turno) en un mismo espacio urbano que le proporcione todos estos “valores”. Los urbanistas y políticos se equivocan al planificar el desarrollo de una ciudad o barrio pensando que todos estos objetivos son alcanzables en el mismo tiempo y espacio.
Es muy frecuente en nuestras ciudades la creación de nuevos barrios periféricos con grandes zonas verdes o buenos equipamientos deportivos, los cuales reducen la densidad, pensando que estas nuevas zonas urbanas pueden contar con la misma vitalidad comercial que los barrios tradicionales céntricos de alta densidad. Lo mismo sucede cuando se diseñan áreas urbanas con escasa diversidad de usos (por ejemplo zonas residenciales) y se trata, al mismo tiempo, de generar vitalidad urbana (sin que los habitantes cuenten con los incentivos que les hagan desarrollan una vida cotidiana que, como resultado y propiedad emergente, de lugar a esa vitalidad). Llevando estas ideas a la microescala, donde operan las decisiones individuales, es muy habitual que los vecinos se opongan a proyectos comerciales en sus cercanías (en espacial si son bares) pero se quejen de la escasa vida de sus calles.
Por supuesto, estas relaciones entre ventajas e inconvenientes de cada modelo urbano no deben entenderse como un proceso rígido. Por ejemplo, no todos los barrios con la misma densidad de población cuentan con la misma actividad comercial o problemas de tráfico. Este margen de acción es el que permite al político y al urbanista diseñar estrategias, que si asumen la realidad de los balances entre preferencias se traducirán en políticas realistas con cierta garantía de éxito. Una visión utópica donde “todo es posible” sólo conduce a errores de bulto y a la frustración de los ciudadanos que se encuentran con una realidad que no se parece al modelo prometido. Aunque todo esto debiera parecer obvio, sólo ahora se está empezando a constatar en España y a ser aparente para una parte de la la opinión pública, mientras que en EEUU ya está bien documentado cuantitativamente. En todo caso, una visión comparada permite detectar una tendencia global en las tipologías urbanas que surgen en las ciudades occidentales.
El País, en su edición de Madrid de 25 Julio, y como acompañamiento a un artículo sobre la evolución demográfica de la ciudad (Madrid envejece, con o sin extranjeros) publica tres perfiles de tres barrios madrileños que pueden considerarse los prototipos de desarrollo urbano en las ciudades occidentales:
- barrios céntricos caros y envejecidos donde convive una “clase alta” e inmigrantes dedicados a dar servicios a esta población nativa (fundamentalmente servicio doméstico); la vitalidad comercial es aún buena (aunque en declive) y culturalmente son poco activos;
- barrios céntricos en proceso de gentrificación ocupados por una mezcla de profesionales, artistas (ambos normalmente sin hijos) e inmigrantes; con precios en crecimiento exponencial, una gran vitalidad cultural y comercial y problemas de seguridad y tráfico; y
- barrios periféricos recién nacidos, “bien diseñados” (amplios equipamientos deportivos y de ocio y muchas zonas verdes); presentan una gran parte de sus “espacios públicos” de uso privado (parques, piscinas,…) o de gestión privada (centros comerciales) y una escasa actividad comercial (donde dominan bancos y bares) excepto en los grandes centros comerciales periféricos; estos barrios están dominados por parejas jóvenes de clase media con hijos.
Estas son las descripciones de los tres ejemplos proporcionados por El País:
Sería injusto decir que el distrito de Salamanca es un geriátrico, pero posee la cifra de sobreenvejecimiento más alta de la ciudad. "La gente joven, a la que puede se marcha. Es un barrio aburrido y caro, sin dinero no hay nada que hacer", comenta un portero de una finca de la calle Velázquez. Su portería, como la mayoría en el barrio, huele a domingo; a reunión familiar; a la casa de los abuelos, vaya.
Cuando cae el sol empiezan a salir los mayores del barrio. La mayoría luce bastón o muleta y van acompañados por un familiar, un compañero de fatigas o de partida de mus, o, cada vez más, por mujeres inmigrantes. Este fenómeno es ya frecuente. La tasa de inmigración, que es más alta de lo que podría pensarse, tiene una relación única con las empleadas del hogar. Las mujeres inmigrantes aquí, a diferencia de otros barrios, son más que los hombres.
Lavapiés asiste a un proceso de gentrificación. El término es un neologismo que deriva de gentrification, que puede traducirse como ennoblecimiento. Como en otras ciudades, la inmigración y los jóvenes de clase media con profesiones liberales reconquistan los centros históricos olvidados por las administraciones. Los artistas encuentran un sitio barato para montar estudios y viviendas, y los inmigrantes, un lugar ideal para que la casa no sea una losa insoportable a final de mes. El resultado son barrios como el Raval en Barcelona, Lavapiés en Madrid o Kreuzberg en Berlín. Puro mestizaje. Al final, sin embargo, tras convertirse en un lugar de moda y ocio la zona aumenta su valor urbanístico y los más desfavorecidos terminan siendo expulsados de la zona. El paradigma de este desenlace son los barrios de Nueva York de Soho o Williamsburg.
Por ahora, los restaurantes hindúes y las heladerías modernas conviven con las teterías árabes y los bares de copas de afamados cantantes. Héctor, un indigente cubano, duerme en medio de la plaza mientras en la calle Argumosa decenas de jóvenes saborean cócteles en las terrazas. "Cada vez viene más gente modernilla al barrio, pero sigue siendo un sitio donde te tienes que relacionar por fuerza con el vecino. Vivimos pegados", cuenta David.
Con la llegada de los inmigrantes la zona se ha rejuvenecido enormemente en los últimos años. A las seis de la tarde los niños juegan en las plazas y cualquier esquina sirve de improvisada portería. El Centro Dramático Nacional, el Museo Reina Sofía o la filmoteca convierten la zona en un foco cultural. Una caña, un euro.
Sonia vive con su marido en el nuevo barrio de Las Tablas, al norte de Madrid, desde hace tres años. Tienen dos hijos, de tres años y ocho meses. "Nos mudamos aquí para que los niños estuvieran más cómodos, para que cuando sean más mayores puedan bajar al jardín y a la piscina solos", cuenta en el patio de su casa. Todos los edificios tienen piscina, trastero y garaje. Hoy, un piso de unos 80 metros cuesta 80 millones de las antiguas pesetas. No hay gente mayor. Todo son parejas jóvenes con hijos. Muchos pisos aún están vacíos.
"Cuando vinimos nos dijeron que con la Operación Chamartín aquí terminaría habiendo de todo. Que sería un barrio normal. Pero han pasado los años y no hay de nada. Sólo bares y bancos", protesta Sonia. En la zona no hay servicios de ningún tipo. Sólo está abierta una escuela infantil con 45 plazas por curso. Algunos vecinos deciden no empadronarse en la zona para poder llevar a sus hijos al colegio donde tocaría por su residencia anterior.
…
Los bajos de los edificios, o están vacíos o son bares o bancos. Uno al lado de otro. Para hacer la compra hay que coger el coche y desplazarse varios kilómetros hasta un Carrefour. La plaza del barrio son los centros comerciales.
Me parece especialmente relevante el comentario de la vecina de Las Tablas que se lamenta de que “nos dijeron que … aquí terminaría habiendo de todo”. ¿Quién promete que un barrio va a tener actividad comercial?, y ¿cómo lo puede asegurar?. Este ejemplo ilustra el error básico del proceso de desarrollo urbano que viven nuestras ciudades: políticos y promotores que creen (o prefieren creer) que “todo es posible” y ciudadanos que asumen las promesas sin un mínimo análisis crítico. Ni unos ni otros han dedicado un mínimo de tiempo a observar la vida en las ciudades y a realizar un “análisis comparativo” de los barrios. Y ni unos ni otros se preocupan por entender las causas y consecuencias de la densidad y la actividad comercial, por ejemplo.
Como contrapunto a la inocente e incomprensible sorpresa con que en España empezamos a descubrir las realidades de las tipologías urbanas, en EEUU llevan ya un tiempo acumulando estadísticas y análisis socioeconómicos. Por ejemplo, un reciente estudio de la Brookings Institution analiza las características demográficas y económicas, a partir de los datos de los censos realizados entre 1970 y 2000, en las 100 mayores áreas metropolitanas estadounidenses y en las ciudades y suburbuios de 12 áreas metropolitanas (Where Did They Go? The Decline of Middle-Income Neighborhoods in Metropolitan America). Los resultados son sumamente interesantes y muestran los patrones que antes esbozábamos con los ejemplos madrileños, aunque en este caso a una escala mayor (ciudad o área metropolitana en lugar de barrio):
- Middle-income neighborhoods as a proportion of all metropolitan neighborhoods declined from 58 percent in 1970 to 41 percent in 2000.
- Between 1970 and 2000, lower-income families became more likely to live in lower-income neighborhoods, and higher-income families in higher-income neighborhoods.
- The proportion of neighborhoods that were middle-income shrank faster than the proportion of families that were middle-income in each of 12 large metropolitan areas examined. Among the 12 metro areas, Los Angeles-Long Beach, Baltimore, and Philadelphia experienced much more dramatic declines in middle-income neighborhoods than San Antonio and Louisville.
- Only 23 percent of central-city neighborhoods in the 12 large metropolitan areas had a middle-income profile in 2000, down from 45 percent in 1970.
- A much larger proportion—44 percent—of suburban neighborhoods in the 12 metropolitan areas had a middle-income profile in 2000. Yet this proportion fell over the 30-year period, too, from 64 percent in 1970, accompanying a smaller decline in suburban middle-income families. Suburban middle-income neighborhoods were replaced in roughly equal measure by low-income and very high-income neighborhoods.
En resumen, a lo largo de treinta años la estructura económica de barrios, suburbios y ciudades ha reducido drásticamente la diversidad pasándose de una mezcla de vecinos de diferente poder adquisitivo a situaciones donde dominan bien las clases altas y bajas (normalmente zonas céntricas) o bien las clases medias (especialmente los suburbios). Además existe una tendencia subyacente de “desaparición” global de familias de clase media que, por tanto, se convierten en familias de clase alta o baja.
Este informe es la base de un reciente artículo en The New York Times (Cities Shed Middle Class, And Are Richer and Poorer For It) donde se analizan las consecuencias de estos cambios demográficos en la estructura espacial de las ciudades americanas. Los efectos económicos de la “expulsión” de las clases medias de las centros uyrbanos no son dramáticas (no así para los ciudadanos de clase media), dado que, dicho con toda simpleza y crudeza, menos habitantes ricos pueden proporcionar más recursos económicos para mantener servicios. Por el contrario, los efectos sobre el capital social si pueden ser dramáticos, dado que se reduce la diversidad lo que tiene consecuencias sobre la vitalidad urbana y las oportunidades culturales y económicas de los ciudadanos (por ejemplo las oportunidades para la movilidad social se reducen):
But sociologists and many economists believe that there can be non-economic consequences for cities that lose a lot of middle-income residents. The disappearance of middle-income neighborhoods can limit opportunities for upward mobility, the authors of the Brookings study said. It becomes harder for lower-income homeowners to move up the property ladder, buy into safer neighborhoods, send their children to better schools and even make the kinds of personal contacts that can be a route to better jobs. …
With a dwindling middle class, rich and poor become more separate. Alan Berube, an author of the Brookings study, said a two-tiered marketplace can develop: Whole Foods for the upper classes, bodegas for the lower, with no competition from stores courting the middle. “If the two models are check cashers on the one hand and major national financial institutions on the other, who’s thinking about how to hold down costs for the basic consumer?” he asked.
School systems may suffer, too. While some upper-middle-class families rely on the public schools, many that can afford private-school education opt out. Urban school systems tend to be dominated by middle- and lower-income families. Middle-income parents have the ability and leverage to demand improvements. Similarly, studies show that lower-income students benefit by being in economically mixed schools.
Peter Gordon comenta en su blog el artículo de NY Times y proporciona una visión alternativa, más positiva, de ese proceso al poner de manifiesto dos tendencias de fondo: el trasvase de la clase media a la alta, y la mejora de las perspectivas de las clases bajas, fundamentalmente inmigrantes, al ocupar de zonas de alto poder adquisitivo para proporcionar servicios:
The article lists the five metro areas with the smallest percentage of middle class families: New York, Los Angeles, McAllen, Baksersfield, Miami. Might these also be the ones with the largest immigrant populations? Is it safe to say that almost all of the immigrants (by definition) have moved up in the world? Especially in terms of their prospects?
Growing numbers (and proportions) of "high income" families mean that middle-income people are moving up. Growing numbers of "low income" families are largely explained by immigration.
En cualquier caso, el debate principal que surge de estos patrones urbanos se centra en la capacidad de gestionar estos procesos. En este sentido, como en otros muchos cuando hablamos de ciudades, es conveniente recordar a Jane Jacobs. Karrie Jacobs lo hace en Metropolis Magazine (Jane Jacobs Revisited; comentado por Steven Johnson) con la excusa de un gran proyecto en Nueva York que está levantando una enorme polémica ciudadana y política. En el artículo se revisa la obra de Jane Jacobs y se pone de manifiesto como muchas de sus ideas fueron malinterpretadas y peor utilizadas por algunas corrientes arquitectónicas y de planificación urbana (que, finalmente, han caído en los mismos errores con los que empezábamos este post). En concreto, el movimiento del nuevo urbanismo que pretende conseguir ciudades compactas y vitales con una férrea planificación:
… she consistently ridiculed the Garden City movement of the nineteenth century, the clearest precursor to New Urbanism, attributing to it the notion of “harmony and order imposed and frozen by authoritarian planning.”
Otra crítica se dirige a la visión urbana heredera de Le Corbusier, que se ha revelado como demasiado simplista al basarse casi exclusivamente en la capacidad de la arquitectura pra modificar la compleja realidad de las redes sociales urbanas. Por ejemplo, la idea de que las zonas verdes son benefeciosas per se, cuando en ocasiones producen efectos negativos al reducir la densidad o actuar como barrera a la movilidad:
… Jacobs was articulate about her contempt for Le Corbusier and his vision of the Radiant City, which, she wrote, “had a dazzling clarity, simplicity, and harmony. It was so orderly, so visible, so easy to understand. It said everything in a flash, like a good advertisement.” Her target, however, was not his architectural style per se but rather the idea that vast stretches of green space were automatically beneficial to urban life, that Corbu’s brand of reductive thinking could produce a genuinely urbane place. I was delighted to find that Jacobs didn’t have a problem with new construction or contemporary architecture as long as it was well integrated into the urban fabric. She praised the new office towers of Park Avenue, such as Lever House and the Seagram Building, calling them “masterpieces of modern design.”