[Me refiero a las obras en papel, bien encuadernadas y mejor protegidas por sus derechos de autor, precios fijos y resricciones comerciales. Esas obras que año tras año sufren pequeñas actualizaciones que obligan a su re-edición y a que los padres los compren aunque dispongan de ediciones previas]
- Las editoriales,
- los distribuidores,
- las pequeñas librerías,
- las grandes superficies comerciales,
- los gobiernos que controlan este falso mercado con sus subvenciones y controlan la “objetividad” de sus contenidos mediante leyes,
- muchos colegios que se erigen en intermediarios o pueden “negociar condiciones ventajosas” (para el colegio) directamente con la cadena de distribución, y
- algunos profesores demasiado acomodados con la docencia tradicional y sin interés (o incentivos) por innovar y adaptarse a nuevas oportunidades.
Pero a pesar de la abundancia y diversidad de beneficiarios, los nuevos proyectos de libros electrónicos abiertos y colaborativos que resumía Smart Mobs hace poco convierten a los libros de texto tradicionales en una opción mala y cara para sus usuarios finales:
Aunque estos proyectos se dirigen principalmente al sector universitario, nada impide que proyectos de este tipo se extiendan a otros ámbitos como a la enseñanza no universitaria donde se concentra el paraíso del libro de texto obligatorio y perfectamente controlado por el sistema político-editorial-comercial.
Imaginemos por un momento, y tomando como ejemplo a España, que el gobierno dedica una ínfima parte de los presupuestos que ahora destina a sostener el sistema actual de libros de texto a crear una plataforma abierta donde los propios profesores puedan compartir y co-crear contenidos. Imaginemos que incentiva este trabajo de los profesores. Imaginemos que los propios alumnos pueden contribuir ya sea con contenidos ya sea con críticas. Imagninemos que esos contenidos están disponibles en la red para que aquel que lo desee los consulte, reutilice, imprima, … Sin ser ambiciosos, podemos imaginar que, simplemente, el gobierno no invierte nada en estos proyectos pero, al menos, les proporciona un marco legal adecuado.
Por supuesto, podemos incluso imaginar acciones más allá de los propios libros (como la del MIT OCW). Un buen ejemplo lo comenta Antonio Lafuente en tecnocidanos:
La Universidad de Yale acaba de anunciar que subirá a la red el vídeo con las clases que sus profesores imparten. La noticia es espectacular y da una prueba más de la fuerza que está adquiriendo el movimiento open access (acceso libre y gratuito al conocimiento)…
En resumen, para contestar a la pregunta del título, es más rápido contestar quién no los necesita: alumnos, padres y profesores. O sea, que seguiremos “disfrutando” de los libros de texto por mucho tiempo …