[Una versión reducida de este texto ha aparecido hoy como tribuna en Novatec, el suplemento mensual de innovación y tecnología de La Vanguardia, y también está disponible en el blog de Novatec].
Cuando se acercan los periodos electorales los políticos y sus partidos se aproximan a Internet y a las “nuevas” herramientas que permiten a cualquiera crear una audiencia y difundir sus ideas con un coste marginal. Y aparecen los blogs de políticos, lanzados a bombo y platillo semanas antes del día de las votaciones, que viven sus días de gloria antes de ser semi-olvidados tras el desenlace electoral esperando a una mejor ocasión.
Es fácil identificar estos blogs de campaña, lanzan mensajes sencillos, enlazan poco (especialmente a los oponentes) y, en muchos casos, es fácil vislumbrar entre líneas que su verdadero autor es un asesor más que el propio político. Pero, la Internet social, la que se esconde tras el término web 2.0, es mucho más que blogs utilizados como canales unidireccionales de comunicación. Los políticos utilizan mucho menos otras herramientas como wikis, etiquetas, marcadores sociales, videos o podcasts … Un ecosistema tecnológico diseñado para (y por) la participación activa de los usuarios, para la creación de redes sociales participativas y colaborativas. La simplificación política de la web 2.0, limitándola a los blogs, es hasta cierto punto lógica dado que estas otras herramientas producen muchos menos beneficios a corto plazo, por que son sistemas de gestión de la información, de creación de comunidades y finalmente de creación de nuevo conocimiento en común. Pero este proceso de aprendizaje necesita tiempo, esfuerzo e interés.
Los blogs, por el contrario, semejan la panacea para lograr de un modo casi instantáneo y eficiente un impacto en los electores. Pero se equivocan estos políticos bloggers sobrevenidos, se equivocan sus partidos y se equivocan sus asesores (que seguramente, igual que la mayoría de medios tradicionales, se empiezan a aproximar a este fenómeno con una mezcla de complejo de superioridad y miedo a lo desconocido). Y se equivocan por dos razones. Primero, por que los blogs, especialmente en España, siguen siendo un fenómeno minoritario y absolutamente desconocido o ignorado por la mayor parte de votantes. Y segundo, por que un blog necesita trabajo, tiempo y una actitud proactiva para tener un cierto impacto en la comunidad de usuarios. Cuando un personaje popular lanza un blog suele alcanzar un primer impacto relativamente importante, muchos lectores (incluso aquellos que no saben que es un blog) se aproximan por curiosidad. Pero este impacto desaparece rápidamente, especialmente cuando el político repite en su blog sus mensajes públicos lanzados en mítines, tertulias o en foros institucionales.
Los blogs como herramientas para el márketing electoral son un arma del pasado, la transformación tecnológica de una estrategia ya antigua. Pero, unos pocos políticos se han apasionado desde por lo que significa esta nueva Internet social, por las posibilidades que ofrece de aprendizaje de y con los ciudadanos. Estos políticos llevan tiempo publicando en la red y creando una comunidad. Una comunidad reducida (aunque mucho mayor, más motivada y activa que la que se puede congregar en los mítines de una campaña), pero con una enorme influencia. La blogosfera como conjunto de votantes es irrelevante por su tamaño, pero como creadores de opinión cuentan con una fuerza extraordinaria. Pensemos que las personas que se mueven en este mundo de redes digitales suelen ser buenos comunicadores y muestran una actividad social inusitada y enormes ganas de participar y debatir. Por tanto suelen ser personas influyentes en sus comunidades “analógicas”.
Por esto los blogs no son para las elecciones, que nadie busque votos directamente con un blog. Muy al contrario, el final de un periodo electoral es el mejor momento para recomendar a un político que empiece a conocer el mundo de la web 2.0, a leer y comentar, que abra un blog, que se entre en la conversación, que aprenda a construir ideas con los propios y con los contrarios. De este modo, primero, posiblemente cambie su forma de relacionarse con los ciudadanos (eso atestiguan los que ya lo han experimentado), y, segundo, se convierta en un nodo influyente en una comunidad muy influyente y esto se pueda traducir, tiempo después, en un mayor apoyo electoral. Pero para eso debe dejar de oír sólo su propia voz y convertirse en uno de los portavoces de la voz de muchos.