La jornada sobre ciudades creativas en la que participé en Gijón, y que ha resumido Francisco Blanco, ha sido muy útil por diversas razones, desde empezar a conocer “por dentro” Gijón hasta reflexionar sobre que estrategias pueden o deben desarrollarse en nuestras ciudades desde los gobiernos municipales.
Realizando un análisis comparado de las estrategias municipales seguidas por diferentes ayuntamientos españoles en los últimos años creo se pueden extraer algunas tendencias generales que marcan las visiones de futuro (o la falta de visión) de nuestros representantes políticos, apoyados casi siempre en otras instituciones y en los ciudadanos con los que comparten su postura. En mi opinión en los últimos años emergen dos grandes modelos, que ya proponía en mi presentación: ciudades museo o escaparate (que como propondrémás adelante acaban en ciudades burocráticas) y ciudades innovadoras y creativas. Estas políticas locales no son, por supuesto, neutras y tendrán consecuencias, positivas o negativas, para nuestro “futuro urbano”. Lo que sigue es una visión personal, que no pretende ser una revisión sistemática y cuantitativa, de las grandes tendencias en modelos de ciudades que emergen en España.
Por una parte, nos encontramos la “liga de las grandes ciudades” (al menos cercanas al millón de habitantes). Aquí nos encontramos con Madrid y Barcelona y, en un segundo nivel, Valencia, Zaragoza, Bilbao o Sevilla. Estas ciudades pueden “permitirse” una doble estrategia apostando simultáneamente por la combinación de cultura y turismo y por la innovación. La doble apuesta no significa necesariamente éxito ni una buena gestión, pero su capacidad de movilización de recursos y la concentración de capital social e intelectual (por la simple agregación de personas) permiten “diversificar riesgos” y asegurarse un futuro, al menos parcialmente, exitoso.
No es de las grandes ciudades de las que me quiero ocupar aquí. Analicemos con mayor detalle las ciudades intermedias, aquellas que se sitúan entre 100,000 y 300,000 habitantes (aunque pueden contar con áreas metropolitanas de influencia mucho más grandes). Ciudades como Coruña, Gijón, Oviedo o Santiago de Compostela, que no disponen de recursos para apostar por la doble estrategia y se deben decantar en la práctica, aunque sus gestores no lo reconozcan, por una u otra. En este caso, en mi opinión emergen en los últimos años al menos dos tendencias claras. Cada una de ellas es consecuencia en realidad de la historia social y económica de las ciudades, demostrando que las estrategias políticas contemporáneas no cuentan con excesivos grados de libertad (o sus responsables no demuestran excesiva capacidad de maniobra) y la “path dependence” es extremadamente relevante.
Ciudades burocráticas
Las ciudades burocráticas se suelen corresponder con aquellas en las que se instalan gobiernos autonómicos que generan un gran impacto económico y una dinámica social y cultural totalmente dependiente de la vida institucional. En muchas de estas ciudades, la entrada de instituciones antes no existentes significa una pequeña revolución, patente ya sólo por el número de empleos que genera una administración autonómica. Estos casos se corresponden con ciudades como Santiago, Oviedo o Mérida. Además, en muchas de estas ciudades, existen universidades que se han desarrollado en paralelo (omcon anterioridad) a las otras instituciones públicas (no en Mérida pero si en Oviedo o Santiago por ejemplo). Otras ciudades que no cuentan con gobiernos autónomos, responden sin embargo a un modelo similar en que la institución dominante ha sido históricamente la universidad (caso de Salamanca por ejemplo). Paradójicamente, en España las universidades parecen haber acompañado más a la burocracia pública que a la actividad industrial o a la cultura independiente.
Estas ciudades burocráticas han apostado, en general, por el modelo de ciudad museo basado en la atracción turística y el desarrollo de una “cultura institucional” promovida casi exclusivamente desde las instituciones públicas (en la que los actores privados dependen casi exclusivamente de la financiación y/o de la promoción públicas).
Ciudades creativas e innovadoras
Por el contrario nos encontramos con otras ciudades intermedias que ni han sido en el pasado ni son en la actualidad la base de operaciones de las grandes instituciones públicas. Muchas de estas ciudades cuentan, por el contrario, con una tradición basada en la iniciativa privada, con pasados industriales (Gijón) o comerciales (Coruña). En estos centros urbanos la actividad cultural puede haber sido en el pasado y puede ser en la actualidad muy importante, pero casi siempre siguiendo un modelo radicalmente diferente. Son ciudades abandonadas hasta hace poco por la cultura institucional en las que se ha desarrollado una iniciativa ciudadana importante con un carácter liberal e independiente del poder establecido muy acusado. Por otra parte, y para completar el escenario, en estas ciudades que no acogen gobiernos autonómos, las universidades o no existen o son de aparición mucho más reciente. En estos escenarios de “abandono institucional”, el modelo de ciudad museo cuenta con pocas opciones de desarrollo. Esto, lejos de ser un hándicap, puede convertirse en una gran oportunidad al poder canalizarse los esfuerzos (y recursos) hacia el objetivo de la creatividad y la innovación. Además, su tradición cultural y empresarial se encauza de una forma natural a este modelo más que al de ciudad museo.
Pero algunas de estas ciudades, como Coruña, han abandonado totalmente el modelo innovador soportado por la iniciativa privada / ciudadana para tratar de convertirse en un escaparate de atractivo turístico. Este modelo puede haber creado en algunos casos una apariencia de cierto éxito, sobre todo ante los ojos de los visitantes que se quedan con una visión superficial de la ciudad, pero posiblemente la condenan a un futuro gris. En un entorno de una superabundancia de oferta cultural, en gran parte de calidad media o más que discutible, es extremadamente difícil que una ciudad de, por ejemplo, 300,000 habitantes pueda convertirse en un nodo central de los circuitos culturales. Al tiempo, es difícil que las instituciones puedan soportar indefinidamente el coste del mantenimiento de las infraestructuras e industrias culturales y, hasta el momento, este tipo de ciudades no han generado una dinámica privada que soporte sus actividades culturales (ni parece que lo vayan a lograr en el futuro).
Por el contrario, otras ciudades como Gijón han sido más consecuentes con su historia, capacidades y oportunidades. Han huído del modelo espectacular, efectista pero no efectivo, y han optado por otros modelos de desarrollo que partiendo de un pasado emprendedor y activo (pero en sectores ya obsoletos) tratan de canalizar esta mentalidad de su población a nuevos sectores económicos emergentes. Aún es pronto para evaluar el éxito de esta estrategia, pero, en mi opinión, cuenta con mayores oportunidades de futuro que aquellos que han querido convertirse en ciudades burocráticas en ausencia de las instituciones que soportan esa burocracia.
Ni la lógica industrial ni la burocrática se corresponden con la nueva lógica de la era digital. Por el contrario, la tradición comercial si se sitúa en la línea evolutiva del mundo digital, basado en los mercados entendidos como conversaciones. Pero en cualquier caso, parece más fácil que las tradiciones indutriales se transformen en nuevos modelos digitales y en red que lo hagan las tradiciones burocráticas. El carácter emprendedor e innovador son fundamentales y, además, la necesidad de cambio provocada por las crisis industriales actúa como un fuerte incentivo. Por el contrario, las ciudades burocráticas no cuentan por el momento con incentivos al tener asegurada su viabilidad económica con los fonos públicos necesarios para mantener las maquinarias institucionales.
Como decía antes, estas ciudades intemedias se sitúan en entornos metropolitanos mucho mayores lo que al mismo tiempo supone un grave problema y una oportunidad. El problema surge por que las escalas de gobierno municipales no se adecúan a las escalas de la actividad social y económica y, hasta el momento, no se han encontrado diseños institucionales que permitan este necesario ajuste de escalas. La oportunidad aparece por queuna ciudad con una oferta atractiva, ya sea cultural, comercial o industrial, cuenta con un mercado potencial muy superior al representado por sus propios límites políticos. Dentro de un área metropolitana se establece un proceso de competencia entre localidades que puede ser muy positivo para aquellas ciudades que sepan desarrollar modelos atractivos para la población.
Las universidades: ¿nodos de innovación o más burocracia?
Las universidades deberían constituirse en soportes fundamentales de las ciudades creativas e innovadoras. Pero en España, y en las ciudades intermedias, las universidades han nacido preferentemente al amparo de las burocracias públicas, muy alejadas de las comunidades industriales y comerciales y de la cultura “no oficial”. De este modo, las universidades se han forjado a imagen y semejanza de las administraciones que las crean y se convierten en otra pieza más de las burocracias públicas que caracterizan a muchas ciudades museo.
Así, las universidades no cumplen el papel esperado, son reticentes a integrarse con el tejido empresarial urbano o con la cultura ciudadana. En las escasas ocasiones en que intentan esa integración demuestran su escasa capacidad por la poca experiencia en esos ámbitos (y su casi nula capacidad de aprendizaje al ser incapaces de desarrollar la empatía precisa para conectar con otros actores). Por supuesto, las universidades declaran constantemente todo lo contrario: su apuesta por la innovación, su compromiso con la empresa, etc. Pero, tras estas declaraciones de intenciones políticamente correctas todo sigue más o menos igual (salvo algunas excepciones).