Arthur Schopenhauer: “Toda verdad pasa por tres etapas. Primero, es ridiculizada. Segundo, es violentamente rechazada. Tercero, es aceptada como evidente.“ (tomado de aquí).
La importancia de la innovación por los usuarios y de los modelos abiertos de gestión se están convirtiendo en verdades casi universalmente aceptadas pero, aún, muy poco practicadas. Normalmente estas tendencias son anunciadas por algunos futuristas capaces de interpretar señales débiles del futuro, normalmente en los márgenes del sistema. En esta fase, las tendencias son, como máximo, anomalías practicadas por unos pocos. Pasado un tiempo estas tendencias se empiezan a convertir en verdades aceptadas por una mayoría pero practicadas por una creciente minoría. En esta fase empiezan a aparecer evidencias empíricas que confirman, o no, las predicciones. Parece que el caso de la innovación abierta estamos entrando en última fase, con radicales consecuencias para los actores tradicionales, como las universidades y la organización industrial, y la irrupción de nuevos retos y problemas, en algunos casos totalmente inesperados. Por suerte, en paralelo, surgen nuevas oportunidades par aquellos que saben adaptarse al nuevo escenario antes de que, como decía Schopenhauer, resultase evidente. Aquí tenemos tres ejemplos de lo que acabo de comentar.
Grant McCracken, en Innovation and the University, resume una presentación de Linda Sanford (Senior VP en IBM) en la MIT-IBM Innovation Lecture Series (Building an Innovation Company for the 21st Century; video disponible aquí). McCracken se centra en las evidencias que demuestran que la innovación ya no sucede en la academia, o no tanto como en otros escenarios. Según Sanford, varios terremotos, ya muy conocidos, están agitando el mundo corporativo: la innovación como corazón del negocio y la necesidad de organizaciones menos jerárquicas y cerradas como vía para generar innovación de un modo eficiente y rápido.
La figura procede de una encuesta realizada por IBM en la que se les preguntaba a CEOs por el origen de la innovación en sus empresas. Uno de los resultados más interesantes es el referente al menguante papel de las universidades, los departamentos internos de I+D y, en menor medida, los consultores, a pesar de las grandes inversiones que se realizan en estos tres ámbitos para promover la innovación, mientras que los empleados, partners externos y usuarios aportan la mayor parte de nuevas ideas:
Sanford pointed out that the 20th century CEOs would likely have identified the university world as an important source of innovation, even as they gave pride of place to their own internal research and development departments. This has changed. Now both come in at the bottom of the array. … The annual investment made in the academic world is very large. And now it looks as if the R-O-I (return on investment) is beginning to disappoint.
Victor Lombardi, se pregunta Can invention and design be separated from production?, para contestar que es difícil inventar sin “producir”. La excusa para su pregunta viene de un un artículo en The New York Times, Goodbye, Production (and Maybe Innovation), donde se pone de manifiesto la tendencia creciente y continua de la economía norteamericana a incrementar su dependencia de la importación de productos fabricados en el extranjero. El paradigma más comúnmente aceptado acepta esta tendencia como un “mal menor” de la globalización, dado que lo importante no es donde se producen los objetos tangibles sino donde se generan las ideas y los diseños. Pero, empiezan a surgir voces que proponen que en el largo plazo la ausencia de producción puede poner en aprietos las actividades más creativas que se desarrollan dentro de las empresas.
But over the long run, can invention and design be separated from production? That question is rarely asked today. The debate instead centers on the loss of well-paying factory jobs and on the swelling trade deficit in manufactured goods. When the linkage does come up, the answer is surprisingly affirmative: Yes, invention and production are intertwined.
“Most innovation does not come from some disembodied laboratory,” said Stephen S. Cohen, co-director of the Berkeley Roundtable on the International Economy at the University of California, Berkeley. “In order to innovate in what you make, you have to be pretty good at making it — and we are losing that ability.”
El artículo no llega a ninguna conclusión a parte de plantear el (potencial) problema. Puede que el principal fallo del articulo, y de la mayor parte de analistas económicos, sea la escala de análisis. La preocupación por el desacoplamiento entre producción e innovación se basa en los efectos macroeconómicos y sociales y se utiliza, en muchas ocasiones, como argumento para el proteccionismo. Por el contrario, y Victor Lombardi lo plantea así, la interacción entre ambos procesos es una necesidad cultural que opera en la microescala. La mejor forma de aprender algo es haciéndolo, y sólo si construímos podemos crear nuevas construcciones o nuevos métodos de construcción. Pero la economía industrial sólo logró ese objetivo en pocas ocasiones a pesar de que producción e innovación se situaban en el mismo país (puede que incluso en las mismas factorías), pero en estructuras organizativas separadas y aisladas entre si.
Por suerte, la sociedad red cuenta con nuevas herramientas y, sobre todo, con nuevos paradigmas para lograr la hibridación cultural entre producción e innovación mediante la constitución de organizaciones abiertas, redes, basadas en la tecnología. En esta línea apunta Oriol Lloret, en Casi Seguro, al lanzar una propuesta inicial del ecosistema de la innovación generada por el usuario (Mass innovation, user generated ecosystem). [Oriol además ha abierto el wiki 10trends, con un apartado dedicado a “mass innovation”, donde propone ampliar estas ideas]. En este nuevo modelo de innovación se involucran los distintos procesos creativos y productivos y es desarrollada tanto por las empresas como por el resto del “ecosistema”, donde los usuarios juegan un papel principal. Estos procesos se aceleran al movernos hacia un mundo donde la producción más relevante se convierte en intangible, y por tanto menos dependiente de grandes instalaciones industriales. Pero aún en los casos de productos tangibles, asistimos a la misma evolución apoyada en el desarrollo de tecnologías efímeras y procesos de fabricación abiertos.
¿Dónde se sitúan las universidades, los departamentos de I+D o los consultores “tradicionales” en estos nuevos modelos?. ¿Cómo navegan las organizaciones estos nuevos ecosistemas donde reciben estímulos aparentemente contrapuestos?. ¿Cómo convertir una organización jerárquica y cerrada en otra abierta y horizontal manteniendo la rentabilidad y su posición en el mercado?. Quedarse inmóviles, esperando a que “pase lo peor” o inmovilizados por el miedo a lo desconocido, puede ser la peor solución, como están demostrando algunas universidades, algunas empresas y algunas regiones o países. Otros han aprendido rápidamente y se han movido para reinventar el mapa del futuro.
[Publicado también en Alamut bizblog].