La Voz de Galicia está publicando estos días una serie sobre la situación ambiental de diferentes rías gallegas y los problemas sociales y económicos asociados. Ayer domingo se publicó el análisis de la situación de la Ría de O Burgo, una zona estuárica situada en la parte interna de la Bahía de A Coruña y ocupada en sus riberas por el área metropolitana coruñesa. El artículo principal, Un área vedada al marisqueo por un saneamiento inacabado, se centra en los problemas pasados y presentes debidos a la contaminación y sólo toca muy por encima el grave conflicto social y económico suscitado por el elevadísimo furtivismo existente en la explotación de bivalvos:
Además del mal olor y el daño ambiental, la situación tiene otro coste social que afecta a las mariscadoras. La contaminación ha mermado la producción, pero ellas señalan como peor enemigo a los furtivos. Con medidas de presión han llegado a un acuerdo con la Consellería de Pesca por el que recibirán ayudas para limpiar la ría de especies depredadoras y de residuos sólidos. «Temos moitas perdas pola contaminación, pero para nós o peor son os furtivos», insiste Teresa Penelas, vocal del colectivo.
La referencia es corta pero clara si se lee entre líneas: para evitar los conflictos provocados por el furtivismo, a las mariscadoras “legales” se les “paga” para limpiar la ría (pero no de furtivos, si no de predadores y residuos). De este modo se prolonga una agonía en lugar de resolver los problemas, condenando a este sector a una desaparición subsidiada.
Me han pedido un artículo corto de reflexión sobre la situación de esta ría que he titulado El problema perfecto. A continuación se puede consultar un texto más largo en que se basa el artículo que ha aparecido publicado.
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El problema perfecto
La Ría de O Burgo es el ejemplo perfecto de los problemas que sufren nuestras zonas costeras: múltiples usos e impactos humanos, diversas legislaciones y gestiones sectoriales que entran en continua contradicción. Todos estos síntomas nos señalan la urgencia de una solución basada en la gestión integral organizada alrededor del territorio.
Esta ría ha sufrido una larga historia de contaminación industrial hoy ya casi desactivada (pero que conserva parte de su peligro potencial enterrado en los sedimentos de sus fondos). Hoy en día permanece un importante problema de contaminación urbana debido a la deficiente depuración de las aguas residuales.
Pero a pesar de todos sus problemas ambientales, esta ría constituye un entorno único para la densa población urbana que ocupa su ribera y ha proporcionado durante décadas una producción muy elevada de moluscos. La crisis del marisqueo está dando la alarma pero, al tiempo, su resolución puede ser el motor de un cambio hacia la sostenibilidad.
El furtivismo es, por una parte, la punta del iceberg de un problema social que poco tiene que ver con la gestión del marisqueo, y por otra, la consecuencia de una gestión pesquera que ha olvidado que la sostenibilidad requiere de derechos fuertes de uso o propiedad de los recursos a favor de los mariscadores.
La solución pasa en el corto plazo por el cumplimiento de la ley y en el medio plazo por un cambio en la gestión que promueva una mayor capacidad de decisión, y su contrapartida en responsabilidad, por parte de los productores. Las soluciones basadas en subsidios que acallen las protestas y escondan la incapacidad de gestión no son más que la prolongación de la agonía de una actividad económica que, de otro modo, podría ser sostenible económica y ambientalmente.
Un sector marisquero viable y bien organizado es el mejor aliado para iniciar un segundo proceso de cambio, más ambicioso pero igualmente necesario: desarrollar una gestión integral de la zona costera y aplicar medidas de restauración ambiental que recuperen los servicios, y no sólo aquellos productivos, que nos podría proporcionar este ecosistema a todos sus usuarios, seamos o no mariscadores.