El último Babelia del año presenta Las otras voces de 2006 donde entrevistan a escritores europeos aún poco conocidos en España. Dos de ellos, no por casualidad rusos, nos alertan de las utopías colectivistas que trataron de imponer en el siglo XX la felicidad a sus ciudadanos tratados en realidad como esclavos. Los tiempos de Lenin y Stalin pueden parecer ya lejanos y sus formas de imposición un tanto burdas, además de brutales. Pero no está de más recordar la historia para entender el peligro que se puede esconder en aquellos que vuelven a pretender, de forma mucho más sutil e incluso bienintencionada, situar a lo colectivo antes que al individuo y que se declaran decididos a lograr que los ciudadanos sean felices. Por supuesto una felicidad democrática lograda por consenso, y con una validez estadística pensada para un colectivo genérico e impersonal. Para ello nada mejor que regular desde que comer o que beber hasta como nos comportarmos o que opinamos, de modo que no chirriemos en el bien engrasado motor colectivo.
Poniendo en positivo y trasladandonos a la actualidad, las ideas de estos escritores rusos nos proporcionan dos posibles y discutibles claves para nuestro bienestar. El individuo y la “familia” (entendida de modo amplio como comunidad o red social) es la única garantía para la libertad individual. La libertad individual es la única vía para la felicidad. El estado debería permitirnos, si así lo queremos, ser felices, pero no debería hacernos felices.
Liudmila Ulítskaya. Sólo la familia es capaz de defender a la persona del Estado.
En la oposición entre el individuo y el Estado, que en menor o mayor grado está presente en cualquier sistema social, defiendo al individuo, al ser humano. Sólo la familia es capaz de defender a la persona del Estado. La idea de Stalin consistía en convertir al hombre en el "tornillo de la máquina estatal". El Estado invierte todos los esfuerzos en hacer de la persona este "tornillo" y sólo la familia representa el mecanismo que mantiene la individualidad y protege del igualitarismo. Por supuesto, me refiero a una familia de verdad. Las bases éticas se fomentan en familia, es un proceso que sucede a edad muy temprana.
Andreï Makine. Todos aquellos que quieren hacernos felices son siempre criminales.
… "Las colectivizaciones destruyeron la agricultura y los campesinos. Hoy son muy pocos los que siguen viviendo allí. Hay que recordar que los koljoses, la colectivización de la tierra, supuso que quienes la cultivaban no pudieran salir del pueblo sin un visado del comisario político. Eran prisioneros y esclavos, no podían moverse y tenían que trabajar gratis. El resultado fue una brutal caída de la producción y, hoy, el despoblamiento de zonas que, en Canadá, están habitadas. Quienes descubrieron la existencia del Gulag no fueron los disidentes, sino los economistas estadounidenses. ¡El precio de las materias primas soviéticas sólo podía explicarse si una parte del trabajo para conseguirlas no era remunerado! Gorbachov, como Jruschov, pretendía que fue Stalin quien pervirtió la idea de Lenin, pero en 1918 Lenin ya habla de campos de concentración. ¡Quería nuestra felicidad! Todos aquellos que quieren hacernos felices son siempre criminales".