¿Son eficaces las estrategias diseñadas para las guerras entre estados y la lucha contra el terrorismo nacional útiles en un escenario de guerras en red y redes terroristas globales?. ¿Está cambiando la naturaleza de las amenzas terroristas en España?. ¿Debería España replantearse la lucha contra el terrorismo de ETA?.
Un reciente artículo de Malcolm Gladwell en The New Yorker (Open Secrets. Enron, intelligence, and the perils of too much information) analiza la evolución de la inteligencia militar de lucha contra el terrorismo. Utliza el escándalo de Enron para proponer dos estrategias para enfrentarse a problemas complejos que suponen manejar grandes volúmenes de información (o sea, la mayor parte de problemas propios de un mundo global en el que la producción de información se basa en redes digitales). Gladwell entiende que existen dos tipos básicos de problemas: puzzles y misterios. La captura de Osama Bin Laden sería un buen ejemplo de puzzle: su localización y captura se ha revelado muy complicada pero por falta de información. Por el contrario, el conflicto en Irak sería un misterio: “It wasn’t a question that had a simple, factual answer. Mysteries require judgments and the assessment of uncertainty, and the hard part is not that we have too little information but that we have too much”.
La distinción no es trivial. Si un problema es un puzzle la respuesta adecuada es incrementar la recogida de información (“más inteligencia”). Si es un misterio, se debe mejorar el análisis de la información disponible (“otra inteligencia”). Para Gladwell, el caso Enron fue un misterio y no un puzzle como defendió el fiscal del caso. Retrotrayéndose a otro escándalo de la reciente historia estadounidense, propone que Watergate si fue un puzzle, un problema simple pero con piezas de información ocultas (las que acabó descubriendo el confidente “Garganta Profunda”). Pero Enron es un misterio. Toda la información en que se basaron los investigadores iniciales (periodistas, especialmente del The Wall Street Journal, inversores y analistas financieros) estaba disponible en fuentes públicas (buena parte en documentos disribuidos por la propia Enron!!). De hecho, la arquitectura financiera de Enron era de tal complejidad que todo apunta a que incluso su CFO no comprendía todas las complicaciones de las operaciones que habían diseñado. Así un grupo de studiantes de la Business School de la Universidad de Cornell habían ya evaluado los riesgos reales de Enron en 1998, pero su estudio no tuvo el más mínimo eco.
Una evolución similar a la que se dibuja desde el Watergate a Enron le está sucediendo al mundo de la inteligencia, que se está transformando de una maquinaría especializada en la resolución de puzzles (una estrategia que funcionaba bien en la Guerra Fría) a otra que debe especializarse en misterios: “Now the task of the intelligence analyst is to help policymakers navigate the disorder”. De hecho, el artículo recoge estas declaraciones del Almirante Bobby R. Inman, antiguo jefe de la National Security Agency con una larga tradición en la resolución de “puzzles”: “what you need are observers with language ability, with understanding of the religions, cultures of the countries they’re observing.” En resumen, “fewer spies and more slighthly batty geniuses”. Gladwell propone que el mundo empresarial y, en particular, los organismos de control financiero deben realizar también esta transición. De hecho, el artículo ha generado ha generado un gran debate y polémica (centrada en la cuestión de Enron más que en la inteligencia) en EEUU, que como el propio Gladwell comenta en su blog, dado que muchos lo acusan de querer justificar en parte a Enron.
Otro artículo, aparecido antes que el de Gladwell, en The New Yorker explicaba ya como afrontar el “misterio” de la lucha contraterrorista global, y en concreto de la “war on terror” de EEUU contra el terrorismo yihadista. George Parker, en Knowing the Enemy. Can social scientists redefine the “war on terror”? narra la histora de David Kilcullen, un militar y antropólogo australiano especializado en movimientos de insurgencia y respuestas gubernamentales, con experiencia directa en Indonesia, que desde hace un tiempo trabaja como estratega de la Secretaría de Estado de EEUU. [Estos dos artículos, en pdf, son una buena introducción al trabajo de Kilcullen: Counterinsurgency Redux y Twenty-Eight Articles: Fundamentals of Company-Level Counterinsurgency].
El artículo pone de manifiesto la importancia de las ciencias sociales, especialmente la etnografía, para comprender la organización y dinámica de los movimientos terroristas globales. Más allá de las razones políticas y/o religiosas que habitualmente se manejan para explicar las motivaciones de estos terroristas, los estudios etnográficos muestran que las redes terroristas crecen y se fortalecen por razones culturales mucho más mundanas (relaciones personales o las necesidades de encontrar una ocupación “profesional” y conseguir un “modo de vida”). Basándose en estas ideas, el artículo de New Yorker describe la actividad de Kilcullen y otros antropólogos y estrategas para tratar de provocar un cambio de la política de contrainsurgencia norteamericana, por el momento con escaso éxito. La maquinaria diseñada para las “grandes guerras” contra países y ejércitos tradicionales es demasiado lenta y utiliza una estrategia incorrecta (resolver puzzles) para hacer frente a las redes terroristas globales (que Gladwell calificaría como misterios).
Entre los cambios necesarios se encuentra, para estos científicos sociales, la necesidad de desarrollar un buen conocimiento de los problemas locales de las comunidades donde se reclutan la mayor parte de terroristas (no se debe tratar al mundo islámico radical como una realidad homogénea), utilizar “armas civiles” (desde la ayuda al desarrollo a la propaganda) para “educar” a la población local en los beneficios que EEUU les aporta, y utilizar fuentes de información pública (especialmente Internet) para analizar la organización de las redes terroristas. En el artículo se propone la Guerra Fría como el antecedente histórico más próximo, a pesar de las enormes diferencias, por que se desarrolló en el largo plazo y la “guerra cultural” fue una de las armas fundamentales.
Las ideas de Kilcullen son muy similares a las desarrolladas por John Robb en su blog Global Guerrillas (y en su próximo libro), donde analiza las redes terroristas globales y las nuevas formas de “net war” “open source war”. De hecho, el propio Robb ha publicado un comentario en su diario, en el que acusa a Kilcullen de “redescubrir” de sus ideas y, sobre todo, no aportar nada original acerca de como responder a estas nuevas formas de conflicto. [Además de Global Guerrillas, otros blogs como el de Thomas P.M. Barnett, ZenPundit, Coming Anarchy y, en España, Guerras Posmodernas son referencias interesantes sobre “open source war” y “net war”].
Puede que en EEUU la respuesta de las instituciones gubernamentales sea lenta, pero es evidente que algo está cambiando y, al menos, el debate público está abierto. De hecho, las agencias de inteligencia norteamericanas están introduciendo nuevos métodos de gestión del conocimiento adaptados a la nueva realidad digital, mientras que, como discutíamos aquí, en España la agencia de inteligencia sigue anclada en una realidad ya superada. Por esta razón, puede ser interesante preguntarse si el problema causado por el terrorismo de ETA que sufre España desde hace ya 40 años está también transformándose de puzzle a misterio. Si esto es así, España se enfrenta a dos enemigos complejos, el terrorismo yihadista y una nueva organización etarra, lo cual puede poner en entredicho una política y lucha antiterrorista diseñada para otros escenarios.
David de Ugarte, en La reinvención de ETA., entra en esta cuestión a la luz del reciente, y como siempre brutal, atentado de ETA en la terminal T4 del aeropuerto de Barajas. Discute como la organización terrorista se está trasformando desde una estructura “política” (en el sentido de ser jerarquizada y descentralizada) a un modelo distribuido (tipo Al Qaida). Existen indicios que apuntan a que los responsables de la “vieja” estructura jerárquica estarían perdiendo su poder interno en este conflicto:
La dicotomía de ETA expresa como perspectiva una alternativa histórica entre dos modelos organizativos, generacionales y vitales diferentes. Redes vs cuadrillas. Poder desentralizado vs poder distribuido. Y no creo que el enfrentamiento entre ambas tendencias esté ni mucho menos cerrado. Al contrario, creo que está en una fase germinal. Los viejos mitos militaristas (descentralizados) pesan mucho. Por eso, a mi juicio, la pregunta que debería hacer parte de la conversación entre los partidos democráticos es si podemos influir en ese proceso y si es todavía posible evitar la reinvención de ETA bajo el avatar difuso, distribuido y sangriento que se dibuja entre los restos de la T4 de Barajas.
Esa es la gran apuesta estratégica de la democracia española. La opción más adecuada no es, ni mucho menos, clara, pero sus consecuencias para la política y el éxito de la lucha antiterrorista serán muy diferentes. Lo peor que podría suceder es que los partidos políticos y el gobierno español apliquen una estretagia pensada para un enemigo jerarquizado y cerrado cuando este, sin que los responsables policiales y políticos se percaten, se haya convertido en una red.
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