Es extraño que Babelia publique una crítica en su sección de arquitectura que alcance algún atisbo de relevancia. Casi siempre los artículos están demasiado ocupados con los formalismos estéticos y la banalidad de los superarquitectos (esa clase exclusiva y global que, paradójicamente, tanto gusta a muchos críticos “progresistas” e incluso “altermundistas”), para ocuparse de cuestiones más mundanas.
Pero quizás no sea tan difícil entender este sesgo, si pensamos que Babelia es, al fin y al cabo, el suplementeo cultural de El País, un periódico que en los últimos meses combina magistralmente (e incomprensiblemente, al menos para algunos lectores) el arrobamiento ante las estrellas de las megaestructuras de acero, vidrio y hormigón con un ataque despiadado al “urbanismo depredador” (antes “urbanismo salvaje”) , entendiendo como tal cualquier ladrillo que se mueva por el territorio. Este ataque no conoce matices ni colores políticos. Tanto se centra en la megaurbanización que aumenta un orden de magnitud la población de un pequeño pueblo en una sola operación , como se ceba con el más humilde de los proyectos que ha tenido la desgracia de situarse cerca de cualquier playa. Sólo existe un delicado matiz, fácil de detectar en la edición gallega: se “denuncian” todas las depravaciones urbanísticas, pero las siglas del partido en que milita el político local responsable aparecen bien en los titulares bien escondidas en un oscuro párrafo (o simplemente no aparecen). Lo curioso de esta diferencia es que no se distribuye al azar entre partidos, bien al contrario algunas siglas siempre merecen titulares y otras están “condenadas” a un ostracismo casi perpetuo (¿alguien intuye que políticos y siglas, todos ellos acusados aparentemente de prácticas supuestamente corruptas, se sitúan en uno un otro lado?).
Pero, Babelia nos ha obsequiado últimamente con dos excepciones que por si solas justifican su lectura. Hace unas semanas fue Iñaki Abalos con su Bartleby, el arquitecto (del que hablamos en Sostenibilidad urbana y arquitectura: del contenido al contexto). Más recientemente Javier Mozas utiliza Bilbao para dibujar el juego contemporáneo de intereses que construye las ciudades en Rashomon, la triple verdad de Isozaki Atea. El artículo combina la historia reciente del urbanismo y la arquitectura espectacular bilbaína con referencias al pensamiento urbano y a la práctica política que explicarían las causas de esos comportamientos. Algunos fragmentos muestran como la ciudad espectáculo contemporánea es materia reservada a políticos, promotores y arquitectos que, bajo una apariencia de conflcito contínuo (como tratan de demostrar un día si y otro también las páginas del propio El País), actúan coordinadamente (sin necesidad de una autoridad externa). Estos tres actores principales combinan intereses personales y generales pero, por supuesto, no parecen pensar demasiado en el cuarto actor secundario, el ciudadano. En Bilbao, aún así, el resultado parece positivo en muchos aspectos. En otras ciudades puede que no:
[La ciudad de los promotores]
Adam Smith, citado por Peter Hall en su libro Cities of Tomorrow, ha escrito: "No debemos esperar nuestro condumio de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino de la atención y cuidado que cada uno de ellos ponga hacia sus propios intereses". En definitiva, puede entenderse que es gracias al egoísmo de los particulares como se logra el bienestar general.
[La ciudad de los políticos]
Ibon Areso, concejal de Urbanismo entonces, quien ha controlado con frialdad calculada los encargos durante todo el proceso de reconversión de Bilbao, decidió que a Isozaki se le debía un reconocimiento por haber participado en un concurso con previsible desenlace como el del Museo Guggenheim. El comentario que realizó Areso sobre la solución Isozaki indica que existía un procedimiento y un acuerdo político para salir de la quiebra: "Vamos a hacer una ordenanza que cumpla con el edificio, en lugar de un edificio que cumpla con la ordenanza". Esta frase inaugura la época del libre mercado y el método laissez faire, laissez passer en las operaciones urbanísticas de Bilbao, con la colaboración especial del siguiente trío: privatización, liberalización y desregulación.
[La ciudad de los arquitectos]
Los arquitectos con aureola conciben la ciudad como el territorio para la permanencia de su aura. Esto ocurre cada vez más desde que la ciudad se ha convertido en el tablero del juego inmobiliario. Con la validación del proyecto urbano sobre el plan urbanístico, de la excepción sobre la regla, el capital, la política y los media se concitan para crear una nueva monumentalidad, la de los arquitectos con aureola.
Las márgenes de la ría de Bilbao, a su paso por Abandoibarra, reúnen, en algo más de tres kilómetros, proyectos de arquitectos tan importantes como Santiago Calatrava, Frank Gehry, Rob Krier, Ricardo Legorreta, Rafael Moneo, César Pelli, Álvaro Siza y Robert Stern.Arata Isozaki, que se añade ahora a este elenco con su trabajo en Uribitarte, situado a menos de un kilómetro del Museo Guggenheim, no podía imaginar que la proximidad al puente Zubi zuri de Calatrava le iba a ocasionar nuevos problemas…
En la historia de este proyecto, como se ve, concurren varios personajes que han actuado en connivencia y se presentan diferentes visiones de la ciudad que forman una misma geometría, como las caras de un prisma… las tres versiones de la ciudad, la de los promotores, la de los políticos y la de los arquitectos no se entienden por separado, porque son el reflejo de una falsa apariencia y únicamente se completa el puzle, se alcanza la triple verdad, si todas las piezas encajan.