Al día siguiente de las recientes elecciones municipales hablaba de la política de cartón piedra:
El último mes, en mi ciudad en general y en mi barrio en particular, hemos sufrido / disfrutado de una intensidad inusitada de obras públicas (aceras, asfaltado de calles, instalación de vallas que anuncian obras prometidas hace años, …). Por contra, los años previos lo incomprensible era la falta de actividad e, incluso, de ideas. Por desgracia, buena parte de la acción política se reduce a tres años y diez meses de reparto de subvenciones y levantamiento de fachadas de carton piedra y dos meses de construcción y reparación frenética de infraestructuras (el único problema que identifica una visión miope).
Las guerras siempre dejan heridas y vencedores con pocas ganas y perdedores con pocas fuerzas para repararlas. Así, en la reciente guerra electoral, la batalla del asfaltado acabó con pequeñas heridas como las que se muestran en estas fotografías. La rapidez de la operación impedía pararse en pequeños detalles estéticos o funcionales; la lava electoral, en forma del asfalto ardiente, desbordaba rampas y registros que ya no se podrán volver a abrir. Dentro de cuatro años podríamos votar directamente a las empresas constructoras para elegir aquella con mejor relación calidad / precio; ciudadanos y constructores nos ahorraríamos intermediarios y ganaríamos en calidad del servicio.