Cuando una universidad, como la de Santiago de Compostela, contrata a un arquitecto, como Alvaro Siza, el diseño de un contexto, como la Facultad de Comunicación, y acepta un diseño inamovible que va desde el propio edificio a las sillas o las papeleras, está aceptando un diseño cerrado (que se declara “abierto”).
Cuando un ayuntamiento, como el de Bilbao, contrata un puente a un arquitecto estrella, como Santiago Calatrava, que concibe sus diseños como obras de arte fruto de su genio individual, está aceptando (finalmente por mandato judicial) un diseño cerrado.
Cuando una persona, una universidad, una empresa o una administración pública colocan una invisible barrera de licencias y requerimientos tecnológicos ante el conocimiento digital, están proponiendo un diseño cerrado (incluso aunque piensen que trabaja dentro del paradigma del acceso abierto).
Algo es abierto cuando es posible y, sobre todo, tiene una elevada probabilidad de ser descubierto, analizado, utilizado y modificado por otro usuario. Es un problema legal, pero no sólo ni principalmente legal. Es un problema de “lenguaje”: hacernos entender (usar estándares) y hacerlo de un modo sencillo. Diseñar para la simplicidad y con un lenguaje consensuado.
Por eso, cuando las universidades y las administraciones crean repositorios de conocimiento, “liberados” con licencias abiertas, pero que nadie utiliza, diseñan algo cerrado. Si el conocimiento es un flujo que ocurre en un espacio distribuido no podemos tratarlo como un stock localizado en una biblioteca o un repositorio digital. Si diseñamos “sitios” para almancenar el conocimiento, diseñamos algo cerrado, y por tanto inútil. Del mismo modo, si los espacios deben estar al servicio de los flujos físicos e intelectuales de sus usuarios, cuando diseñamos algo cerrado estamos limitando los flujos y estamos construyendo algo inútil.
Brian Lamb, en su presentación It's all coming apart (la semana pasada en Barcelona dentro del Fourth International Seminar. Web 2.0 and education de la UOC UNESCO Chair in eLearning) recordó esta idea de Stephen Downes:
The greatest non-technical issue is the mindset. We have to view information as a flow rather than as a thing. Online learning is a flow. It’s like electricity or water. It’s there, it’s available and it flows. It’s not stuff you collect…
Por eso el proyecto Free Manuals for Free Software de Adam Hyde es un ejemplo paradigmático de diseño abierto, tal como explica La Petite Claudine:
La idea es muy simple: hay muchos y muy buenos programadores escribiendo software libre pero, normalmente, no tienen tiempo ni ganas de escribir manuales y, cuando lo hacen, no son sencillos, visuales o prácticos para no iniciados porque los programadores tienen otras cosas más importantes en que pensar como, por ejemplo, nuevos programas y así es como tiene que ser.
Free Manuals for Free Software es una colección de manuales sencillos, visuales y prácticos con todas las características del software al que complementan: son libres, gratuítos, modificables, compartibles, distribuíbles y, también, imprimibles.
Y por eso el proyecto Citilab de Cornellá es otro ejemplo de diseño abierto en su arquitectura y en su propuesta de creación y aprendizaje (como explican Ramón Sangüesa y Hector Milla).