Un comentario de Gonzalo Martín a mi post sobre Poder blando y liderazgo inteligente para la complejidad me recuerda los peligros de olvidar que el poder duro sigue (y seguirá) existiendo:
… conviene no olvidar que el poder duro existe y es inevitable: alguien firma las cuentas y es responsable frente a la ley, incluso con la cárcel. En los discursos del liderazgo, la participación el fin de las jerarquías y el rechazo al autoritarismo como estilo de gestión se suele olvidar este detalle sutil.
Efectivamente, el poder duro sigue ahí y no parece que vaya a desaparecer. Un debate importante, y casi siempre pendiente, es aquel que plantea hasta que punto puede o es necesario que el poder blando ocupe los espacios que tradicionalmente ocupaba el poder duro en las organizaciones (desde las naciones a las empresas). Pero en el contexto actual me preocupa más la actitud de aquellos que ejercen (o deberían ejercer) el poder duro (además del blando) pero:
- son conscientes de la importancia de los efectos "blandos", pero desconocen sus métodos y pretenden conseguirlos con medidas "duras". Se olvidan de que los efectos "blandos" sólo se pueden lograr con estrategias “blandas”. Así aplican regulaciones e incentivos que se convierten en medidas totalmente perversas. Por ejemplo, leyes que no se pueden controlar o regulaciones que se pueden engañar fácilmente y que hacen que los ciudadanos pierdan su confianza en las instituciones. Es bastante habitual escuchar a legisladores justificar medidas inaplicables con la idea de que servirán para concienciar a los ciudadanos (muchas regulaciones de tráfico en España son un buen ejemplo).
- no son conscientes de la complejidad e incertidumbre del mundo en que viven y piensan que su poder duro es suficiente por si solo para gestionar (y controlar) a la sociedad. Simplemente se ven desbordados y tienden a la irrelevancia. Es el caso de buena parte de los incentivos económicos (en forma de subvenciones) que tienen un efecto virtuoso (en el sentido que se pretendía) muy escaso o nulo sobre la actividad que se quiere promocionar, pero generan toda una serie de adaptaciones inesperadas con el fin de explotar las nuevas oportunidades.
- tratan de eliminar la "necesidad" de poder blando para manejar la sociedad. Pero esa necesidad surge de la complejidad; y la complejidad surge de la diversidad e intensidad de las relaciones sociales. Se convierten en totalitarios. Birmania y muchos otros gobiernos totalitarios serían buenos ejemplos; por desgracia la actitud de algunos políticos en países democráticos y de algunos gestores de organizaciones recuerda, a menor escala, a estos regímenes.
- "abandonan" el poder duro como algo obsoleto y se dedican únicamente a cultivar el poder blando (el caso que comentaba Gonzalo Martín). Generan inseguridad y son manipulados fácilmente por los grupos de presión.
Planteo las consecuencias de cada uno de los cuatro casos como hipótesis para el debate.