Uno de los proyectos “lentos” que mantengo y que, espero, poco a poco, empiece a dar resultados públicos está relacionado con el análisis de la relación entre ciudades y sostenibilidad. Mi hipótesis de trabajo es que las ciudades son “la solución” pero solo cuando las aglomeraciones urbanas están diseñadas de acuerdo con determinados criterios y los ciudadanos se implican en determinadas dinámicas sociales y económicas relacionadas con el uso del espacio y los recursos. El pasado 29 de junio participé en el Agora de la Tribuna del Agua de la ExpoZaragoza 2008, conversando con los arquitectos José Luis Vallejo (de ecosistema urbano) e Iñaki Alday (responsable de la urbanización del Parque Metropolitano del Agua de Zaragoza) sobre urbanismo e innovación y sus consecuencias para la sostenibilidad de las ciudades del futuro.
En mi intervención utilicé el análisis que realizaba hace poco en ADN.es | Ciudades enredadas sobre el impacto de la crisis energética sobre el comportamiento de los norteamericanos y sus consecuencias, en cierta medida sorprendentes, sobre la sostenibilidad. En Volver a la ciudad y la bajada de las emisiones explico como la crisis está motivando un regreso a los centros de las ciudades y como consecuencia una mayor eficiencia energética y, por tanto, un reducción de las emisiones per cápita de gases de efecto invernadero. Lo que no ha logrado el protocolo de Kyoto ni la geopolítica lo ha conseguido un mecanismo de mercado, puesto en marcha por una crisis económica, a pesar de la hiperregulación que afectan al consumo de energía y de los usos del espacio por los ciudadanos. Este es el texto del post:
Los problemas globales, como son en estos momentos el cambio climático o el aumento de los precios del petróleo, generan cuando se encuentran consecuencias complejas y, en ocasiones, sorpredentes. Este parece ser el caso que estamos viviendo en estos momentos, donde, al menos en Estados Unidos, la carestía de los precios de los combustibles fósiles están modifcando radicalmente los habitos residenciales y de transporte, y como consecuencia reduciendo la huella ecológica provocada por las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. De este modo, el objetivo que lo que no ha logrado el protocolo de Kyoto y la presión internacional, puede empezar a conseguirse “gracias” a la crisis económica. Vamos a repasar aquí las evidencias que se están conociendo en los útlimos meses y las relaciones entre cada uno de los factores que juegan en este proceso.
Los medios de comunicación están dedicando gran espacio a documentar como los norteamericanos empiezan a modificar su comportamiento residencial invirtiendo la tendencia que dominó la segunda mitad del siglo XX. Podemos tomar como ejemplos los recientes artículos en The Telegraph, Americans migrate back to the cities, The Wall Street Journal, Suburbs a Mile Too Far for Some, o The New York Times, Rethinking the Country Life as Energy Costs Rise. Todos ellos explican la existencia de un movimiento demográfico neto en EEUU desde las zonas suburbanas de baja densidad hacia los centros de las ciudades. Una encuesta de Reuters sugiere que un 10% de la población está pensando en tomar esta decisión, con el fin de vivir má cerca de su trabajo y, por tanto, reducir sus costes de transporte. Esta inversión de tendencia se ha iniciado antes de la crisis económica actual y se ha concentrado en dos generaciones, los "baby boomers" que se encuentran ahora en su cincuentena, y los "millenials", nacidos entre finales de 1970s y mediados de 1990s. Los primeros prefieren ahora casas más pequeñas y más próximas a lugares de ocio mientras que los segundos empiezan a estar hastiados de una vida suburbana demasiado “tranquila”. Como evidencia complementaria, Jon Taplin presenta datos que demuestran que los estadounidenses empiezan, por primera vez en décadas, a reducir las distancias que recorren en medios de transporte motorizados.
La relación entre coste del transporte y preferencias residenciales parece clara, pero Peter Gordon, economista de la Universidad de Southern California, propone en su blog una explicación más compleja, que no excluye a esta relación. En base a datos que publicó en el artículo Where Americans live, work and do business: thirty-five year trends (pdf) muestra como el "renacimiento rural" de inicios de 1970s se terminó con el aumento de los precios del petróleo en los inicios de la década de 1980s. Pero los siguientes ciclos de comportamiento no siguieron a los precios de la gasolina y, de hecho, las mayores áreas metropolitanas se revitalizaron en los 1990s cuando los precios eran más bajos. Gordon sugiere que en este caso se encuentra una mejor explicación si asociamos los hábitos residenciales con las tasas de críminalidad.
Si asistimos a un renacimiento urbano en EEUU, ¿cómo afecta al uso de combustibles fósiles?, y, por tanto, ¿al impacto humano sobre el clima? Para entender esta conexión debemos analizar la relación entre modelos territoriales y emisiones de gases de efecto invernadero. En EEUU estas relaciones están bien documentadas gracias a diferentes estudios que se han hecho públicos recientemente.
El The Vulcan Project un grupo de científicos, financiados por la NASA y el Departamento de Energía norteamericano, han mapeado las emisiones de CO2 en EEUU en cuadrículas de 100 km2 (este video presenta diferentes visualizaciones de los resultados de este proyecto). En Wired Science, Scientists Unveil High-Res Map of the U.S. Carbon Footprint, resaltan uno de los principales resultados de este proyecto que demuestra que las emisiones no son proporcionales a la población. Así los estados del nordeste emiten menos de lo esperado mientras que los del sudeste, más dependientes del carbón, emiten mucho más de lo esperado por su densidad poblacional.
Este mapa representa las emisiones per cápita para 2002 (la escala logarítimica representa millones de toneladas por año y 100 km2).
En The New York Times han publicado unas excelentes infografías sobre el impacto económico familiar del precio de la gasolina (The Varying Impact of Gas Prices.). Este mapa representa el precio de la gasolina en EEUU como porcentaje de los ingresos per cápita. Se observa claramente como las zonas rurales y más pobres son las que sufren más con el incremento del precio del combustible para el transporte. Así, a pesar de que el precio sea máximo en California, supone en esta región un procentaje bajo de los ingresos en términos relativos.
Un reciente informe de la Brookings Institution, Shrinking the carbon footprint of metropolitan America (pdf) ha sido analizado en Worldchanging, como una evidencia clara de que los modelos territoriales (rural vs. urbano) y urbanos (suburbanización vs. ciudad compacta) tiene una importancia clave sobre las emisiones de gases. En este informe se han estimado las emisiones de CO2, derivadas del transporte de personas y mercancías y de los usos residenciales, en las 100 mayores áreas metropolitanas estadounidenses. Los resultados indican que las emisiones per cápita en las áreas metropolitanas son un 14% inferiores al promedio para todo el pais (y han crecido solo la mitad en los últimos 5 años). Analizando la variabilidad entre zonas metropolitanas se puede llegar a la conclusión de que las diferencias están motivadas en gran medida por los modelos de desarrollo espacial. Así las áreas de mayor densidad, con desarrollos más compactos y sistemas eficientes de transporte público (especialmente tren) presentan emisiones menores (como Nueva York o Los Angeles). Las diferencias entre el este y el oeste del país son debidas en parte a la mayor dependencia del carbon en el este y de la energia hidroeléctrica en el oeste. El informe propone aumentar por parte del gobierno las opciones de mayor eficiencia energética, realcionadas con el desarrollo compacto, el trasporte de mercancías y los usos residenciales en la escala metropolitana.
Este mapa representa las emisiones totales de CO2 (incluyendo transporte y usos residenciales) per cápita para el año 2005 en las 100 princiaples áreas metropolitanas de EEUU (el tamaño del símbolo es proporcional a las emisiones).
Si combinamos los diferentes datos que he comentado más arriba nos encontramos que, por una aprte, la crisis energética está modificando los hábitos residenciales de los norteamericanos provocando una “huída” hacia los centros de la ciudad. Como consecuencia se reduce el consumo de combustible y, por tanto, las emisiones de gases que causan el cambio climático. En realidad, este es un ejemplo claro de mecanismo de mercado que actúa como un regulador ambiental más eficiente que las políticas públicas o los acuerdos internacionales.