El surgimiento en los últimos años de los sistemas de producción, especialmente de conocimiento pero también de productos y servicios, basados en grandes comunidades de individuos distribuidos y apoyados en plataformas digitales de colaboración (lo que podríamos denominar P2P o producción por pares) ha desafiado a los conceptos clásicos de la economía. Casos como Wikipedia, proyectos de software libre, Intellipedia, Kiva, Metacafe ... son ejemplos de este modelo y, a su vez, de la enorme diversidad de relaciones y reglas de juego que se establecen entre los pares y "la organización".
En la era industrial las opciones de producción eran la empresa o el estado y la principal diferencia estribaba en que en el primer caso su dinámica era gobernada por mecanismos de mercado. Ordenar el mundo utilizando únicamente criterios económicos parece una visión simplificada de la realidad, donde todos los comportamientos humanos estarían gobernados únicamente por decisiones de coste-beneficio que podíamos reducir a transacciones económicas (y a eso se le dio en llamar "racionalidad").
La aparición de sistemas de producción P2P ha sido definida por muchos como una auténtica innovación, tanto práctica como intelectual, mientras para otros no es más que una ampliación de los sistemas de mercado. Bajo este último punto de vista, cuando los costes de transacción se reducen, como sucede gracias a las tecnologías digitales, ya no es necesario organizarse de manera formal y pueden surgir sistemas alternativos que van desde empresas abiertas que funcionan como interfaces a redes que actúan de forma totalmente autónoma, como explica Clay Shirky en su último libro. Por otra parte, aunque superficialmente los sistemas P2P puedan recordar a los sistemas comunitarios pre-industriales, las diferencias son importantes dado que los modernos sistemas comunitarios se integran con mecanismos de mercado y se basan en redes abiertas y no en colectividades cerradas y aisladas como eran habituales en las comunidades pre-industriales.
Un breve artículo de Yochai Benkler en What Matters, una iniciativa muy sugerente de McKinsey, identifica claramente lo que de cambio suponen estos nuevos modelos de producción, a gran escala y distribuidos, y que los diferencia de los modelos tradicionales que gestionan las empresas convencionales y las administraciones públicas. En The collaborative company, Benkler identifica como elemento clave para la gobernanza del sistema de producción P2P un contrato social que involucra a la organización y a los colaboradores externos, los pares, y de hecho denomina a estas organizaciones "social contract enterprises". La innovación de estos modelos radica en que el ámbito social se introduce (¿regresa?) al dominio de los mercados económicos:
... Over the course of modern economic history, markets became evermore separated from social relations; people specialized and segmented their moral outlook. Some actions were fine in the market, even if we would never dream of taking advantage of people in similar ways in social relations. People behave differently when they understand themselves to be acting in the market, as opposed to acting in social relationships. Peer production and other forms of collaboration reverse that by breaking down the barrier between the market self and the social self.
Si fijamos nuestra atención en esta cuestión, los sistemas P2P serían muy diferentes a los gestionados por empresas o por el estado que, por el contrario, compartirían muchas similitudes en su modelo de gobierno. En un momento de crisis global en que el debate está, aún, en una fase simplificadora que confronta modelos de mercado carentes de regulación (aunque sea esta una visión sesgada de la realidad) o estatistas como únicas opciones, las propuestas de Benkler pueden ayudar a avanzar en el análisis y en la búsqueda de alternativas reales frente a las que ahora escuchamos de los herederos de las ideologías del siglo XX.
Pero los contratos sociales que surgen en las plataformas de producción por pares, y que podríamos definir como un conjunto de normas formales e informales que rigen las interacciones sociales (y productivas), provocan el surgimiento de nuevos valores (nuevos, al menos, en los sistemas productivos) y por tanto de nuevas formas de gestión y liderazgo:
As companies begin to see the social practices that make up peer production not as fads but as a fundamental generational shift in consumption, they will have to embrace these socially conscious values. They cannot afford to be seen as working in opposition to them or, increasingly, they will risk offending their users/customers. Such changes are not easy, so it is natural that we are seeing the adoption of diverse strategies. One is to support the new values of community and collaboration in concrete, visible ways, rather than just pay lip service. IBM’s reliance on open-source licensing, its shift to support the Linux kernel-development process, and its contribution of hundreds of patents to the Free Software Foundation are good examples. Other companies are using the reputation of a founder or brand to identify themselves as part of the new culture...
New forms of cooperation are growing fast online, engendering a style of leadership and a set of expectations that will be transferred to other domains as well. At bottom, what all this is leading to is nothing less than a new social contract and a new way of negotiating the terrain between markets and society at large.
Estos sistemas P2P pueden aparecer con formas muy diversas. Los participantes pueden o no tener un beneficio económico, los productos pueden ser propiedad o comercializados por una empresa o cedidos al dominio público, los mecanismos de decisiones pueden introducir diferentes grados de control centralizado ... Pero todos tienen en común una serie de valores que dan soporte al contrato y que vemos emerger paulatinamente. La transparencia, la libertad de pertenencia o la reputación basada en la meritocracia parecen valores que son comunes a la mayor parte de estos proyectos.
Si entendemos estos proyectos y plataformas de esta manera es sencillo comprender por que las iniciativas aparentemente similares que se basan única y exclusivamente en la tecnología están condenadas al fracaso. La red está llena de proyectos moribundos en que una empresa o administración pública lanzan una nueva plataforma de participación o producción por pares pero en que rehuyen por completo, con su actitud o las reglas de juego que establecen, el contrato social y carecen de los valores que generan la confianza de los usuarios.
Por supuesto, la irrupción de estos nuevos modelos de producción no afectan solo a las empresas, también a organizaciones sociales de todo tipo como las políticas, que sorprendentemente parecieron en los últimos tiempos abandonar (caso de que alguna vez los hayan tenido) estos valores y formas de entender las relaciones sociales. En todo caso los sistemas de producción P2P son aún muy recientes y están en plena evolución y debate. Así no parece difícil que una misma realidad sea interpretada de modos muy distintos, por ejemplo para apoyar tanto los argumentos de aquellos que entienden estos nuevos modelos como la superación de los sistemas de control y estructuras de poder industriales como los de aquellos que los ven como nuevas formas sofisticadas de control biopolítico.