Una breve historia personal: nunca entendí por que si en la escuela me gustaban las ciencias o las matemáticas estaba destinado a no interesarme por la literatura o la historia. Tampoco comprendía como podía disfrutar de la literatura y apasionarme con la geografía fuera del aula mientras difícilmente entendía, y disfrutaba aun menos, con lo que sobre esas mismas "materias" me exigían en el colegio. Todo esto pasó, pero acabó por convencerme de que solo mi cerebro izquierdo funcionaba de modo aceptable y, por desgracia, el derecho no me había acompañado. Claro que esta hipótesis empezó a desvanecerse cuando descubrí que me sentía más cómodo y obtenía mejores resultados cuando realizaba actividades intelectuales más propias del hemisferio derecho que algunas de naturaleza analítica que el sistema educativo me había asignado por la fuerza de los resultados.
Todo esto ha regresado a mi recuerdo cuando veo a uno de mis hijos enfrentado a la misma situación. En el colegio es brillante en matemáticas pero con escaso interés por la lengua ... Paradójicamente, fuera del aula es un apasionado de la literatura y cuenta con una gran capacidad para inventarse historias (en su mente, en una pantalla o con unos pocos objetos en el suelo).
¿Ciencias o letras?, ¿hemisferio izquierdo o hemisferio derecho?, no son esos los problemas. Más bien la cuestión está en que el sistema educativo solo ejercita, potencia y valora un conjunto limitado de competencias y habilidades de las múltiples que podríamos asociar a los componentes analíticos y creativos de nuestra personalidad. Quizás el problema sea aún más grave en las competencias más relacionadas con la creatividad que son sistemáticamente ignoradas, en el mejor de los casos, o destruidas, en el peor, por la escuela.
El problema es que convivimos un sistema educativo uniformizador, que selecciona negativamente a los estudiantes para que al final todos desarrollen unas mismas competencias de una forma estandarizada. En el entorno español además, y para agravar el problema, todo lo que tenga alguna relación con la creatividad o la innovación es relegado. Pero, frente a esa triste realidad institucional, las personas son diversas, las sociedades son diversas, las formas de entender el mundo son diversas y la educación, por tanto, debería cultivar esa diversidad.
Andaba en estas reflexiones cuando tuve la fortuna de leer dos textos de dos personas a las que admiro, por razones distintas y diversas, que explicaban lo mismo desde dos enfoques. Os dejo aquí con fragmentos de posts de Juanjo Muñoz y Alejandro Piscitelli, en que explican lo absurdo de la uniformidad en la educación y analizan algunas de las causas de esta perversidad:
Juanjo Muñoz en el blog de Educación Expandida (Asignaturas y educación contraída) identifica a las asignaturas como la consecuencia del reparto, siempre conflictivo, del poder entre profesores y, al tiempo, como la causa de la uniformidad de la educación:
Demasiados años han pasado ya desde que John Taylor Gatto, en 1990, nos hiciera la pregunta clave de muchas de las cosas que venimos hablando ¿Por qué la escuela no educa?. Y demasiadas pocas respuestas ha dado el sistema. O ¿qué podríamos decirle hoy a este profesor norteamericano que entonces decía lo siguiente?
"... Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía. Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.»
Sí, yo también creo que es anti-vital. Como absurdo también es que un alumno de Ciencias no tenga porqué disfrutar de la Historia del Arte. O que uno de Letras no sea invitado a ir a una visita a un museo científico. Como injustas, mezquinas e inmorales son las disputas de los órganos colegiados de las universidades e institutos a la caza de horas que llevarse a las alforjas de sus departamentos sin ningún criterio pedagógico ...
¿A cuento de qué vienen las recomendaciones, desde hace ya no se cuántos años de la necesidad de trabajo interdisciplinar? ¿Qué sospecha de mala contracción cultural se esconde detrás de ellas? Es absurda esta distribución en asignaturas. Hay ejemplos clarísimos de éxito en la organización por ámbitos curriculares que ofrecen al alumno un sistema educativo mucho más armónico, más entendible, menos compartimentado. Y, para colmo, los profesores que los dan suelen terminar la experiencia queriendo repetirla por el disfrute que supone. ¿Por qué no se extienden a más niveles educativos?
Alejandro Piscitelli ha empezado a analizar las [i]nnovaciones disruptivas en educación, y además de sus propuestas especialmente relevantes sobre el diseño de los sistemas de aprendizaje, define a la escuela como "una máquina de estandarizar" cuando debería ser el espacio donde se cultivase la diversidad:
La escuela es una máquina de estandarizar. Pero su población es extremadamente heterogénea, y cada vez mas lo es en zonas marginales, en zonas de inmigración masiva, en zonas de caída espectacular de los ingresos, y de movilidad social descendente.
Estandarizar lo heterogéneo que alguna vez pudo imaginarse como un desideratum -especialmente a fines del siglo XIX y gran parte del XX- se está convirtiendo en una pesadilla. Para entender que está pasando en la escuela -insiste Christensen- debemos entender mucho mejor las nociones de interdependencia y modularidad en el terreno del diseño ...
Y en este escenario, con al menos una década de retraso respecto a las empresas y las modas, las instituciones educativas españolas se han lanzado a alcanzar "la calidad" convertida en sinónimo de eficiencia y uniformidad y traducida en sistemas burocráticos que constituyen auténticas profecías auto-cumplidas: las mediciones de sus indicadores solo "indican" que esas mediciones se han realizado.
Puede que en una o dos décadas, estas mismas instituciones se preocupen por la creatividad y la innovación. Posiblemente, de nuevo, logren transformarlas en sistemas burocráticos de obligado auto-cumplimiento. Por fortuna, gente como Juanjo Muñoz y Alejandro Piscitelli, además de identificar los problemas, proponen alternativas en su reflexión y en su práctica.