Desde Innobai, revista de la Agencia de Innovación de Bizkaia (BAI), me pidieron un artículo corto sobre el pro-común y el creciente interés que está generando. La revitalización del pro-común ha aparecido publicado en su número 15 (versiones pdf del número completo y del artículo) y está basado en varios posts que he ido publicando en este blog (en concreto Internet como procomún, Elinor Ostrom y las oportunidades del pro-común: un Premio Nobel para la gobernanza de sistemas complejos y Sobre el gobierno de los "ecosistemas digitales"). Os dejo aquí el texto del artículo:
¿Qué es el pro-común?
El reciente Premio Nobel de Economía 2009 posiblemente ha sorprendido a buena parte de los economistas profesionales por que una de sus galardonadas ha sido la politóloga Elinor Ostrom "por su análisis de la gobernanza económica, especialmente el pro-común". Ostrom ha sido una de las figuras más destacadas de la nueva economía institucional y de los estudios sobre gobernanza y sostenibilidad de sistemas socio-ecológico a partir de casos tan diversos como las asociaciones para la gestión de recursos hídricos en Los Angeles, los departamentos de policía en Indiana, los sistemas de irrigación en Nepal o diversos sistemas de gestión pesquera.
Los bienes comunes o pro-común (denominado en inglés “commons”) son aquellos que comparten características tanto con los bienes públicos (dado que no son “excluibles”, por que es muy difícil privar a los usuarios de su utilización) como con la propiedad privada (al ser “sustractables”, si una persona usa esos bienes disminuirá su disponibilidad para otros usuarios). Como ha demostrado el trabajo de Ostrom y otros científicos sociales y ecólogos, el vasto territorio entre los mercados y los estados, es el espacio donde se construyen, en muchos casos de forma no planificada y basada en las negociaciones entre individuos y grupos, instituciones y normas colectivas y voluntarias que gobiernan en buena medida nuestras sociedades. Pero este espacio del pro-común fue obviado por muchos años por los economistas neo-clásicos generando una visión simplista del funcionamiento de nuestros sistemas económicos. Solo en este escenario reducido puede entenderse el debate maniqueo entre estado y mercado que nos ha llevado hasta la actual crisis y en el que siguen instalados buena parte de los dirigentes políticos y de la academia. Por el contrario, el trabajo de Ostrom ha logrado revitalizar el concepto de pro-común y su relevancia para comprender la gobernanza de muchos sistemas complejos, como los ecológicos, los urbanos o la propia Internet.
Una lectura inteligente de Ostrom nos da numerosas pistas para entender el funcionamiento de Internet y la cultura digital y para diseñar las reglas e instituciones para un gobierno que favorezca la innovación y la creación de riqueza y que se sitúan en buena parte en ese "vasto territorio" entre el mercado y el estado. Si entendemos que nuestros sistemas sociales en gran medida funcionan como un pro-común, el objetivo sería buscar los sistemas de gestión que combinen de modo inteligente sistemas de mercado y comunitarios, y entender el papel que deben jugar las instituciones públicas diseñando las reglas de juego y los sistemas de incentivos adecuados.
Innovación abierta y pro-común digital
Internet podría ser considerado un ecosistema digital dado que es un pro-común complejo formado en realidad por varias capas de infraestructuras, instituciones y prácticas. El ecosistema de innovación abierta al que sirve de plataforma Internet se basa en la existencia de cuatro capas de innovación abierta: 1) ethernet, como la tecnología que permite la comunicación en redes locales de ordenadores; 2) TCP/IP, conjunto de protocolos de red en que se basa Internet; 3) HTTP y la propia web, conjunto de protocolos que permiten la conexión de documentos de hipertexto, o sea de contenidos, y su acceso desde Internet; y 4) el protocolo legal (como las licencias Creative Commons) que permiten el intercambio y la colaboración en el ámbito de las ideas y cultura.
Mientras que las máquinas e Internet (en sentido estricto) son infraestructuras físicas (o “duras”) en las que operan las reglas que gobiernan los bienes comunales analógicos (como el aire que respiramos, buena parte del mar o muchos bosques): la sustractabilidad y la dificultad de exclusión. O sea, sufren problemas de congestión y su diseño dificulta su control absoluto por parte de un poder.
Pero en el caso de los contenidos digitales y la cultura que se desarrolla alrededor de esos contenidos y de las redes sociales que los producen y consumen no existe el problema de congestión dado que pueden ser consumidos por muchos usuarios sin esto dificulte el acceso de otros. Además, la exclusión legal y tecnológica ha sido siempre muy ineficaz. Parece que este aspecto del diseño original de Internet ha sido enormemente robusto y ha provocado consecuencias difíciles de predecir en su momento.
Por tanto, la gobernanza del ecosistema digital (entendido en un sentido amplio e incluyendo por tanto la cultura digital) necesita de un sistema doble que se ocupe de los dos tipos de capas que la caracterizan. Las infraestructuras duras necesitarán mecanismos similares a los de los recursos naturales o los espacios públicos dado que funcionan dentro de una lógica de la escasez. Así es necesario el papel de los gobiernos y otras instituciones como reguladores para definir y conservar la arquitectura de la red y elementos esenciales como su neutralidad además de definir condiciones que permitan un acceso universal .
Por el contrario, las "infraestructuras blandas" de la cultura digital funcionan en la lógica de la abundancia. En este caso la aplicación de las estrategias propias de las infraestructuras físicas y de los comunes analógicos darían lugar a lo que James Boyle han denominado confinamiento o cercamiento (“enclosure”). En otros términos, la creación de escasez artificial que tiene como consecuencia la reducción de la innovación y por tanto una menor generación de riqueza colectiva. En el caso de los comunes intangibles la mejor opción para generar innovación es evitar las consecuencias de la protección de la propiedad intelectual:
Referencias
Elinor Ostrom (1990). Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action. Cambridge University Press.
Charlotte Hess & Elinor Ostrom (2007). Understanding Knowledge as a Commons: From theory to practice. MIT Press.
James Boyle (2009). The Public Domain: Enclosing the Commons of the Mind. Yale University Press.