Define José María Torres Nadal, a raíz de su trabajo en el Taller Petracos que dirige y que será expuesto el 7 de Abril en el Palacio de la Diputación de Alicante, una energía publica como la capacidad de generar una subjetividad que de lugar a una colectividad innovadora cívica y política. Y por tanto es esa energía la que permite la transferencia de lo individual a lo colectivo y de lo innovador a lo productivo. Esta energía de lo público es la suma de las energías técnicas y sociales, pero es la energía social, o su ausencia, la que determina la condición de lo técnico. Cuando el arte opera en el dominio técnico es fácilmente instrumentalizable por la política y se convierte, solo, en una forma de negocio. Cuando opera en el dominio de lo social es cuando aumenta nuestra capacidad de cambiar por nosotros mismos el mundo en que vivimos. Por tanto propone Torres Nadal entender y practicar la arquitectura como un conjunto de herramientas para provocar emociones y generar subjetividades. Nada más próximo superficialmente a un instrumento y nada más alejado en el fondo.
¿No es esa, o debería ser, también la función de la ciencia o la ingeniería (por citar solo algunas disciplinas asociadas en demasiadas ocasiones con lo instrumental)? Desde ese punto de vista un videoartista o un químico pueden jugar el mismo papel independientemente de que uno filme imágenes y otro utilice un cromatógrafo. Y todo esto me me hace pensar sobre el papel que jugamos, o deberíamos jugar, todos aquellos que de una forma u otra, en uno u otro momento, educamos o ayudamos a aprender a otros (¿existe alguien que no desempeñe esa función aunque sea durante breves instantes de su vida?). Nuestro principal valor es ayudar a la apropiación de esas herramientas para la creación y comunicación de subjetividades y para la construcción de comunidades y redes ... herramientas sociales para poder, si lo deseamos, cambiar el mundo.
PD: Espero que José María disculpe mi libre, y posiblemente distorsionada, interpretación de sus ideas.