Esta ha sido una semana intensa en hechos y en emociones. Las conversaciones y los encuentros en las calles su sucedían mientras nuestras mentes se desbordaban tratando de aprovechar el poco tiempo disponible para tratar de entender, de reflexionar críticamente y hasta, quizás, de alcanzar algunas conclusiones.
Al menos en mi caso mis razones no van más allá en la mayor parte de los casos de intuiciones, es demasiado pronto y lo sucedido demasiado complejo. Vivimos la era de las redes y este es uno de sus síntomas: su complejidad genera enormes incertidumbres y casi nunca es posible entender por completo una realidad en tiempo real, aún menos predecir sus consecuencias. Pero cuando las intuiciones de la razón y las emociones van en el mismo camino, para mi es suficiente certeza de que la oportunidad merece la pena y que no tenemos derecho a dejarla pasar.
Y esta semana la emoción ha sido intensa. De nuevo las redes hacen que los mapas de nuestros amigos y relaciones sean complejos en su geografía y en sus subjetividades. Gente dispersa en tantos lugares, con la que conectas de tantas formas y por las más diversas motivaciones. Personas a las que te unen vínculos diferentes, todos especiales y de algún modo intensos aunque las distancias, espaciales, ideológicas o vitales, sean grandes. Yo he visto como en pocos días esa gran red personal cambiaba sus rutinas y sus prioridades y de una forma distribuida y coordinada pasaba a preocuparse y ocuparse de los problemas que tenemos como sociedad. Y he visto crecer mi red, he descubierto personas increíbles con creatividad y compromiso que han desarrollado un trabajo impecable trabajando por un proyecto común.
Yo he vivido este #15M a través de mi narración, de la que construyen mis amigos y mis referentes; existen otras narraciones, tantas como personas que han vivido esta experiencia. Esta diversidad es una de las grandes fortalezas de lo sucedido y es esa diversidad la que posiblemente ha unido tanto a tantas personas dispersas por toda España y el resto del mundo. Y esto casi nadie lo ha entendido desde fuera, sin aceptar el reto de vivir la emoción y dejar que las intuiciones se conviertan poco a poco en razones.
Escribo todo esto como ejercicio personal, para tratar de entender lo que está pasando y, sobre todo, lo que me ha pasado en estos días. Y este ejercicio es difícil, puede que hasta doloroso, por que han sido días de contradicciones, en los que me han preocupado muchos hechos y argumentos mientras que al tiempo, la emoción y la intuición me hacían caminar en una dirección. Esas preocupaciones siguen ahí y son quizás las que más empujan mi compromiso porque el señalarlas puede ser parte de mi pequeño papel en esta historia. Al menos como parte del proceso de construcción colectiva de todos los que estamos inmersos en este gran debate en el que con toda seguridad muchos tendrán puntos de vista muy diferentes a los míos. Estas son algunas de esas preocupaciones, sin ningún orden particular:
1. La tentación de reducir la culpa de los políticos haciéndolos solo instrumentos ingenuos de los poderes económicos y mediáticos. Este es un argumento que se escucha en los debates y que es alimentado, y lo será más aún ahora, por los medios de comunicación y los propios políticos. En este escenario todo podría continuar igual, solo se necesitaría un breve discurso de arrepentimiento y las promesas de que los mismos harán a partir de ahora las cosas de otro modo.
Pero los políticos, en mi opinión, son responsables directos y máximos. Son ellos los que diseñan y ejecutan las reglas de juego y los que han decidido en las últimas décadas actuar en connivencia con otros poderes anteponiendo los beneficios particulares (los de su entorno y los suyos propios) sobre los generales. Y aunque esta actitud fuese solo consecuencia de la ignorancia es razón suficiente para hacerlos inaceptables para el futuro inmediato.
Por supuesto, la ciudadanos hemos amparado este tipo de política y a estos políticos, pero somos ahora los que sufrimos las consecuencias, no ellos, y los que por tanto debemos buscar las soluciones. Todos podemos ser culpables pero eso no significa la impunidad y la tabla rasa; cada actor juega un papel diferente y sus responsabilidades por tanto son distintas.
2. Una corriente de opinión anti-capitalista y anti-mercado que focaliza las culpas en un sistema económico y de poder. El problema aquí es que puede que estemos identificando incorrectamente las fuerzas clave del sistema. Posiblemente la manipulación de los mecanismos de mercado en beneficio de unos pocos (las grandes corporaciones, los "amigotes", los lobbies, las mafias más diversas, los propios partidos políticos como beneficiarios indirectos ...) ha provocado gran parte de la crisis. Pero un mercado manipulado en beneficio de unos pocos deja de ser un mercado. Quizás hablar de "mercado" sea un genérico que no conduce a nada y debamos especificar claramente que fuerzas políticas y económicas son las que han provocado este estado de las cosas. Entonces, lo que deberíamos debatir realmente es como corregir esas distorsiones o incluso sobre la imposibilidad de su corrección (y en este caso cual es la alternativa). De lo contrario podemos encontrarnos con una descalificación absoluta de todas las opciones viables de organización económica y acabar reclamando modelos ya antiguos que han demostrado suficientemente su obsolescencia y perversión.
Para ilustrarlo más claramente, la decisión de los islandeses de no pagar la deuda que sus bancos tenían con inversores británicos y holandeses se ha considerado un rechazo al capitalismo y al mercado. Yo lo entiendo de otro modo, la decisión islandesa es una apuesta radical por el capitalismo y el sistema de mercado, haciendo valer las reglas de juego básicas, y permitiendo que funcione el sistema de incentivos en que se basa. Cada inversor toma sus decisiones libremente y asume sus riesgos. Si el estado cubre esos riesgos dejamos de funcionar como un mercado. Los islandeses le han dicho al resto del mundo que el mercado debe funcionar para lo bueno y para lo malo.
3. La tentación, casi la necesidad como resultado de una dinámica social tan intensa, de generar un amplio programa de propuestas concretas. La naturaleza del movimiento es diversa; muchos de los que hoy se unen en las plazas se enfrentaron en el pasado, y lo harán en el futuro, defendiendo soluciones opuestas para un mismo problema. Esa es otra grandeza de nuestra época, la capacidad de colaborar desde la diferencia en proyectos concretos.
De nuevo en esta tendencia influyen los medios de comunicación y los propios partidos políticos que preguntan constantemente, y, muchas veces, reclaman de forma insistente propuestas que resuelvan los problemas planteados. En paralelo a veces recomiendan la creación de un nuevo partido que articule ese programa. Es sarcástico que los que crearon los problemas con un trabajo intenso de décadas y que ahora reconocen no tener soluciones, reclamen coherencia, programa e ideas infalibles a la ciudadanía. Su obsesión es identificar al adversario, simplificarlo a un listado de ideas o una organización para poder controlarlo.
Este es el momento de la reacción, de la denuncia de los graves problemas estructurales de nuestro sistema. Llegarán, muy pronto, los momentos de las propuestas, pero no serán fruto de un consenso absoluto ni de la acción de un solo grupo. El movimiento #15M está destinado a desaparecer, a fragmentarse en cientos o miles de grupos, acciones y proyectos que incidan en todos los aspectos de nuestras vidas y controlen, negocien y obliguen a la rendición de cuentas de las diversas acciones políticas que nos gobiernan. No existirá un programa único más allá de unas pocas cuestiones básicas. Y las propuestas que ahora vemos crecer en asambleas serán una excelente base de datos que cada grupo utilizará o no, adaptará y remezclará en función de sus sensibilidades y objetivos. Esa aparente debilidad ideológica es una de las grandes fortalezas del movimiento. Es la nueva forma de hacer política desde el espacio público colocando la colaboración y el diálogo por encima de la adscripción y el enfrentamiento tribal.
4. Este movimiento nace de la indignación y la necesidad de no resignarse. Pero, como bien señala Daniel Innerarity, la indignación por si sola puede convertirse en una válvula de escape que permita mantener la estabilidad del sistema. Por eso es importante que esta semana de paso a meses y años de acción transformadora de la ciudadanía. Y por tanto, no se trata ya de aceptar disculpas o entrar en interminables debates con políticos y en los medios. La cuestión es hacer, cambiar de forma activa las reglas de juego y las maneras de construir. En estos momentos este movimiento es, o debería ser en mi opinión, más sobre el cómo hacer que sobre el qué se debe hacer. Pero ambos objetivos están íntimamente relacionados; hasta ahora unas reglas de juego tramposas (diseñadas por los políticos en connivencia con los otros poderes) han permitido tomar decisiones en función de intereses particulares. Si cambian las reglas, cambiarán las decisiones, y si las reglas dejan de ser tramposas regresaremos a la priorización de los intereses generales sobre los particulares.