Los políticos, en connivencia con otros poderes, han dedicado muchos años a destruir activamente el espacio público: las plazas y calles como lugares de convivencia y relación, los medios de comunicación como espacios para la crítica y el debate, Internet como plataforma para la autonomía y el empoderamiento ciudadano. Ha sido una estrategia muy exitosa, han convertido la democracia en un juego de paternalismo ramplón donde cada cierto tiempo "nos permiten" decidir entre un menú previamente diseñado entre bastidores y con una diversidad de opciones cada vez más escasa.
Sorprendentemente, al menos para ellos, los espacios públicos resurgen. Primero fue Internet, el gran ágora contemporáneo. Por suerte no tuvieron ni la rapidez ni la inteligencia de verlo y dejaron que esta reconstrucción de los espacios para la creación colectiva de conocimiento y redes llegara demasiado lejos. Hace ya mucho tiempo, que esta nueva cultura ha transformado nuestras calles y plazas y, de forma sutil pero radical, ha acabado por cambiar nuestras vidas. Lo que sucede esta semana en España no es más que la visibiliización de este proceso. La invasión pacífica de las plazas por los ciudadanos es el símbolo de la recuperación del espacio público, del deseo de hacer política profunda y real. No la ficción que nos ofrecen con representaciones cada cuatro años. La gente quiere hacer lo mismo que hacen los grupos de poder que determinan las políticas de gobierno mucho más que los votos: quieren opinar, proponer, debatir … influir. Y, al contrario de la práctica habitual de políticos y lobbies, quieren hacerlo de forma transparente y abierta. Este deseo une a la gente que estos días sale a la calle, no una ideología.
Ahora los políticos tienen que tomar una decisión: bajar al espacio público para empezar a relacionarse realmente con la ciudadanía y por tanto poder hacer política significativa o permanecer en la irrelevancia y disfuncionalidad de las últimas décadas. Necesitarán muchas dosis de humildad, capacidad de escucha y diálogo ... pero es su único futuro. El futuro de los ciudadanos, por una vez, puede estar empezando a construirse desde las plazas, con los políticos actuales o sin ellos.
Por todo lo anterior es especialmente relevante y oportuno el artículo de Antoni Gutiérrez-Rubí en El País, Presidente, baje a la plaza (versión con información adicional), donde, personalizando en el Presidente del gobierno español a toda la clase política con responsabilidades (en los gobiernos o desde la oposición), le muestra claramente que su única opción es regresar a la plaza pública para ser de nuevo ciudadano y un político real.
Manuel Hidalgo profundizó en El Mundo, Hay más de una movida en Madrid, en las claves de lo que está sucediendo estos días, criticando la miopía de los medios de comunicación y alertando a los partidos de los intentos de instrumentalización de la #spanishrevolution, con una lucidez muy escasa hasta el momento en los medios tradicionales. Ahora Antoni empieza a pensar en el futuro, ya presente, desde la perspectiva de los políticos que aún tenemos y que, previsiblemente, querrían continuar en sus funciones. Parece que solo les queda un camino:
... Los grandes partidos se siguen organizando con las viejas lógicas del centralismo democrático y la jerarquía vertical. Son partidos leninistas, sean de derechas o de izquierdas. Ocupados en el poder -en mantenerlo, en obtenerlo- han renunciado, demasiadas veces, a la legitimidad de las ideas. Justo lo contrario en lo que se sustenta el poder de las redes.
Los más cínicos piensan que la tormenta de estos días por sí sola amainará. Otros, impúdicos, intentan sacar tajada electoral. Y los sensatos y lúcidos deberían dar un paso al frente y mojarse. Todos creen que el tiempo les ayudará. Justo lo que no tienen: tiempo que perder.
Presidente, baje a la plaza. Sí, baje, porque desde aquí abajo una inmensa mayoría de la ciudadanía percibe así al poder político: por encima, alejado, distante… Ya no hay margen para los cálculos. No debería preocuparle su imagen o su reputación. Tampoco está en riesgo la democracia. España no es Egipto, ni Libia, ni Irán. No se cuestiona o vulnera la ley electoral, digan lo que digan las autoridades competentes. Están en juego los valores de la política, su esencia, que es otra cosa.
Hoy le toca a usted responder. A los partidos políticos, a partir del 22-M, les tocará sacar conclusiones electorales, pero también dar respuestas políticas al desafío que supone esta reacción cívica de hartazgo.
No se puede pedir paciencia a la ciudadanía. Más paciencia. No es la ciudadanía que está en las plazas, o los millones de personas que simpatizan con ella desde sus casas, quienes deben hacer propuestas...