He tenido la oportunidad de colaborar con el equipo del proyecto de San Sebastián / Donosti 2016 que ha sido recientemente seleccionado como Capital Europea de la Cultura para el año 2016. El proyecto "Olas de energía ciudadana - Cultura para la convivencia" propone un potente programa de acciones que, a diferencia de lo que suele suceder en este tipo de propuestas, coloca su foco en la participación ciudadana y en los procesos culturales basados en las comunidades locales abordando los problemas que les afectan. Como parte de la documentación para la presentación de la candidatura escribí un texto sobre las relaciones entre innovación social, espacios culturales y participación ciudadana que reproduzco aquí.
De la innovación abierta a los laboratorios ciudadanos
Estamos asistiendo a procesos de cambio a nivel empresarial, social y cultural que, además, presentan claras convergencias. Por una parte, la Innovación abierta empresarial surge inicialmente de la necesidad de abaratar costes y acelerar la innovación. Pero, finalmente ha permitido descubrir que el principal beneficio de estos modelos abiertos es el incrementar la creatividad al crear plataformas en que las ideas y prototipos se generan por colectivos más amplios y mucho mas diversos que lo que representaría incluso una gran universidad o el departamento de I+D de una gran empresa transnacional. En otro ámbito, estamos asistiendo a la transformación de la relación entre la cultura y sus públicos, que pasa de la exhibición y consumo a la producción participativa. El público se convierte en usuario activo que participa en la producción cultural. Y por último, la participación ciudadana se encuentra en una fase de revitalización al pasar bien de ser un proceso principalmente critico y reactivo o bien limitado a preguntas simples controladas y diseñadas desde el poder, a un proceso pro-activo de participación autónoma en ocasiones en colaboración con el poder y en otras de forma conflictiva. Todos estos ámbitos presentan elementos comunes; y así podemos identificar nuevas formas de colaboración, basadas en plataformas abiertas, que generan innovaciones de diferente tipo (desde la social a la comercial).
El papel de la cultura digital
En estos cambios y convergencia podemos identificar un papel relevante de las tecnologías de la información y, especialmente, de lo que ha venido a denominarse cultura digital. Más que la tecnología el cambio lo han facilitado nuevas prácticas basadas en la colaboración en redes distribuidas y en los valores que han surgido facilitados por estas prácticas y la tecnología. Por tanto, lo digital lo debemos entender como una facilitación y provocación (especialmente en el en el caso de la cultura digital) de estos procesos de cambio, al reducir las barreras y los costes al intercambio y flujo de información, y permitir la coordinación eficaz de colectivos que en muchos casos no están institucionalizados, al menos en las estructuras tradicionales. El software libre o la Wikipedia son ejemplos claros de la potencia de la cultura digital en la producción de tecnologías y conocimiento, y estos modelos organizativos se están trasladando al mundo de lo tangible y a los espacios físicos.
Los laboratorios ciudadanos
Como planteaba antes las instituciones culturales se han empezado a transformar, dándole la vuelta como a un guante, a los procesos de producción. El proceso se hace visible, el artista trabaja en colaboración con otros pares y con su antiguo publico. que actúa de forma recursiva, dado que en su consumo también crea y devuelve su producción al colectivo. Para acoger este cambio se crean laboratorios que reciben nombres muy diversos, pero que se constituyen en espacios donde se producen procesos de producción colaborativa. Estos laboratorios son la evolución de los centros de producción donde el artista encuentra recursos para crear pero en los que no se modificaba el paradigma convencional de creación individual y unidireccional. Por otra parte la idea de llevar los procesos de innovación abierta a la ciudadanía da lugar a conceptos y espacios como living labs surgidos de iniciativas institucionales, o a centros sociales auto-gestionados o hacklabs, entre otros, nacidos desde la ciudadanía.
La emergencia de estos nuevos modelos y prácticas llega en un momento en que vivimos una obsesión, principalmente política, con la necesidad de innovación como motor de crecimiento económico, y en menos ocasiones como factor esencial del desarrollo, concepto más inclusivo y complejo que el de crecimiento. En realidad lo que sucede con las empresas, la cultura o la propia ciudadanía nos enseña que innovación (que cuando no lleva adjetivo suele estar referida únicamente a la innovación empresarial de carácter comercial) e innovación social no son conceptos independientes, ni siquiera diferentes. Solo una sociedad innovadora podrá participar activa y críticamente en su construcción política y servir de plataforma a una economía realmente innovadora.
Por tanto, es necesario impulsar la idea de laboratorios ciudadanos como plataformas que faciliten la innovación social. Estos laboratorios serían, y ya lo son en muchos casos, pequeños espacios distribuidos por el territorio; centros hiperlocales en el sentido de permitir el trabajo a pequeña escala pero dentro de redes globales gracias a la tecnología digital. Estos laboratorios desarrollan un programa abierto adaptado a los intereses y necesidades locales para los que aportan recursos materiales, intelectuales y organizativos. Por tanto podríamos definirlos como espacios de colaboración entre ciudadanía, agentes culturales, científicos y tecnólogos, y entre profesionales y amateurs. Y al tiempo serían mediatecas vivas donde se documenta en continuo toda su actividad y creaciones y que trabajan en red para crear bases de conocimiento abierto.
¿Cómo desplegar una red de laboratorios ciudadanos realmente operativa? La crisis en que vivimos limita la posibilidad de nuevas inversiones lo cual, lejos de ser un problema, puede convertirse en una oportunidad. Estos laboratorios ciudadanos son, por su propia filosofía, de bajo coste (especialmente cuando lo comparamos con el coste de las infraestructuras culturales convencionales) y deberían basarse en una utilización eficiente de los recursos existentes mediante el reciclaje y la reutilización tomados en un sentido muy amplio. En este sentido, podría enfrentarse el reto con la reconversión, al menos parcial, de los centros sociales diseñados con una mentalidad asistencial y de los espacios culturales exhibitivos (museos, centros de arte) en laboratorios ciudadanos. Complementariamente se pueden, y deben, generar nuevos laboratorios por la participación de los centros públicos generadores de conocimiento, como universidades, centros educativos, bibliotecas ..., que necesitan jugar nuevos papeles para ser realmente significativos en su entorno.
[Traducción al polaco realizada por Olga Bartko]