Con motivo del Día de Galicia, el pasado 25 de julio El País publicó en su edición gallega un cuadernillo especial (que no aparece hasta el momento en la edición digital). En el reportaje "A colaxe da recuperación" aparecen las propuestas de 25 personas sobre salidas a la crisis ("Veinticinco representantes da sociedade galega enuncian cadansúa medida para saír da crise"). Me pidieron una idea sobre la investigación en la universidad y un breve texto explicativo (que en el artículo aparece resumido en un párrafo).
He de reconocer que soy bastante escéptico sobre la capacidad de la universidad en su estado actual para convertirse en motor de transformación social y económica ante la situación de crisis, pero en todo caso mi propuesta sería "Crear espacios de innovación abierta", un cambio organizativo y cultural que no necesitaría de nuevas infraestructuras ni grandes inversiones y que debería acompañarse de incentivos (que tampoco requieren de nuevas inversiones) para los investigadores jóvenes (y precarizados por el sistema). Este es el texto en que argumentaba mi propuesta:
El modelo de transferencia tecnológica actual ha fracasado. No es real pensar en un esquema simplista donde la universidad investiga y la empresa produce y comercializa. Los procesos no funcionan de forma lineal y la investigación disciplinar genera principalmente innovaciones incrementales. Pero además, la estructura jerárquica de la academia limita gravemente la capacidad de la parte más activa e innovadora (y más joven) de los investigadores. La producción de I+D+I necesita de redes y de espacios de colaboración y co-creación. Entre las líneas de acción para lograr la transformación podemos señalar: promover redes en que colaboren investigadores universitarios, empresas y organizaciones sociales; estas redes deben ser transdisciplinares para romper la rígida estructura disciplinar de la universidad que mata la creatividad y las innovaciones disruptivas; invertir la carga de la prueba de modo que solo se patente cuando se demuestre que producirá mayores beneficios que la liberación de la innovación; promover activamente una cultura de datos abiertos y de reutilización de la información generada con financiación pública; crear plataformas digitales para la comunicación y debate de la actividad investigadora; y garantizar la autonomía (que no la funcionarización) de todos los investigadores permitiendo que puedan buscar directamente financiación en base a sus méritos y mantener una relación laboral estable si logran recursos.