Vivimos una época de transformaciones profundas en que los modelos obsoletos tratan de evitar el cambio o al menos intentan que sea solo cosmético y no afecte a las estructuras de poder que se han mantenido y de las que han vivido (casi siempre por encima de sus posibilidades) hasta hace poco. La arquitectura, los arquitectos y sus instituciones y organizaciones son un caso paradigmático de este proceso conflictivo de transformación. En Babelia Antaxu Zabalbeascoa, Tras el tsunami de la crisis, explicaba hace poco la transformación que se está operando en la práctica de la arquitectura que la autora asocia a la crisis. En mi opinión no deberíamos colocar la crisis como el origen, dado que este profundo cambio cultural y social se inició antes y se ha fortalecido por necesidad o convicción en las circunstancias actuales. Entre este cambio en las prácticas y los intereses de los arquitectos Zabalbeascoa sitúa el activismo urbano y la recuperación del espacio público, destacando el trabajo de Zuloark o Paisaje Transversal, y la reparación de lo ya construido. Son estas dos tipos de acciones poco espectaculares, para los criterios habituales de la crítica arquitectónica y de la política, pero de impacto profundo en la experiencia que los ciudadanos tenemos de la ciudad y los espacios domésticos. De este modo el artículo constituye una reivindicación de la arquitectura, que además dibuja un mapa claro, aunque en cierta medida exculpatorio, de los responsables de lo sucedido en el pasado inmediato:
Tras la inicial autoinculpación, cada vez son más los proyectistas que no aceptan la responsabilidad que se les atribuye como colectivo. No haciéndolo creen ser más honestos con la sociedad. España y el mundo están llenos de arquitectura que no ha nacido para acoger la vida de las personas, sino para blanquear dinero o proporcionar beneficios inmorales. No hay código deontológico ni juramento hipocrático en esa profesión. La ética es un asunto personal. En ese escenario, muchos han reivindicado que la burbuja inmobiliaria no fue tanto un asunto de arquitectos sin escrúpulos como de constructoras —todas las que levantaron edificios malos o permitieron blanquear ingentes sumas de dinero—, políticos —que recalificaron terrenos para lucrarse— y bancos —que pusieron los medios que ahora debemos reponer entre todos.
Sin embargo este cambio en las prácticas, que sucede a una escala individual, no puede entenderse de modo aislado y debe relacionarse con la dimensión colectiva (las estructuras) que posibilitan o dan un sentido social y político a los nuevos modelos. En mi opinión es imprescindible una transformación organizacional e institucional si queremos que esas nuevas prácticas modifiquen realmente el papel de la arquitectura en la sociedad. Si bien es cierto que este análisis se centra en la arquitectura, en mi opinión puede ser aplicable a muchos otros ámbitos profesionales.
Lo que podemos observar en los últimos tiempos, y aquí presentaré varios ejemplos, señala claramente como las viejas instituciones de la arquitectura se han revelado disfuncionales, pero intentan apropiarse de lo nuevo sin realmente sufrir la transformación que necesitan (incluso si fuese precisa, su desaparición para dar lugar a nuevas instituciones). La crisis profunda que sufre la arquitectura pone en discusión las prácticas y modelos tradicionales ante las que las viejas instituciones intentan posicionarse para seguir disfrutando de sus privilegios sin aceptar realmente su responsabilidades pasadas. Veamos tres casos que afectan a los tres tipos de organizaciones quizás más relevantes para la arquitectura y su posición y función social, política y económica.
1. Instituciones colectivas. Los colegios profesionales de arquitectos han sido testigos y agentes necesarios del proceso de especulación inmobiliaria y territorial que ha asolado a España en las últimas décadas. Su financiación dependía en gran medida del crecimiento de esta burbuja y en correspondencia hemos visto como crecía la grandilocuencia de su presencia pública, a través de grandes edificios "emblemáticos" casi siempre dotados de una arquitectura propia del mundo del espectáculo. En todo este tiempo, o han sido mudos o han lanzado críticas tímidas compatibles con matener su cómoda posición y no afectar a su fuente de financiación. Ahora, tras la debacle, están afectados por una profunda crisis que es financiera al no ser capaces de mantener la estructura que habían generado y de credibilidad ante la sociedad y sus representados. En este panorama intentan lavar su cara denunciando la especulación pasada y reivindicando una cierta forma de arquitectura que antes ningunearon. Así, para poder sentir la potencia de lo sucedido en España en las últimas décadas podemos viajar por las urbanizaciones abandonadas a lo largo del territorio o por las sedes de los colegios de arquitectos existentes en muchas ciudades españolas.
2. Modelos de producción. Los estudios de arquitectos estrella y aquellos que diseñaron compulsivamente durante las décadas de especulación tienen algo en común: grandes equipos (muchas veces de centenares de personas, la mayor parte de ellos profesionales altamente cualificados) y una marca asociada a un único nombre de persona (o a lo sumo a una pareja). Esto ha llevado a la ficción ridícula de asociar con el genio creativo de una única persona un trabajo que necesariamente era colectivo. Pero esto es solo la parte visible de un problema más grave. Estas "empresas" (porque esto es lo que al fin y al cabo lo que eran) se gestionaron tratando a sus trabajadores como mano de obra barata, masificada y prescindible. Entre este colectivo precarizado se instaló la figura del "becario", un profesional al que normalmnete no se le pagaba por su trabajo (que habitualmente era al menos de jornada completa). No interesaba reconocer el trabajo de las personas ni su desarrollo profesional. De este modo resultaba más barato y en época de abundancia, de exuberancia irracional, era la mejor estrategia financiera y de alimentación de los egos de los propietarios de la marca. Pero al tiempo, no se formaban equipos ni se favorecía la colaboración y la creación colectiva. No se formaba empresa en el sentido más profundo de la palabra, solo un instrumento de explotación oportunista. El resultado ha sido rotundo: los estudios se han hundido aún más rápido que el propio sector y las "estrellas" se encuentran solas incapaces de responder con la potencia de la acción y la creatividad de un colectivo a un escenario nuevo.
3. Medios de comunicación. La revista Arquitectura Viva (AV) ha dedicado un número reciente a "Colectivos españoles. Nuevas formas de trabajo: redes y plataformas". Esta revista ha sido el principal canal en España para la comunicación, crítica y promoción de la arquitectura y por tanto un testigo y agente activo de su papel en la sociedad. Una revisión de su catálogo supone un viaje alrededor de las obras de los arquitectos estrella que han dominado las últimas décadas. Es sorprendente que de pronto esta revista dedique un dossier a las nuevas prácticas (que generan un discurso de crítica profunda a los modelos tradicionales dominantes) y es bastante lógico que surjan dudas por las motivaciones de ese aparente cambio que posiblemente durará lo mismo que ese número para regresar en el siguiente a los contenidos habituales. Es especialmente interesante en este sentido el texto publicado por el colectivo gallego Ergosfera, Arquitectura Viva / Arquitectura Muerta, uno de los que aparecen en el monográfico:
Eso es lo que queda tras ver el nuevo número de la revista Arquitectura Viva dedicado a los “colectivos españoles”. Extraña, aunque muy cercana al sentimiento de derrota inesperada o, más bien, a la simple sospecha de que si estamos ahí es porque nuestro trabajo tiende a significar nada.
… tampoco es muy relajante pensar en quién dirige el asunto… la presentación de la exposición comisariada por Luis Galiano para la Bienal de Venecia de este año. Un esperpento para publicitar “los méritos y logros de la arquitectura española reciente”, protagonizado por los de siempre (en este caso, Paredes-Pedrosa, Nieto-Sobejano, RCR, Mangado y Mansilla-Tuñón), pero aderezado esta vez con la compañía de decenas de estudiantes, ridiculizados a lo Guantánamo Bay, con la misión de explicarle a los visitantes las maravillosas maquetas de la arquitectura-de-la-buena made in spain, mientras, a modo persona-orquesta, hacen patente performativamente “el estado deplorable en el que se encuentra la profesión”.
Para ese mismo número de AV tuve la ocasión de participar en un debate por correo electrónico en el que se involucraron una buena parte de las personas que participaron en las reuniones #edumeet (una reunión periódica e informal de personas interesadas por la educación que en su origen fue ideada y movilizada por arquitectos) celebrados en El Campo de la Cebada y otros lugares de Madrid. En esta discusión se manifestaron diversas posturas, unas veían este número como un cambio de la política editorial de AV o al menos con una oportunidad para impulsarlo, mientras que otras (entre los que me encuentro) lo entendían como un intento de lavado de cara. El debate fue privado pero reproduzco aquí las opiniones que di:
... ¿Hasta que punto es coherente que una revista como AV hable de #edumeet? no discuto su libertad para hacerlo, pero si la coherencia con su línea editorial. Y ¿hasta que punto una vez que AV decide escribir sobre #edumeet los participantes (que defienden otros modos de construcción de ciudad, de comunicación y de participación) deben involucrarse en su redacción?
Sinceramente, a pesar del lavado de conciencia que hace AV con este tipo de números y artículos, no olvidemos que su director fue uno de los principales ideólogos de proyectos como el de Cidade da Cultura y de un modo de entender la ciudad y la arquitectura que creo está en las antípodas de lo que #edumeet representa ... Utilizo mi referencia al director de AV no para entrar en un debate de personas sino porque creo que ejemplifica muy claramente el tipo de ciudad y de relación entre arquitectura y ciudadanía que se ha promovido desde esa revista.
A mi me parece perfecto que AV o cualquier otra publicación hable de #edumeet. Sinceramente no entiendo su interés por, como se ha definido, una reunión de un grupo de gente variable sin mas animo que conversar sobre educación ...
No parece que las viejas estructuras estén realmente preocupadas por su cambio, más bien por la domesticazión de las nuevas prácticas y sus agentes para que sigan operando dentro de un marco controlado. Ante esta situación quizás el principal reto con el que se encuentran las personas que están trabajando activmente para cambiar modelos es desarrollar nuevas formas de soporte y sostenibilidad, al menos en tres aspectos. Se necesitan modelos organizativos para la producción que sean sostenibles económicamente y que al tiempo sean compatibles con los nuevos valores; hasta ahora muchos "colectivos" han evitado entrar en ese debate con el riesgo que conlleva de fragilidad y dependencia de lo antiguo. Por otra parte, es preciso generar canales de comunicación del conocimiento desarrollado coherentes. En este sentido las nuevas prácticas casi siempre se han acompañado de estrategias digitales potentes que quizás sean ya suficientes o quizás necesiten amplificarse para llegar de modo más efectivo a los públicos que aún se mantienen alejados. Y por útlimo, ¿se necesitan instituciones de lo colectivo que generen verdaderas estructuras de soporte y contribuyan a provocar un mayor impacto social y político?, si es así habría que preguntarse si las actuales, como los colegios profesionales, pueden ser transformadas o si por el contrario es preciso construirlas desde cero.
Para cerrar, es relevante centrarse en lo que podría considerarse el último intento de domesticación de las nuevas prácticas arquitectónicas por parte de las viejas instituciones. Antaxu Zabalbeascoa en su artículo identifica como especialmente relevante el peligro de la artistización de la arquitectura siguiendo un patrón que ya hemos podido observar en el mundo del arte. La artistización hace que la posición crítica y de vanguardia sociopolítica en realidad tenga un alcance muy limitado dado que las prácticas artísticas operan en un contexto institucional de control que explota el lado más superficial y publicitario de la crítica a la vez que las mantiene dentro de los modelos tradicionales que evitan que se expandan más allá:
Así, la “artistización” de la arquitectura podría estar convirtiéndose en la nueva arquitectura espectáculo. Tratar temas sociales con la distancia de un pedestal ya es lenguaje habitual en el arte de las últimas décadas, capaz de exponer sin pestañear la ingeniosa chabola de un sin techo en un museo al tiempo que blinda el edificio para que ningún sin techo pueda dormir cobijado bajo su escalera. Esa hipocresía separa hoy la calle de nuestros centros culturales. Exponer el problema de la falta de vivienda como una obra de arte es una derrota para la arquitectura. Cuando una reivindicación entra en un museo se institucionaliza. Queda desactivada.
Este proceso no es más que la consecuencia de mantener viejas estructuras de control y explotación comercial de las supuestas nuevas prácticas. Por tanto los nuevos modelos, si quieren serlo realmente, deben enfrentarse, además de a desarrollar nuevas prácticas, a la reinvención de los medios e instituciones que permiten producir y comunicar conocimiento, organizarse económicamente y dotarse de una dimisión colectiva.